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Opinió
Sergi Cutillas

Sergi Cutillas

Economista i membre de la cooperativa Ekona

El impacto del coronavirus y las posibilidades transformadoras de la respuesta

Esta crisis de salud pública puede ser una nueva oportunidad para que los estados recuperen competencias y se construya un nuevo orden internacional más democrático

17/03/2020 | 08:00

En los últimos días muchas sociedades en todo el mundo se encuentran en estado de ‘shock’ por las medidas que se están tomando para combatir la propagación del virus Covid-19. La enfermedad amenaza con colapsar los sistemas de salud por la velocidad con la que se contagia, lo que podría provocar males mayores y poner en riesgo la población que necesitara ser atendida por otras causas. Las medidas de contención y mitigación del contagio van en la dirección de reducir a la mínima expresión nuestras interacciones personales, lo que supone detener la economía. Ya se ha declarado el estado de alarma y el paro general para confinar a la población. Sólo servicios básicos como los de la alimentación y la salud quedarán abiertos durante este periodo. La pregunta del millón es ‘¿qué consecuencias económicas puede tener este paro?’.

La necesaria intervención del sector público ante la crisis

Aunque ha habido interrupciones importantes en los suministros que vienen de China y se han parado algunas cadenas de valor globales, el problema principal lo puede causar la falta de demanda que provoque la pérdida de ingresos y la subida del paro que se producirá en este periodo de parada. ¿Por qué una falta de demanda temporal puede multiplicar sus efectos y provocar problemas mayores? Porque entramos en esta nueva crisis pisando sobre los cimientos que nos dejó la mala resolución de la anterior crisis: un mercado laboral devaluado y temporalizado; unos balances financieros frágiles tanto de las familias (a pesar de haberse reducido el endeudamiento hipotecario, éste sigue siendo muy alto), como de las empresas no financieras y de los bancos; una inversión extranjera en caída pronunciada desde finales de 2018; y una gran dependencia del turismo, un sector que quedará tocado durante meses o años.

La única manera de evitar una crisis económica más profunda es que el sector público intervenga con contundencia

La única manera de evitar que el choque se convierta en una crisis económica más profunda es que el sector público intervenga con contundencia para que las pérdidas no se multipliquen. El principal riesgo de estas situaciones es que se tarde demasiado en actuar y que las medidas que se tomen sean demasiado graduales y generen poca confianza. Podríamos decir que, de alguna manera, la crisis económica que puede generarse tiene algunas semejanzas con la propagación del virus, en cuanto a evolución sistémica: comienza con un evento puntual y localizado, que se difunde y genera un efecto contagio o efecto dominó . Si se detiene en las primeras etapas, puede quedar en un impacto menor, pero si se deja crecer, como comprobamos en 2008 cuando se dejó caer Lehman Brothers, el problema se puede volver masivo.

Ya hemos tenido los primeros ejemplos de cómo no se deben hacer las cosas con las medidas que ha propuesto el gobierno español. El presidente Sánchez expresó al estilo de Draghi (en referencia a su histórica intervención del julio del 2012 en la que detuvo la especulación contra el euro afirmando que harían lo que fuera necesario para salvar el euro), que “haremos lo que haga falta, donde haga falta, cuando haga falta”. Pero esta afirmación vino acompañada de momento de medidas tímidas: una inyección de 3.800 millones de euros extras para Sanidad, y 14.000 millones de euros destinados a moratorias y aplazamientos de los pagos de impuestos y las cotizaciones por parte de empresas y autónomos, líneas de crédito para empresas, mayor cobertura de la baja por enfermedad y ayudas para los que dejen de trabajar para cuidar a sus hijos durante el cierre de escuelas. La razón subyacente de esta timidez, como siempre, es la razón de estado de la Unión Europea: el cumplimiento con los objetivos de déficit y la reducción de la deuda.

Devolver la confianza en la gestión pública

El sector de la Salud se enfrenta a un gran reto, que necesitará todos los medios disponibles, públicos y privados, para poder aumentar la capacidad de atender a la población. La situación se corresponde, de alguna manera, a la de estado de guerra. El gobierno debería invertir según las necesidades de cada momento y en exceso, y no según las restricciones presupuestarias o las limitaciones de déficit. La historia nos dice que el endeudamiento público (o monetización del déficit) en estos momentos críticos de la historia permite al sector público asumir el liderazgo para coordinar e impulsar la economía y evitar que la sociedad se degrade por el miedo y el impacto de la crisis en la salud y la economía. Para ello, los gobiernos deben transmitir que nadie quedará desamparado. Es normal que la gente no confíe en las autoridades públicas en el neoliberalismo, porque lo que se ha transmitido durante las últimas décadas es que estamos solos frente a nuestro éxito o nuestro fracaso. La digestión de la crisis del 2008 fue muy dura y la falta de confianza en el sistema y en la política no ha parado de crecer desde entonces. Esta falta de confianza es lo primero que se debe abordar.

El Estado debe recuperar la confianza de la población garantizando medidas económicas masivas

En cierto modo, esta es una oportunidad del Estado para recuperar la confianza de la población, perdida de forma acusada a partir de 2008. La confianza sólo se puede recuperar combatiendo el miedo con protección. Y ésta no puede ser de tipo retórico o posmoderno, que es lo que caracteriza la política en el neoliberalismo postcrisis. Debe ser material: garantizando con medidas económicas masivas que la población no estará sola ante lo que ocurra.

Convertir el miedo en potencial transformador

En paralelo al miedo generalizada de estos días, personalmente, he percibido muestras grandes de fraternidad, de necesidad de compañía y de formar parte del colectivo. Y no sólo de amigos y familiares, sino también de desconocidos con quienes hemos intercambiado sonrisas, palabras cariñosas y de apoyo en situaciones cotidianas. El miedo tiene estas cosas: por una parte nos puede aislar y separar, pero si conseguimos que no nos bloquee y nos damos cuenta de que todos lo estamos sufriendo al mismo tiempo, nos puede unir, y esto puede ser transformador. Los gobiernos deben entender esta fuerza social latente y asumir el liderazgo para cohesionar la sociedad y hacerla emerger en forma de solidaridad que permita construir una sociedad más sana. Hacer esto significa dejar atrás el neoliberalismo para siempre. Establecer rentas básicas temporales para la población, moratorias en el pago de las hipotecas, créditos al consumo, suministros y alquileres. Ayudas en forma de crédito y subvenciones a la industria, al sector de los servicios, y en especial de los sectores más informales y con menor red de apoyo. Y también: planes de apoyo, de formación y de creación de puestos de trabajo para aquellos que se queden en paro. Si no se hace esto, el impacto económico del bloqueo para los estratos más pobres de la población puede tener peor impacto en su salud que la misma epidemia.

Transitar el camino que deje atrás el neoliberalismo requeriría que los gobiernos recuperaran la soberanía fiscal necesaria para enfrentar la actual crisis. Cuestionar los tratados de la Unión Europea (UE) que imponen la austeridad y también sus instituciones, que durante estos años han reclamado e impuesto recortes en el sector de la salud de forma sistemática, y han extorsionado al gobierno español para que cambiara la Constitución y priorizara los acreedores por delante de los derechos fundamentales de la población española (véase aquí la famosa carta de Jean-Claude Trichet a José Luis Rodríguez Zapatero de agosto de 2011 que supuso el cambio constitucional, en la que le pedía que impusiera la austeridad si quería que el Banco Central Europeo [BCE] evitara la quiebra de España, en un contexto de máxima presión con la subida descontrolada de la prima de riesgo de la deuda).

Italia y el potencial de una nueva crisis del euro

La crisis de salud pública y económica que sufre Italia comienza a causar, de nuevo, dudas en el euro y subidas en la prima de riesgo. En su declaración del jueves, Christine Lagarde, la nueva presidenta del BCE, afirmó que “el BCE no está aquí para hacer reducir la prima de riesgo”. Para los que no lo sepan, en Italia la crisis del coronavirus ha golpeado muy fuerte y el país se encuentra en situación de paro general y confinamiento. Italia, además, tiene una situación económica muy mala desde su entrada en el euro, y el riesgo de quiebra del estado es real. De hecho, empieza a debatirse la posibilidad de que tenga que ser rescatada para evitar la quiebra, por lo que probablemente se necesitarían cientos de miles de millones de euros, una cifra astronómica. Con sus palabras, Lagarde deja claro que el BCE no comprará la deuda pública italiana de forma discrecional con el programa previsto para ello, la OMT (programa de compra massiva y discrecional de deuda en sus siglas en inglés) , si antes el país no firma un acuerdo de rescate con el fondo de rescate europeo, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), como establecen los tratados. A cambio, se entiende, habrá condiciones de recortes, privatizaciones y liberalizaciones. La situación de Italia tiene el potencial de crear una nueva crisis del euro y, por lo tanto, una crisis financiera global. Italia no tiene buenas cartas en esta partida.

Hay que recuperar la soberanía monetaria y fiscal, reestructurar las economías y replantear el marco de relaciones internacionales

Ante la posibilidad de un rescate de esta magnitud (no está claro que ni el Fondo Monetario Internacional [FMI] ni el MEDE pudieran facilitar tanto dinero) y los nuevos compromisos de reformas neoliberales que esto supondría para Italia, las consecuencias podrían ser devastadoras en este contexto. La mejor opción es preparar su salida de la Eurozona y liderar la creación de un nuevo régimen monetario europeo basado en la cooperación y la coordinación más flexible de los tipos de cambio entre los estados europeos. Ante las continuas extorsiones y atentados contra la soberanía que aplican las autoridades europeas en situaciones como la actual, en las que se necesita solidaridad y cooperación, los países más endeudados de la Eurozona, junto con Francia, deberían plantearse seguir a Italia y recuperar la soberanía monetaria y fiscal, reestructurar sus economías y replantear su marco de relaciones internacionales.

Subida del ultranacionalismo, el fascismo y la competencia entre estados

Afrontar la actual crisis económica y los retos relacionados con las crisis social y ecológica, requiere una reconfiguración del orden global que deje atrás las relaciones internacionales basadas en el mercado y la guerra. Esto pasa necesariamente por mayores grados de descentralización y pluralismo. Y también por un internacionalismo europeo basado en la cooperación regional y la paz, que favorezca la coexistencia pacífica entre Estados Unidos y China, al estilo de la que proponía Karl Polanyi en ‘La Gran Transformación’, en sustitución de la política exterior basada en el mercado y la carrera armamentista. Recordemos, en este sentido, que el europeísmo del ‘más Europa’ confía su proyecto de integración a la construcción de un ejército europeo que nos haría la primera potencia militar a Europa, muy por delante de Rusia para, supuestamente, defendernos de un enemigo externo, que sería en principio la misma Rusia, aunque también de manera creciente China e incluso de unos EE.UU. proteccionistas descontrolados.

Esta estrategia política para crear un estado supranacional europeo es peligrosísima, porque requiere a las élites encontrar un enemigo externo que ‘amenace el estilo de vida europeo’. Este camino lleva irremediablemente al nacionalismo y al imperialismo (en este caso europeo), a la locura y a la guerra (véase aquí la interesante propuesta de Wolfgang Streeck, de la que he extraído ideas para este artículo, ‘El sistema estatal internacional después del neoliberalismo: Europa entre la democracia nacional y la centralización supranacional’). De hecho, en Europa presenciamos nuevamente la subida del ultranacionalismo y del fascismo. Crecen impulsados por la competencia entre estados a través del mercado y de los imperialismos ‘blandos’ impuestos por Alemania y EEUU desde las instituciones de la UE, que de manera principal sirven a los intereses de la industria alemana y del sector financiero de Wall Street y la City de Londres.

¿Como superar el actual régimen de la financiarización que hace aguas?

Este es el debate principal de las soberanías. La banca europea está en quiebra, las grandes empresas tienen niveles de endeudamiento elevadísimos y los estados también. Las bolsas están también hinchadas (y lo estaban más antes de los movimientos de los últimos días) y los bancos centrales cuentan con estrechos márgenes de intervención si no recurren a políticas fiscales. Por no hablar de la disfuncionalidad de los sistemas políticos, causada por la falta de credibilidad de estos entre la población. Esta crisis de salud pública puede ser el inicio del fin de la financiarización y una nueva oportunidad para que los estados recuperen competencias que se entregaron a instituciones dominadas por el gran capital. Se abre la posibilidad de construir un nuevo orden internacional más democrático, pero también supone un riesgo de nuevas estafas como las que se produjo en 2008 que profundicen el modelo oligárquico transnacional imperante.

Debemos exigir a nuestros gobiernos que eviten una nueva estafa y que sean solidarios para transformar el mundo

En definitiva, sin ser ingenuos sobre la dificultad de la tarea, podemos aprovechar esta crisis para encontrar la fuerza que otorga pertenecer al colectivo, que confía en el liderazgo público inclusivo y contundente. Esto sólo podrá hacerse si exigimos a nuestras instituciones y nuestros gobiernos que eviten una nueva estafa, y que actúen en la dirección de lo que he comentado, ayudándonos a hacernos fuertes, a cohesionarnos y a ser solidarios ante el enorme reto de transformar el mundo en un corto período de tiempo.

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