12/02/2019 | 17:00
Si nada cambia (y es muy probable que nada cambie) este miércoles romperé la disciplina de voto de mi grupo parlamentario y votaré NO a los presupuestos del PSOE. Escribo estas líneas para explicar el sentido de mi voto y, a partir de ahí, hacer una reflexión sobre lo que ha dado de si la presencia de Unidos Podemos-En Comú Podem- En Marea en esta legislatura que parece entrar en su fase final.
El programa electoral de En Comú Podem para las elecciones generales (las del 20-D y las del 26-J) decía: “Los Derechos Humanos son innegociables“. Que una frase como esta esté escrita en un programa electoral puede parecer innecesario pero, lamentablemente, nada está excluido del mercadeo político que cada día vemos en las instituciones. Incluso el derecho a la vida está en venta y con el bloqueo del Open Arms y el Aita Mari lo estamos viendo claramente.
El mal menor igual que el mal mayor
La cronología política de la legislatura vendría a ser la siguiente: primero nos tuvimos que tragar a Rajoy y a su gobierno, una máquina de atacar los derechos humanos desde todos los frentes posibles. Después vino la moción de censura y la oportunidad de echar Rajoy y posar en su lugar Pedro Sánchez. Una decisión difícil teniendo en cuenta que nuestra razón de existir políticamente es la conciencia que las diferencias entre los dos miembros del bipartito del 78 son meramente cosméticas. Las plazas fueron claras: PP=PSOE. De todos modos, y sin la fuerza necesaria para hacer la enmienda a la totalidad que queríamos hacer, teníamos que elegir. Deprisa y corriendo decidimos elegir lo menos malo. En relación al tema que nos ocupa, los derechos humanos en la Frontera Sur, el mal mayor era el PP del Tarajal, las concertinas y dejar que se llene la fosa común del Mediterráneo. El mal menor era un PSOE que el 27 de septiembre de 2017 decía al Pleno del Congreso cosas como esta:
“En 2015 la crisis de los refugiados conmocionó a Europa cono imágenes que pensábamos que no íbamos a volver a ver en nuestro continente (…) La imagen del cuerpo del niño Aylan Kurdi en una playa turca fue la gota que hizo estallar la indignación de la ciudadanía (…) gracias a las ONG cada día se pueden salvar vidas (…) Para el Grupo Parlamentario Socialista esta se una cuestión de máxima prioridad (…) porque la vida de miles de personas está en juego (…) Se algo que no se olvida en la vida: la mirada de ese padre o de esa madre que un día decide abandonarlo todo para salvar a sus hijos y se juega la vida en el mar (…) Estamos hablando de gente que huye del infierno para salvar la vida, que se lo único que en ese momento pueden salvar. (…) La historia no nos va a absolver si otro invierno vemos a miles de personas y miles de niños lo vallo de Grecia e Italia. Eso no nos lo va a perdonar el futuro”.
Si la gente se estaba muriendo en el Mediterráneo y había la posibilidad de poner un gobierno que parara esto, creo que no había margen. Contradicciones, muchas, pero a veces hay que moverse y arriesgar. Arriesgamos… y nos equivocamos. El mal menor está haciendo lo mismo que el mal mayor: provocando muertes evitables en el Mediterráneo.
Con el bloqueo del Open Arms y el Aita Mari por parte del PSOE entendí que era imposible seguir apoyando al gobierno
No es un tema menor. No es un desacuerdo, ni una cuestión de gradación. El bloqueo del Open Arms y el Aita Mari por parte del PSOE es un ataque abierto, directo y claro contra el derecho humano sobre el que se descansa todo el resto: el derecho a la vida. Ante esto, ¿qué tenemos que hacer las que -llenas de contradicciones- pusimos al PSOE al gobierno?
Cuando vi la noticia de que el PSOE bloqueaba estos dos barcos y cuando escuché a Òscar Camps decir que “cada hora que pasa supone más muertos” entendí que era imposible seguir apoyando al gobierno responsable de estas muertes y que, como dice nuestro programa electoral, los derechos humanos eran innegociables.
Cuando comuniqué mi decisión de votar “todo que no” mientras el Open Arms y el Aita Mari estuvieran bloqueados me encontré con dos reproches de los miembros de mi grupo parlamentario. El primer reproche era que votando “todo que no” yo estaba “confrontando derechos”. El segundo reproche era que yo había actuado unilateralmente rompiendo la toma de decisiones colectivas. Estos dos reproches abren debates absolutamente inaplazables.
¿Estoy confrontando derechos?
Me dicen que si voto “a todo que no” estoy “confrontando derechos”. Si el PSOE propone, por ejemplo, una subida de un 1,5% a las pensiones y yo voto en contra estoy “confrontando” el derecho a la vida de los que se ahogan en el Mediterráneo con el derecho de los pensionistas a tener unos ingresos dignos. No estoy de acuerdo. Quién confronta derechos es el PSOE cuando plantea que, si queremos mejoras en las pensiones, tenemos que aceptar su decisión de dejar morir a los náufragos al mar.
La disyuntiva es entre usar toda nuestra fuerza ante un crimen contra la humanidad o convertirnos en comparsa
Ante un PSOE que nos quiere obligar a negociar con derechos humanos, trabajo político. La disyuntiva no es “todo que no” o mirar a otra parte ante un crimen contra la humanidad. La disyuntiva es entre usar toda nuestra fuerza o convertirnos en comparsa. Seguramente el PSOE ha decidido bloquear los barcos presionado por fuerzas muy poderosas: el ascenso de Vox, la Unión Europea y la proliferación del discurso xenófobo. Si Sánchez sabe que del otro lado no tiene presión porque sabe que nos tragaremos el sapo, la partida la gana Vox. Por incomparecencia nuestra.
Si todo el mundo, desde Richard Gere hasta el Papa de Roma, consideran el bloqueo “intolerable”, “salvaje”, “vergonzoso” y “racista” ¿como es que nosotros, diputadas y diputados, no usamos todas nuestras armas? Es imprescindible que desde el Ayuntamiento de Barcelona apoyemos y concedamos medallas, que escribamos cartas a los ministros y que critiquemos en ruedas de prensa la decisión del PSOE. Pero si todo esto no da resultados quiénes han decidido que no podemos usar el arma más poderosa que tenemos: los escaños que nos ha dado la gente bajo la promesa que “los derechos humanos no se negocian”? ¿Y si nos hubiéramos plantado todos los que hicimos Sánchez presidente? Estoy segura que habría cedido. Hoy por hoy, pero, no tiene ningún incentivo para hacerlo. Es más efectivo Vox y su discurso que la fuerza de nuestros 67 diputados y diputadas. Y esto es así porque alguien ha decidido que “ahora no toca”.
¿Aquí quién decide?
Y esto me lleva a responder a la siguiente crítica: dicen que he actuado de manera unilateral. Efectivamente, no me sometí a ninguna asamblea para tomar mi decisión. Cuando saltó la noticia del bloqueo del Open Arms entendí que la única respuesta posible era plantarse de manera clara y radical contra esta decisión criminal. De hecho pensé que todos los grupos que hicimos presidente Pedro Sánchez tendríamos claro que aquella decisión era intolerable. Pero no fue así y mi grupo me reprochó haber actuado de manera unilateral. Y aquí viene la pregunta: si los derechos humanos no son negociables, ¿qué otra respuesta merece el PSOE que la retirada total y absoluta de nuestro apoyo? ¿Hay que discutir si apoyamos a o no un gobierno que toma decisiones que comportan la muerte de personas en el mar? ¿Hay que hacer asambleas para decidir si lo aceptamos? ¿Por qué a nadie se le ocurre debatir sobre si salvaríamos un barco que se hunde a la costa del Estartit con noventa niños de P3 de una escuela catalana pero y si sobre una patera con 90 niños que escapan de una guerra? ¿Dónde es la línea roja? ¿Por qué ningún Parlamento de ningún estado miembro de la UE da un golpe sobre la mesa ante la barbarie de las muertes en el Mediterráneo? ¿Por qué ningún grupo parlamentario se planta y desobedece lo que haga falta?
Cómo decía al principio, soy consciente que no todo es blanco y negro y que hay muchos matices y lugares intermedios. ¿Pero dónde está el lugar intermedio entre dejar morir personas en el mar o rescatarlas? ¿No es cierto que nunca apoyaríamos a un gobierno que facilitara que las mujeres fueran asesinadas por sus maltratadores? ¿No es cierto que no apoyaríamos nunca a un gobierno que facilite las violaciones en grupo? ¿No es cierto que nunca haríamos una asamblea para decidir si apoyamos a un gobierno que promueve activamente que las personas LGTBI fueran asesinadas por las calles? Pues yo me pregunto: ¿cuál es la diferencia entre todo esto y apoyar un gobierno que toma una decisión que, como dice Òscar Camps, provoca muertos por ahogamiento en el Mediterráneo?. Yo no veo ninguna diferencia. O quizás solo una. Inevitablemente me resuena la frase ‘primero los de casa’ y me remueve la conciencia.
¿Por qué se convoca una consulta ciudadana sobre “el casoplón” y no para decidir si apoyamos a un gobierno que ejecuta política de ultraderecha?
Sea como fuere, aceptemos por un momento lo inaceptable y que por una coyuntura extraordinaria nos tenemos que plantear apoyar a cualquiera de estas acciones criminales. ¿Quién tendría que tomar esta decisión contraria a todo lo que representa nuestro espacio político? ¿Un pequeño grupo de diputados? ¿Alguna dirección de grupo? ¿Alguna cúpula de partido? Yo creo que no. Y hasta donde yo tengo conocimiento la “decisión colectiva” que presuntamente yo rompo no ha sido tomada por ningún órgano de partido ni tengo noticia que se hubiera abierto un debate entre las direcciones ni, mucho menos, que se consultara a la militancia sobre una cuestión tan trascendental. ¿Entonces qué decisión colectiva estoy rompiendo? ¿La de unos pocos diputados? ¿Es esto una “decisión colectiva”? Si de verdad el tema es tan “intolerable”, tan “vergonzoso” y que “cada hora que pasa provoca muertos de gente inocente” ¿como es que no abrimos un debate a todos los niveles? Dicho de otro modo: ¿cómo es que se convoca una consulta ciudadana sobre “el casoplón” de en Pablo e Irene y no se convoca nada para decidir si aceptamos apoyar en un gobierno que ejecuta políticas de ultraderecha? ¿O la “participación” solo es para hacer listas electorales?
Tengo que decir que aunque toda la militancia estuviera a favor de apoyar a la política criminal del PSOE, para mí seguiría siendo inadmisible. Pero entonces seria yo que estaría representando un grupo humano con el cual no comparto los mínimos valores éticos. Pero mientras la militancia, de manera debatida, razonada y abierta no tome esta decisión, la principal decisión colectiva a la cual me siento vinculada es el programa electoral que votaron 900.000 personas y que dice que los derechos humanos son innegociables. Y votando que NO a las propuestas de un gobierno criminal estoy cumpliendo el programa electoral.
Aceptar una contradicción por carencia de fuerzas es una cosa y otra, decir que esto es un triunfo espectacular
Y esto me lleva a abrir todavía más el foco y plantear una enmienda a la totalidad. Los incumplimientos del gobierno que nosotros hemos puesto no solo tienen que ver con el Open Arms y el Aita Mari. Tienen que ver con la reforma laboral, la ley mordaza, la publicación de la lista de defraudadores, la negativa a regular el precio del alquiler, a derogar el 135, la abogacía del Estado de la mano de Vox, las detenciones arbitrarias de periodistas en Cataluña, el presupuesto creciente en armamento, el apoyo a las políticas internacionales de Donald Trump. ¿Habíamos venido a sostener un gobierno así? Y mientrastanto los barones socialistas diciendo “golpistas” a Cuixart y al resto de presos políticos… El manifiesto fundacional de Podemos decía: “estamos encantados y encantadas de que escocesas y catalanas puedan hablar y decir qué futuro desean, miedo tanto, que apoyamos la celebración de la consulta convocada en Cataluña para el 9 de noviembre” y durante la campaña electoral nos cansamos decir que lucharíamos por un referéndum. Hoy ya nunca hablamos de referéndum. ¿Quien lo ha decidido? ¿Esto no lo tenía que decidir “la gente”? ¿Quien ha tomado la decisión de que tragarnos todo esto es inevitable? Y aún más importante: ¿quien ha tomado la decisión de tragarnos todo esto sin decir ni pio?
Lo que más me estremece no es tener que dar apoyo todo esto. Lo que más me estremece es apoyar todo esto como si fuera un triunfo. Pondré un ejemplo sobrecogedor. El manifiesto fundacional de Podemos (del cual fui firmante) decía claramente que “estamos ante uno golpe de estado financiero” y añadía: “La austeridad y los recortes ahogan nuestra vidas, hay que derogar el artículo 135 de la Constitución española”.
Obviamente no tenemos la fuerza para hacerlo y hemos tenido que conformarnos con votar a favor de levantar un poco el límite de déficit impuesto por Bruselas, la troika y el artículo 135. Pero aceptar una contradicción por carencia de fuerzas es una cosa y otra cosa es salir a decir que esto es un triunfo espectacular. ¿Quién ha decidido que a lo máximo que podemos aspirar es a unas pocas concesiones del PSOE?
Una rendición política histórica
Imaginemos que se abre un debate entre los 500.000 inscritos e inscritas sobre el tema. Imaginemos que en este debate, hecho círculo a círculo, barrio en barrio, se trabajan los argumentos, se plantean estrategias para presionar Sánchez y que se organizan movilizaciones por apretar al PSOE. Imaginemos, incluso, que después de todo esto, decidimos tragarnos el sapo. Me lo tragaría con gusto porque durante el proceso de debate habríamos crecido y habríamos marcado horizontes amplios. Pero en vez de esto, alguien ha decidido aceptar el 135 como inevitable y hoy vemos a los representantes de nuestro espacio que nace de la impugnación general intentar convencer de que los presupuestos del PSOE son fantásticos. A veces, incluso, con más fuerza que el mismo PSOE. Y no lo digo yo: lo dijo hace dos días una portavoz de Podemos a la Sexta. En prime time.
Nada de debates populares. Alguien ha decidido que hay que defender los presupuestos del PSOE sin hacer crítica o, en el mejor de los casos, hacerla bajito. Y como sustituto del debate en las plazas, la asunción de la burocracia institucional. Vuelvo al manifiesto fundacional de Podemos: “la conversión de los parlamentos en órganos burocráticos y sin capacidad política ha dejado la ciudadanía abandonada a su suerte”. Y en vez de denunciar día detrás día los límites de las instituciones, en vez de advertir que no podremos conquistar nada que merezca la pena solamente desde las instituciones, intentamos convencer la gente que “hemos arrancado” no sé qué compromiso al PSOE y hacemos competición para ver qué diputada ha registrado más Proposiciones No de Ley. Hace un par de semanas, una persona con un rango muy elevado de la vida parlamentaria me dijo: ‘tú grupo lo está haciendo muy bien, la verdad es que ha aprendido muy rápido lo funcionamiento del Congreso’. Me quedó el corazón helado.
La gente bajó a las plazas para impugnar el chantaje constante a que nos sometía el bipartidismo y hemos caído de cuatro patas
Una rendición política histórica que no solo afecta el grupo parlamentario y los botones que pulsa en las sucesivas votaciones sino al futuro de nuestro país. Recordemos los miles de personas rodeando lo Congreso denunciando el “golpe de estado” del 135, recordemos las plazas de todo el Estado levantadas impugnándolo todo y creyendo en la movilización como herramienta de presión. Hoy queda muy poco de todo esto y tengo el presentimiento que los responsables somos nosotros por habernos encerrado a negociar con el PSOE, por haberlo confiado todo a unas cuántas ruedas de prensa, a unas PNL inútiles y a unos “relatos” construidos por unos pocos “expertos” que hacen y deshacen y deciden con las ojeras de la demoscopia. Unas ojeras que, por cierto, parece que estén muy mal graduadas. El castigo electoral será duro. Y en la calle, en vez de manifestaciones contra Merkel, la troika y las privatizaciones, tenemos a Vox, Ciutadans y PP.
Hace meses que, sin que nadie sepa muy bien como, sin que nadie haya sido consultado, sin que se haya hecho un debate en profundidad sobre la cuestión, nuestro espacio está defendiendo los presupuestos del PSOE con uñas y dientes. Los argumentos, básicamente, son dos: “estos presupuestos mejoran la vida de la gente” y “suponen una mejora en relación a los del PP”. Efectivamente creo que estas dos cosas no se pueden negar. ¿Pero habíamos venido a esto? Desde 1978 esto siempre ha sido así. Nadie puede negar que el bipartidismo que denunciamos en las plazas se basaba justamente en esto: el PP y el PSOE eran diferentes en ciertas cuestiones pero estructuralmente eran lo mismo. Asumiendo que hay que apoyar al PSOE porque “es mejor que el PP” rompe con la impugnación que nuestro espacio tenía que representar. La gente no salió a las plazas hace 8 años para pedir unas pequeñas mejoras en algunas partidas presupuestarias sino, justamente, para impugnar el chantaje constante a que nos sometía el bipartidismo. Nosotros, que veníamos a traer aquella impugnación a las instituciones, hemos caído de cuatro patas. Y si, ya sé que la política es el arte de aquello posible y ya sé que las cosas son complejas y ya sé que a veces el realismo de las instituciones obliga a hacer concesiones. Pero si el posibilismo, la complejidad y el realismo te llevan a negar aquello que te hizo nacer, sencillamente ya no eres útil.
Cuando entramos en el Congreso molestábamos. Ahora me parece no no molestamos tanto
Siendo fiel al clamor que sonaba con fuerza lo 15-M siento que la institución nos ha desactivado y ha hecho que nos adaptáramos, demasiado rápido, al tablero de juego parlamentario. La consecuencia es que cualquier brizna de desobediencia al “decoro parlamentario” ha quedado fuera de la estrategia que queríamos llevar a cabo.
Del mismo modo que Rosa Parks se quedó sentada al asiento de un autobus, no puedo evitar pensar que hubiera sido necesario romper con las normas del juego y decir basta a estrategias y cálculos electorales que, en el mejor de los casos, permitirán arañar unas cuántas migajas al Régimen del 78. Y vuelvo al manifiesto fundacional de Podemos: “La movilización popular, la desobediencia civil y la confianza en nuestras propias fuerzas su imprescindibles”.
Y es imprescindible todo esto porque como nos recuerda Santiago Alba Rico “el capitalismo respira demasiado ruidosamente para que el Derecho o la política parlamentaria puedan decidir nada que tenga la más mínima trascendencia económica”. Cuando se trata de cambiar una ley que de verdad mejoraría la vida de la gente, allá adentro se calcula si afecta los bolsillos de la banca y de las multinacionales. Y no falla nunca: el bipartidismo aflora con fuerza y vota conjuntamente con la connivencia de los recién llegados de C’s.
Recuerdo con mucha emoción el primer día que entramos al hemiciclo una buena pandilla de personas con mochilas, abrigos, como el mío, con una manga descolorida, bambas, tejanos desgarrados y muchas, muchas ganas de acabar con el régimen del 78. Recuerdo cuando desde la bancada del PP nos gritaron ‘iros a la playa!’. Un aire fresco, apasionado, combativo, esperanzador irrumpía con fuerza en medio de unos muebles nobles y unas alfombras pasadas de moda. Recuerdo con añoranza ese espíritu de querer cambiarlo todo. Recuerdo que la imagen convencional de lo que se entendía cómo “el Congreso de los Diputados” había cambiado por siempre. Molestábamos. Molestábamos mucho allí dentro. Me parece que ya no molestamos tanto. Ahora mi grupo “ha aprendido muy rápido lo funcionamiento del Congreso” en medio de estrategias y cálculos que nos llevan a elegir el mal menor en cuestiones donde cualquier mal es inaceptable. Y me sabe mal ser tan sincera, pero no puedo decir otra cosa que, no era això, companys, no era això…
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