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Opinió

13/11/2018 | 19:00

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Desde mi último artículo en CRÍTIC, he realizado dos entrevistas que exponen puntos de vista antagónicos entre sí. Ambas versan sobre lo que ha sucedido en Grecia los últimos cuatro años. Una es la entrevista al grupo anarquista Rouvikonas, un colectivo que practica la acción directa y se opone frontalmente a las políticas de austeridad que ha aplicado el gobierno de Alexis Tsipras. La otra es al diputado de Syriza Costas Douzinas, presidente del Nicos Poulantzas Institute, que expone las dificultades de acceder al gobierno con una correlación de fuerzas extremadamente desfavorable y la diferencia entre “llegar al gobierno” y “tener el poder”.

Son dos visiones aparentemente irreconciliables pero ambas me parecen realmente interesantes. No voy a decir que son complementarias porque no es verdad; cada una expresa una manera de entender el momento histórico que vivimos. Creo que no tiene ningún interés buscar el mínimo común denominador que las reconcilie. Por el contrario, lo que quiero destacar es que ambas me parecen interesantes porque expresan contradicciones, humildad, autocrítica e inmanencia.

Humildad

Durante la última década hemos experimentado la adrenalina de la victoria; estábamos a punto de ganar, según decían. Municipalistas, indepes, partidarios del cambio… Por primera vez desde los 70, el concepto “victoria” se instaló en el discurso habitual. Creo que ha llegado el momento de asumir que no hemos ganado y de volver a ser humildes. Volviendo a las dos entrevistas: en la primera pregunta, los miembros de Rouvikonas declaran: “Obviamente, si me preguntas cuál es nuestro horizonte, es la anarquía y el comunismo. Pero, en fin, en esta fase en la que nos encontramos damos prioridad a la lucha de resistencia. Estamos muy lejos. Estamos muy lejos e intentaremos hacerlo con todas nuestras fuerzas dentro del marco social en el que vivimos”.

Durante la última década hemos experimentado la adrenalina de la victoria. Es el momento de asumir que no hemos ganado

Douzinas se expone en su entrevista reconociendo una gran derrota, algo muy pocas veces escuchado a un diputado en activo: “fallamos, lo intentaremos de nuevo, fallaremos mejor. Y, en algún momento, tal vez incluso ganemos”, reconoce, porque “nosotros, la izquierda del siglo XXI, ahora que no hay teorías socialistas que podemos aplicar directamente debe mirar hacia el horizonte. Un horizonte de igualdad y democracia”.

La humildad no es incompatible con tener convicciones firmes. Tanto Rouvikonas como Douzinas las tienen. Lo que me gustó de ambos es que no tuve la sensación de que me estuvieran vendiendo la moto con discursos triunfalistas en ningún momento.

La contradicción

Este punto me parece aún más importante que el anterior. Douzinas es profesor en una prestigiosa facultad de Londres. Es un intelectual de prestigio que, a nivel personal, no ganaba nada al convertirse en diputado en un momento tan complicado como las elecciones de septiembre de 2015, la que convocaron después de firmar el rescate de la Troika. Esta asunción de contradicciones que hace Dozuinas tiene una dimensión personal y otra política: “La principal decisión en 2015, tras la derrota en las negociaciones, fue no tirar por la borda toda la idea de estar en el poder y no haber dicho ‘ok, fuimos derrotados. Toma, Derecha, hazlo tú que conoces mejor este sistema porque tu ideología es neoliberal’. No; decidimos seguir. […] Por supuesto que podíamos habernos lavado las manos y convertirnos en lo que Hegel en la fenomenología denomina “almas bellas”. Podríamos habernos alejado de la política y mantener la pureza de nuestras ideas, ideología, etc. Decidimos mancharnos, aprender a nadar, y eventualmente llegar a la otra orilla para comenzar a introducir políticas de clase más coherentes. Esperemos que a finales de este año se dé esto”.

Otro párrafo de Douzinas en el que explica que tuvieron que asumir más contradicciones: “la primera tarea que el primer gobierno de izquierdas de Grecia tuvo que hacer fue convertir Grecia en un verdadero Estado. Podrías decir incluso que en un verdadero Estado burgués que pueda hacer lo que hace el Estado alemán, británico o francés. Eso era necesario para después, en una segunda fase, poder usar el Estado para comenzar a introducir medidas democráticas y sociales. Tienes que aceptar en determinados temas que has sido derrotado y continuar avanzando para aspirar a que el balance final de la legislatura de cuatro años sea positivo. Podría ser, podría, ser positivo. Yo creo que hasta ahora ha sido un poquito positivo. Pero también te da la oportunidad para moverte hacia el siguiente paso”

La autocrítica

Hablar de la necesidad de autocrítica es un lugar común entre políticos y activistas. Pero, a la hora de la verdad, la mayoría recuerdan al típico aspirante que en una entrevista dice que su mayor defecto es que es demasiado perfeccionista. Rouvikonas es implacable con SYRIZA. Durante la entrevista acusan a Tsipras de aprobar leyes peores de lo que la derecha se atrevería a aprobar y de haberse valido del movimiento anti-austeridad de las plazas para llegar al gobierno y, desde allí, traicionarlo. Y, sin embargo, rechazan toda autocomplacencia para explicar por qué ya no hay tanta movilización como hace unos años: “En estos momentos la sociedad griega está en shock. Han fallado tanto las luchas de los anarquistas como las demás partes del movimiento antagonista que confiaron. El camino fácil es acusar a SYRIZA y acusar a la socialdemocracia por hacer aquello que hacen pero un camaleón siempre actúa como un camaleón. Ese es su comportamiento. Lo que revela el periodo anterior es que las fuerzas revolucionarias del movimiento griego no lo lograron… Esta apatía significa que continúa la situación de austeridad, de recorte de derechos laborales. No es una crisis que ha venido y se ha ido. Es una crisis en la que el Capital está arrasando con todo. El tema es que en este momento el nivel de lucha en la sociedad griega –más allá de algunas acciones que podríamos llamar temáticas que hacen los grupos como Rouvikonas– es muy baja, es el último soldado en pie. La apuesta para el próximo periodo es el resurgir del movimiento, antes que nada en las calles, y esta es una de las cosas que Rouvikonas intentará en la medidas de sus fuerzas, digamos de protagonizar, digamos de impulsar”.

La inmanencia

La última cuestión que quiero destacar es que ambas posturas pretender responder a qué hacer aquí y ahora. Son pensamientos situados que anteponen el análisis circunstancial frente a la visión puramente ideológica. Douzinas lo explica así: “No tenemos un plan perfecto. No tenemos una receta que podemos aplicar. Vamos aprendiendo mientras vamos haciendo. Siempre hay que contemplar el miedo que algunos izquierdistas de diferentes lugares han expresado respecto a que podemos ser asimilados. Ese miedo existe. Hay un hueco enorme en el centro socialdemócrata y hay cierta gente que quiere impulsar a SYRIZA en esa dirección. Y puede pasar. No puedo asegurar con certeza que eso no va a ocurrir. Pero no ha sucedido todavía y, afortunadamente, algunos de nosotros vamos a luchar para evitar que suceda algo así”. Por su parte, Rouvikonas afirma: “Un problema que tienen siempre los revolucionarios es que que no entienden que la sociedad comprende el coste de la revolución, por lo que la decisión de la revuelta tiene un precio muy alto. Nuestro trabajo, como anarquistas, es valorar que aunque no seamos nosotros los que logremos tal cambio social, haremos todo lo posible para que sean nuestros hijos los que lo consigan. Nos hacemos mayores y empezamos a creer que no seremos nosotros los que lo vamos a lograr pero lo básico es esto: dejar condiciones mejores que las que había cuando empezamos a luchar. Toda persona que se quiera considerar luchadora tiene que dejar como legado mejores condiciones que las que encontró”

Para que una tertulia funcione debe reafirmar tus ideas preconcebidas en una lógica binaria: a favor o en contra

Humildad, contradicción, autocrítica y pensamiento situado. Cuatro características muy poco habituales en los discursos políticos en Cataluña y en el Estado español. Son precisamente las cualidades que un opinador debe evitar a toda costa para ser un buen tertuliano. Un buen tertuliano no escucha, siempre tiene razón, nunca reconoce estar equivocado y, lo más importante, nunca cambia de opinión. Una tertulia televisiva no es un espacio de reflexión, es un espectáculo basado en la sucesión de monólogos estereotipados. Para que una tertulia funcione como lo que es, como entretenimiento, debe reafirmar tus ideas preconcebidas en una lógica binaria y simplista: a favor o en contra. Las entrevistas a Rouvikonas y Douzinas son un intento de hacer exactamente lo contrario, porque estoy harto de que el periodismo cada vez consista más en opinión y menos en información.

Pero, entonces, ¿por qué escribo un artículo de opinión en vez de un reportaje? Porque menos de cinco contradicciones es dogmatismo.

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