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Foto: IVAN GIMÉNEZ
Entrevistes

Pascual Serrano “No se trata de defender al gobierno de Venezuela, sino a su soberanía”

Pascual Serrano (Valencia, 1964) dio sus primeros pasos en el diario de derechas ABC. Afiliado a Izquierda Unida y al PCE desde 1992, cuatro años más tarde impulsó el digital ‘Rebelión‘, que se convirtió en un referente de la información alternativa a los grandes medios de comunicación. Ha escrito una docena de libros sobre comunicación y política internacional y ha sido director editorial de Telesur, la televisión impulsada por el gobierno de Hugo Chávez y sus aliados latinoamericanos. Tras vivir en Cuba y en Venezuela, se ha instalado en Barcelona, desde donde colabora con ‘elDiario.es’, ‘Cuarto Poder’, ‘Mundo Obrero’ y ‘Le Monde Diplomatique’. Es asesor periodístico de ‘El Jueves’. ¿Qué haríamos sin el humor?

14/02/2019 | 18:30

[Si vols llegir aquesta entrevista en català, clica aquí]

Desde hace ya un tiempo que Venezuela está muy presente en los medios de comunicación, irrumpiendo incluso como arma arrojadiza entre partidos durante campañas electorales. ¿Por qué interesa tanto hablar de Venezuela? ¿A quién le interesa?

Cuando hay un gobernante o un líder que no es del gusto del poder dominante es importante siempre mantener en la agenda informativa eses país para dar una sensación de crisis y desestabilización continua. Eso explica que Cuba sea noticia, que Venezuela sea noticia o incluso Evo Morales, mientras nadie conoce al presidente de Perú o al anterior presidente mexicano. Además, si hay un accidente de tráfico con muertos en Perú no aparecería su presidente en medio de la noticia, pero si ese accidente tiene lugar en Venezuela seguro que sale a la luz el nombre de Chávez, antes, y ahora Maduro. Siempre se personaliza. Luego está el caso español. Si tú ya has logrado estigmatizar o satanizar a un gobierno o a un líder, ahora lo siguiente es relacionar a tu enemigo interno con ese líder, como se hizo con ETA y Chávez en su momento.

¿Y cuál es el papel de los medios de comunicación en la construcción de este relato?

La estrategia general de los medios de comunicación obedece a la necesidad de que cualquier opción política que pueda convertirse en alternativa al modelo dominante hay que tumbarla. Los niveles de pobreza del capitalismo ni los recortes de servicios públicos se pueden ocultar más. ¿Cómo se mantiene el sistema? Con la resignación ante la falta de alternativas a todo esto. Cuando aparece una posible alternativa –en su momento Cuba, después Chávez—se inicia una operación de acoso y derribo. Para ello los elementos de intervención desde los medios son numerosos: desde ridiculizar al líder hasta satanizarlo. Además, situaciones de desigualdad o desastres económicos, si se quiere, se magnifican. El corresponsal de El Mundo contaba en un artículo lo que cuesta la canasta de consumo básico en Venezuela y lo que gana al mes un venezolano. Es evidente que gana muy poco para lo que cuesta la canasta. Pero, según sus cálculos, necesitaría el sueldo de 11 años para cubrir la canasta de un mes. Si eso fuera así, la gente se moriría de hambre en Venezuela. Y eso no es así.

Foto: IVAN GIMÉNEZ

“Ni que fuera cierto que Venezuela es una dictadura, tampoco se justificaría una intervención”

Se publica mucha información acerca de la inflación desorbitada y se habla de refugiados y crisis humanitaria para justificar una intervención militar en Venezuela. ¿Realmente está el país al borde del colapso como se denuncia?

Para empezar, es fundamental el lenguaje que se utiliza: todos los venezolanos que se van fuera son exiliados, pero los españoles que se van a Alemania son emigrantes. En este momento siguen habiendo más colombianos en Venezuela que venezolanos en Colombia. Ahora mismo, frente al nivel de intervencionismo, la discusión no está en si el Gobierno venezolano lo está haciendo bien o lo está haciendo mal, sino si debemos respetar el derecho internacional y la soberanía de Venezuela o permitir una intervención. No se trata de defender a Maduro o de defender al gobierno de Venezuela. Lo que hay que plantear es si ese gobierno es legítimo, si hay que respetar las instituciones, si hay que dejar que la carta fundacional de Naciones Unidas se respeta y que no se intervenga. ¿Vamos a permitir que los tuits de Trump definan lo que es una democracia o no? ¿O quién es el presidente y quién no? Esa es la gran barbaridad.

A Donald Trump lo están secundando muchas potencias occidentales, incluida España…

Sí, y tenemos a gobiernos europeos diciendo que el presidente de un país soberano es Juan Guaidó, un señor que se autoproclamó presidente en un mitin. Es una gran barbaridad. El debate, entonces, no es si están bien los venezolanos o no. Todos conocemos muchos países que están mucho peor que Venezuela. En Mali, en Sudán, en Somalia y en Honduras están peor que en Venezuela y tampoco se debería intervenir en esos países. Por las malas políticas de los gobernantes nunca se interviene para derrocar a un Gobierno. Yo pienso que Trump sigue siendo el presidente legítimo de EEUU y antes aquí en España lo era Rajoy. Y te puedes imaginar lo que coincido con Trump y Rajoy. No nos debemos molestar en defender la política del Gobierno de Venezuela. Únicamente estamos pidiendo que se respete la institucionalidad y la soberanía.

En la mayoría de los grandes medios también se insiste en que Venezuela es una dictadura, y Maduro, un tirano. Es otro de los grandes argumentos utilizados para justificar una intervención militar.

Ni que fuera cierto que Venezuela es una dictadura, tampoco se justificaría una intervención. El derecho internacional no establece que haya un comisario mundial que vaya diciendo qué es una dictadura y qué es una democracia, y derrocando aquellos gobiernos que considere dictaduras. Eso para empezar. Y luego, efectivamente, estamos viendo que no es una dictadura. Ha habido muchas cuestiones controvertidas en la institucionalidad de Venezuela, como lo puede haber en algunos aspectos en España, cuyas campañas han sido a veces delincuenciales, como han demostrado los jueces. Pues aquí igual: también hay elementos controvertidos. La asamblea constituyente que el gobierno impulsó frente a la Asamblea nacional, presidida por Juan Guaidó, o el nivel de representatividad que tiene Maduro, teniendo en cuenta que una parte de la oposición no se presentó a las elecciones. Todo esto es discutible. El problema es que los medios no lo plantean ni siquiera como tema de discusión. Dan por hecho que la Asamblea de Guaidó es la buena y niegan la Asamblea constituyente. También dan por hecho que Maduro no es un presidente legítimo porque no hubo suficiente participación en las presidenciales. Pero aunque fuera una dictadura, insisto, no se puede intervenir. Se puede hacer un embargo económico, como el que se hizo frente a la Sudáfrica con el apartheid.

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“Pedro Sánchez ha perdido la dignidad y la soberanía de su gobierno ante las presiones de los EE.UU.”

Y tenemos experiencias de otras intervenciones militares lideradas por Estados Unidos…

Basta mirar cuáles han sido estas experiencias. Todos los países a los que occidente (EE.UU. y la OTAN, fundamentalmente) han ido a llevar la democracia y los derechos humanos se han quedado peor, entre otras razones porque era mentira que iban a llevar todo eso, aunque hubiera habido elementos que aparentemente justificaran la intervención. Se dijo que había una limpieza étnica en Yugoslavia y no hemos dejado mejor Serbia. Dijeron que iban a proteger a las mujeres afganas, y no están mejor ahora. Dijeron que iban a proteger las minorías étnicas y los derechos humanos en Irak, y no ha sido así. Dijeron que iban a apoyar la democracia en Siria y no es un país más democrático ahora mismo. Dijeron que iban a mejorar las condiciones del pueblo en Libia y tampoco ha sido así. La experiencia nos ha demostrado que nunca fueron con la intención de mejorar los derechos humanos y nunca dejaron en mejores condiciones a estos países que antes de la intervención.

Parece que algunos referentes de la izquierda española no lo ven tan claro. Manuela Carmena y algunos dirigentes de Podemos se han desmarcado categóricamente de Maduro, mientras que Jean-Luc Melenchón en Francia o Jeremy Corbyn en Gran Bretaña han sido mucho más contundentes frente a una posible intervención militar en Venezuela.

Por un lado, hay un debate académico “buenista” que plantea que hay que hacer algo si un país está mal. Claro que siempre acabamos bombardeándolos. Quizá lo que tenemos que hacer si están mal es dejarlos en paz. Por otro lado, los políticos van por detrás de la postura que pueda dar más votos. Pablo Iglesias, a las dos horas de la detención de tres periodistas –que, por cierto, a las 24 horas estaban cubriendo de nuevo las noticias sin ningún problema—salió corriendo a condenarlo. Todo para evitar que le caiga el sambenito de ser el que está defendiendo la dictadura. Es el caso también de Manuela Carmena, que resulta incluso más indignante, ya que no se entiende que una persona que procede de la judicatura no vea la ilegalidad que supone reconocer a una persona que se ha autoproclamado presidente en un mitin. El caso de Pedro Sánchez es otro: es la pérdida de la dignidad y la soberanía de un gobierno frente a las presiones de EE.UU., como ya ha reconocido su ministro de exteriores, Josep Borrell, en El País.

¿Cómo ves el surgimiento de la nueva política de Carmena o Iglesias frente a los partidos de izquierda más tradicionales como Izquierda Unida?

Se ha consolidado la imagen de que los partidos políticos son unas estructuras poco democráticas, muy burocráticas y cupulares, y que frente a todo eso la opción ideal eran plataformas y otros espacios participativos, para acabar así con el anquilosamiento de los partidos. Pero, curiosamente, si uno empieza a analizar con lupa esas plataformas al final resulta que no están aportando ni más democracia, ni más participación, ni más pluralidad. El ejemplo más emblemático es Manuela Carmena diciendo que no va a aceptar que se le imponga a nadie en la lista. Pero ese no era el modelo participativo, colaborativo y plural que imaginábamos. Ningún secretario general de un partido que se presente a elecciones se atrevería a plantear eso, porque se entiende que no es una decisión de él, sino una decisión colectiva, de unas bases. Hemos colado algo que tenía que ser más democrático que los partidos pero ha resultado ser menos democrático. Hace diez años en IU ya empezábamos al fin a enterarnos de nuestros candidatos por una vía que no fuera la prensa, pero ahora en estas plataformas las bases se enteran por los medios.

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“Los medios catalanes han aparcado los otros problemas y sólo han hablado del Procés, y eso es pernicioso”

¿Cómo explicas que en Madrid y en Barcelona dos candidaturas amplias hayan conseguido las alcaldías?

El supuesto éxito de Barcelona o Madrid, donde candidaturas amplias han alcanzado el gobierno, no se sostiene más allá de esos dos casos. En todos los países del mundo los que gobiernan son partidos más o menos tradicionales; más o menos nuevos, pero en ningún caso es una plataforma. En Gran Bretaña están los laboristas de siempre, en Portugal una coalición de partidos y lo que ha montado Melenchón en Francia es un partido. Syriza también es un partido. Esas plataformas sirvieron para Barcelona y para Madrid, pero son fruto de un estado de ánimo –que es como yo califiqué en su momento a Podemos—y de una determinada coyuntura. Si no creas luego estructuras organizativas firmes y mecanismos internos estables de toma de decisiones y democráticos, si no lo consolidas, va a acabar siendo un partido por Whatsapp, un grupo de Facebook.

Tú que has vivido 20 años en Madrid y ahora vives en Barcelona ¿es lo mismo Carmena que Ada? ¿Se trata del mismo “estado de ánimo”?

De lo que me llega de Madrid, la percepción es que está mucho más comprometida con un proyecto de izquierdas Ada Colau que Manuela Carmena. Carmena no se moja realmente en los problemas, mientras existe cierta envidia respecto al compromiso social del Gobierno de Ada Colau aquí en Barcelona.

Viniendo de la capital del Reino de España, ¿cómo has vivido el Procés y concretamente la cobertura que se ha hecho desde medios españoles y también catalanes?

Evidentemente está todo muy polarizado, como resultaba inevitable. Los medios españoles más de izquierda –como La Marea, eldiario.es, Infolibre– creo que están siendo más justos y plurales, pero los medios de derechas están aprovechando para recuperar el nacionalismo español más rancio. Respecto a los medios medios catalanes, por el mero hecho de aparcar los otros problemas y hablar sólo del Procés eso ya es de por sí pernicioso.

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“Internet nos ha traido la pluralidad que las necesidades financieras de la prensa escrita en papel no permitían”

¿En qué momento nos encontramos en el panorama mediático? ¿Hay más pluralidad en la información o, por el contrario, mayor control por parte de los grandes grupos financieros? 

Yo que soy siempre tan crítico, pues te diría que estamos en un mejor momento que hace 15 años. Lo que pasa es que no nos acordamos. Entonces sólo teníamos la prensa de los quioscos, que todos decían lo mismo.

Y ‘Rebelión’…

Sí, y ‘Rebelión’. Que tampoco era periodismo –era también casi un estado de ánimo—, sino que era un invento que sólo servía para dar voz a los intelectuales silenciados y a los movimientos sociales. Hoy en los quioscos sigue sin existir la pluralidad, pero Internet nos ha traído la pluralidad que las necesidades financieras de la prensa escrita en papel no permiten. Esas necesidades financieras impiden que llegue la pluralidad al papel, no por el formato, que es muy válido. Esta pluralidad se asienta en la medida que entra Internet y que hay una crisis en la prensa tradicional que expulsa periodistas y hace que se tengan que reinventar. En unas condiciones laborales muy precarias, evidentemente. Los formatos colaborativos como eldiario.es, La Marea, Mongolia, viven unas situaciones muy precarias pero están haciendo un periodismo digno impensable hace 15 años y con resultados inesperados. Eldiario.es ha conseguido exclusivas importantísimas, como la de ‘los papeles de Blesa’, i Infolibre, ‘los papeles de Panamá’.

Con medios como la televisión es más difícil esta pluralidad.

El gran problema sigue siendo el medio audiovisual, sobre todo la televisión, donde el mensaje sigue siendo monolítico y bajo el control de pocas manos y pocas voces. Y también la tendencia ésta que yo llamo la “jibarización” de la información, en que todo se simplifica y lo profundo y lo elaborado cada vez tiene menos cabida.

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“Si no prohíbes las mentiras, ganará quien tenga la capacidad de mentir más fuerte: los poderosos”

Además hace tiempo que se alerta sobre el incremento de las llamadas ‘fake news’. Tu fuiste un precursor con tus artículos sobre “perlas” o “erratas” en los medios de comunicación.

No hemos democratizado la información, pero sí hemos democratizado la desinformación. Ya todos podemos mentir y decir estupideces en los medios, lo cual evidentemente no es democratizar. Nadie se ha planteado seriamente acabar con ello. La izquierda tiene un problema con esto. No se atreve a prohibir las mentiras porque cree que va a ser una vía de censura, con lo que estoy absolutamente en desacuerdo. Si no prohíbes las mentiras va a ganar quien tenga la capacidad de mentir más fuerte, y quien tiene esa mayor capacidad son los poderosos, así que van a salir ganando. Así que habría que perseguirla con todo el aparato legal.

¿Qué entiendes por mentiras?

Por ejemplo, en una tertulia yo creo que alguien puede defender que la dictadura franquista fue buena para España, porque es una opinión, pero no puede decir que con Franco no hubo represión ni muertos, porque es mentira. Y esas mentiras son las que alimentan a ciertos partidos políticos.

¿Qué medios recomendarías para evitar esta desinformación y minimizar el impacto de las ‘fake news’?

Yo leo con frecuencia Eldiario.es, Infolibre, La Marea, Público (aunque su modelo organizativo sigue siendo empresarial), pero también hay que leer otros. Todo depende del sustrato cultural o de formación previa, que te pueda permitir leer El País o ver Tele 5 sin perderte. En el caso de las televisiones, está Russia Today (RT) o Telesur. Aunque es cierto que hay un poder fáctico detrás, su sesgo no es mayor que el de las televisiones que nos dicen que son neutrales y objetivas. Y respecto a los temas polémicos, incluso relativos a España, nos pueden aportar una visión mucho más amplia. También recomiendo leer libros y reportajes de política internacional. Hay que leer ‘Le Monde Diplomatique’. Resulta más rentable el tiempo hoy en leer un buen libro sobre Venezuela que consumir todos los días dos minutos de televisión sobre lo que ocurre en Venezuela. Así estarás más informado. Lo mismo se puede aplicar a Rusia, África o incluso al Procés. Dediquémosle más tiempo a conocer en profundidad los temas en lugar de surfear en tiempos cortos y espacios breves, porque entonces no vamos a conocer nunca nada en profundidad. Hay que partir de un nivel cultural y de conocimiento previo, sino estamos vendidos. También hay que tener en cuenta la propiedad del medio. Si estamos frente a un medio colaborativo, cooperativo, de unos periodistas que se han reunido, como CRÍTIC, yo creo que partimos de un nivel de decencia, honestidad y fiabilidad respecto a los medios que dependen de unos accionistas con sus intereses económicos.

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