15/07/2020 | 06:00
La maternidad se ha idealizado. El negocio que lo rodea, las grandes corporaciones mediáticas y la publicidad reproducen un imaginario edulcorado de una realidad infinitamente compleja. Aun así, cada vez son más las mujeres que denuncian que se sienten prisioneras de este supuesto idilio que va desde el embarazo hasta la crianza, pasando por el parto y por el posparto. En CRÍTIC ponemos luz a 10 tabús que sufren las mujeres que quieren ser o han sido madres y de los cuales no se habla demasiado.
1. La pérdida gestacional: morir antes de nacer
A veces, la vida y la muerte se cruzan en un espacio de tiempo muy corto: hay bebés que nacen sin vida y hay otros que nacen y mueren al cabo de pocas horas o días. El dato es concluyente: uno de cada 4 embarazos acaba en pérdida gestacional. A pesar de la carencia de datos oficiales en las primeras 22 semanas de gestación, según el Institut d’Estadística de Catalunya (IDESCAT), en Cataluña en 2018, de 1.000 bebés gestados, 4,06 murieron entre la semana 22 de embarazo y los primeros días de vida. Pero, ¿cómo se afronta la muerte antes de nacer? ¿O cómo se vive el luto de la pérdida de un bebé durante el embarazo o en los primeros meses de vida? “En silencio y soledad”, es la respuesta que nos da la activista, comadrona y divulgadora científica Laia Casadevall. Tanto es así que, a diferencia de otras pérdidas, como la pareja que queda ‘viuda’ o el hijo ‘huérfano’, ni siquiera existe ninguna palabra que describa los padres que pierden un nonato.
Uno de cada cuatro embarazos acaba con la pérdida del bebé
Ante la pérdida gestacional, la sociedad tiende a restarle importancia a lo que pasó y a no hablar de ello. Laia Casadevall, que también sufrió un aborto espontáneo, dice que la clave para combatir este tabú es rehuir la mirada paternalista: “Se debe tratar a las mujeres como personas adultas y responsables de su vida sexual y reproductiva”. Por ello, reivindica el acceso a información objetiva, veraz y científica, y el acompañamiento en las decisiones, “desde la confianza y evitando juicios y coacciones”. Cuestiones “muy obvias” dice, pero que, desde su experiencia, “no se cumplen habitualmente”.
2. La infertilidad también tiene cara de hombre
Según datos de la Sociedad Española de Fertilidad, en España una de cada 5 parejas tienen problemas de fertilidad y solo un 56% busca ayuda médica. España es el país europeo con más tratamientos de reproducción asistida y Cataluña es la comunidad autónoma que más tratamientos lleva a cabo de todo el Estado (un 23%). A pesar de los datos, los problemas de fertilidad continúan siendo tabú. La psicóloga y sexóloga Elena Crespi apunta a la doble estigmatización que sufrimos las mujeres ante la infertilidad, teniendo en cuenta que “vivimos en una sociedad machista que desde pequeñas ha educado a las mujeres para ser madres”. Y lo dice porque, a menudo, cuando una pareja tiene problemas de fertilidad, se tiende a culpabilizar a la mujer, y a “poner en jaque su utilidad en la sociedad”.
Pero sí, la infertilidad también tiene rostro de hombre: un estudio internacional publicado en la revista ‘Human Reproduction Update’ en 2017 asegura que el semen de los hombres occidentales ha empeorado en los últimos 40 años: concretamente, la concentración de espermatozoides por eyaculación ha descendido en un 59%. Y, como recuerda Esther Vivas, autora de ‘Mama desobediente. Una mirada feminista a la maternidad’, hay que quitar la responsabilidad de los problemas de fertilidad a la mujer porque esta no es una enfermedad individual sino colectiva. “Vivimos en un entorno que nos dificulta tener criaturas, con un mercado de trabajo precario, sin muchas ayudas a la crianza, con precios abusivos del hogar y expuestos a contaminantes ambientales, y todas estas cuestiones también contribuyen a la infertilidad”, alerta Vivas.
3. La violencia obstétrica: la erradicación pendiente de la sanidad
La discriminación de las mujeres en etapas vitales como el embarazo, el parto y el posparto es todavía un espacio de impunidad para la violencia de género. La lucha contra la violencia obstétrica, históricamente rechazada por una parte importante de los profesionales de la salud y socialmente aceptada, ha sido cuestionada durante décadas. A pesar de las mejoras en la sanidad pública a través de los cambios en los protocolos de los partos o, incluso, con la apertura de las ‘casas de parto‘, la defensa del parto respetado continúa siendo una lucha actual, cada vez más visible gracias a la lucha de asociaciones como El Parto es Nuestro o Dona Llum, y últimamente, también, gracias al amparo de instituciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Precisamente, en 2014, este organismo denunciaba el trato irrespetuoso y ofensivo que reciben muchas mujeres en el parto y reivindicaba la importancia de establecer controles de calidad en los hospitales. En julio de 2019, lo hacía también la ONU con un informe sobre las causas y las consecuencias de la violencia obstétrica.
En 2018, en Cataluña, el 27% de los nacimientos fueron por cesárea. La OMS considera que la tasa ideal no debería superar el 15%
El caso es que prácticas como la maniobra de Kristeller –peligrosa para el bebé y para la madre y prohibida por la OMS–, el exceso de tactos vaginales, las episiotomías, la separación entre la madre y el bebé o las cesáreas innecesarias forman parte del orden del día de nuestros hospitales. Según Casadevall, todas estas prácticas se han perpetuado históricamente sin cuestionarlas, pero asegura que “hay evidencia científica de peso que nos dice que hay que eliminarlas, porque comportan más riesgos que beneficios”. La OMS considera que la tasa ideal de cesáreas debe oscilar entre el 10% y el 15% de los partos. Pero, según el Idescat, en 2018, del total de los nacimientos en Cataluña (63.654), el 27,2% fueron por cesárea. Esta cifra varía en función de la titularidad del hospital, pero la sanidad pública todavía está lejos de cumplir los criterios recomendados: el 23,2% de los partos en los hospitales públicos son por cesárea. En cuanto a los hospitales privados de Cataluña, la cifra de cesáreas sube hasta el 37,4%.
4. Problemas de salud mental: el sufrimiento silenciado de las madres
Según datos del nuevo Protocolo de seguimiento del embarazo en Cataluña, una de cada 4 mujeres embarazadas puede sufrir un trastorno mental y una de cada 10 madres sufre depresión posparto. Los datos de la Sociedad Marcé Española de Salud Mental Perinatal (MARES) apuntan en la misma dirección y constatan que 2 de cada 10 mujeres presentan algún problema de salud mental a lo largo del embarazo y el primer año después del parto, a pesar de que más del 75% de estas mujeres no son debidamente diagnosticadas ni tratadas. Unas cifras que, según la psiquiatra infantil y perinatal Ibone Olza, confirman que “continuamos sin escuchar a las madres, porque la importancia recae solo en la salud del bebé”. En esta misma línea Casadevall asegura que “la sociedad pretende que estemos contentas” y, por eso, “cuesta verbalizar” aquellas experiencias negativas.
Uno de los problemas más frecuentes de salud mental materna es el parto traumático. En palabras de Casadevall, “el parto es un acontecimiento único y trascendental en la vida sexual y reproductiva de las mujeres”, y las emociones que intervienen en este momento vital “quedan grabadas en nuestro cerebro para siempre”. La comadrona y activista asegura que la experiencia traumática en el parto va mucho más allá de la vida o de la muerte: se puede tener un parto traumático a pesar de que la madre y el hijo estén sanos. Olza explica que se puede tener un parto traumático sin haber sufrido violencia obstétrica, pero alerta que, en la medida en que el trauma se produce cuando alguna vivencia nos desborda, una mujer que ha sufrido violencia obstétrica tiene más números de sufrir un parto traumático: “A menudo el hecho más traumático suele ser la carencia de cuidado emocional o la separación del bebé y de la madre, y ambas agresiones son violencia obstétrica”. Y, yendo más allá, la percepción del parto puede cambiar con el paso del tiempo y la información: “Una madre puede salir agradecida del hospital una vez ha dado a luz y, meses después, sentirse traumatizada”, sentencia.
Otra realidad escondida sobre la salud mental de las mujeres es la depresión posparto, la patología materna más común después de dar a luz. Según la psicóloga perinatal Elena Crespi, a pesar de que las causas son múltiples, a menudo nace de las expectativas que tenemos de la maternidad. “Hay muchas mujeres que, a pesar de ser felices por todo lo que la maternidad les ha dado, piensan que ser madre ha sido lo peor que han hecho en la vida”, explica Crespi, y alerta que la gestión de estas contradicciones es muy dura, sobre todo cuando los recursos y las redes de apoyo son limitados. Ante la carencia de atención psicológica en el posparto, “muchas mujeres acaban pasando una depresión posparto sin ayuda“, asegura. Ibone Olza señala a la prevención y reivindica una reflexión profunda que sirva para analizar lo que estamos haciendo mal como sociedad en el cuidado de las madres: “Hay que hablar abiertamente de la salud mental perinatal, combatiendo estigmas, escuchando a las mujeres y, cuando sea necesario, tratándolas”, dice.
5. El intervencionismo social y la infantilización de la madre
“En tu estado no puedes hacer esfuerzos”, “tu hija cogerá frío si no lleva calcetines”, “tu bebé llora porque tiene hambre” o “no lo tendrías que tener tanto en brazos porque se acostumbra” son algunas de las ‘recomendaciones’ más habituales. Este tabú, según Vivas, se alimenta porque vivimos en una sociedad que infantiliza a la madre y establece una relación paternalista con ella. “La construcción cultural de la maternidad en las sociedades modernas se ha basado en hacer creer a las madres que no sabemos criar y los profesionales sanitarios se han erigido como los expertos en esta cuestión”, explica. Vivas alerta que el cuestionamiento constante de las prácticas maternas provoca culpabilidad en las madres, que acaban dudando de sus capacidades: “Si te rebelas contra todo esto, corres el riesgo de ser estigmatizada porque no sigues los cánones establecidos”, asegura.
“Vivimos en una sociedad que infantiliza a la madre y establece una relación paternalista con ella”, dice Esther Vivas
Esta presión social aparece en el embarazo pero se intensifica considerablemente una vez nace la criatura. En silencio, muchas mujeres tienen que hacer frente a las visitas no deseadas, la insistencia de coger al bebé por parte de la familia y de los amigos y los consejos no pedidos. La psicóloga perinatal y sexóloga Elena Crespi cree que este intrusismo se da, incluso entre mujeres, a consecuencia de un sistema patriarcal que ha cultivado una relación de rivalidad: “El machismo se encarga de vernos como rivales, no como compañeras, y, si esto se traduce en la maternidad, todavía más”. Según Crespi, es frecuente que, cuando una madre conoce un modelo de crianza diferente del suyo, lo tome íntimamente como un cuestionamiento. Las opiniones del personal médico, las del entorno social y las mismas creencias de la madre acaban constituyendo un “triángulo de persecución” que puede llegar a ser asfixiante para la madre.
6. La lactancia: ¿derecho u obligación?
“Tienes los pechos pequeños, no produces suficiente leche”, “tu hijo pasa hambre sin leche artificial”, o “con una cesárea no te subirá la leche” son algunas de las falacias que rodean la lactancia materna. Según la última actualización de la Encuesta nacional de salud, a pesar de que en los últimos 20 años se observa una evolución favorable en los patrones de lactancia, el 73% de los bebés toman pecho en exclusiva a lo largo de las primeras seis semanas. Esta cifra, pero, cae casi a la mitad a partir de los seis meses de vida cuando solo el 39% de los bebés continúa con lactancia materna. Unas cifras que quedan lejos de las recomendaciones de lactancia materna hasta los dos años que hace la OMS. Los expertos aseguran que la causa principal del fracaso de la lactancia materna es la carencia de apoyo. La consultora internacional de lactancia materna y autora del libro ‘Somos la leche’, Alba Padró, considera que la lactancia materna está continuamente ninguneada y señala como principal riesgo la desinformación y los mitos. Esta experta denuncia, además, la carencia de una estructura social de ayudas asistenciales que faciliten el amamantamiento.
Ahora bien, el amamantamiento es una opción, no una obligación. Y una mujer que, desde la libertad y la información, escoge la lactancia artificial como primera opción es igual de buena madre que el resto. Pero, en cambio, vivimos en una sociedad que, como defiende Padrón, ve la lactancia materna como una experiencia que “la madre debe querer vivir y, por lo tanto, debe esforzarse para conseguirla; pero, si se excede en sus deseos, la encuentra obsesiva”. De este modo, pues, la mujer acaba siendo juzgada tanto por no dedicar suficientes esfuerzos para amamantar como por lo contrario.
7. El puerperio: ser madre hace daño
No, el posparto no dura solo 40 días y sí, detrás de las imágenes de felicidad y de recuperación inmediata que a menudo sobredimensionan los medios de comunicación o las redes sociales, se esconde un proceso vital delicado y doloroso. El posparto sigue siendo muy desconocido y son muchas las mujeres que se encuentran con una situación que nadie les explica previamente: “El posparto real no es como nos lo han enseñado: es un cuerpo que no reconocemos, camisetas manchadas, sangre, cicatrices y dolor“, explica la comadrona y activista Casadevall. Pero ¿como es posible que, si todas las madres pasan por esta realidad, no se hable de ello lo suficiente? ¿Existe un pacto de silencio sobre el puerperio?
En el puerperio, el cuerpo necesita tiempo para volver a su lugar, las emociones estarán a flor de piel y el bebé necesita a la madre para sobrevivir
Según Casadevall, la realidad del puerperio ha sido históricamente escondida por el capitalismo y por el patriarcado porque, una vez ha llevado una criatura al mundo, el sistema quiere “mujeres productivas cuanto antes mejor” y crianzas “con poco vínculo emocional”. Pero la realidad posparto es muy diferente; describe este proceso vital como un camino de reconocimiento y de conocimiento, donde el cuerpo necesita tiempo para volver a su lugar, las emociones estarán a flor de pie y el bebé necesita a la madre para sobrevivir. Casadevall asegura que todas estas cuestiones son normales, y el hecho de esconderlas colectivamente provoca sufrimiento y culpabilidad a muchas madres, motivo por el cual pide que las mujeres visibilicen el ‘puerperio real’ porque la única manera de combatir este tabú es hablar de él abiertamente, con “sororidad y empatía”, dice.
8. El rechazo a la criatura: agotadas, culpables o arrepentidas
Las redes sociales, los medios de comunicación y la publicidad venden una maternidad edulcorada que choca con todas aquellas madres que, a pesar de ser felices por todo lo que les ha aportado el nacimiento de su bebé, se sienten agotadas, culpables o arrepentidas por los cambios que esta nueva etapa implica en su vida. Tanto es así que, lejos del supuesto idilio que tienen que vivir la madre y el bebé, algunas mujeres sienten rechazo por su criatura. La socióloga israelí Orna Donath publicaba en 2016 ‘Madres arrepentidas‘ (Reservoir Books), un libro que recoge la experiencia de 23 madres que, a pesar de tener vidas diferentes, comparten el arrepentimiento de haber sido madres. Mujeres que, a pesar de querer a sus hijos, viven con frustración la maternidad: una realidad socialmente y mediáticamente mal vista y castigada, como sucedió cuando la periodista Samanta Villar confesaba públicamente que con la maternidad había perdido calidad de vida.
Las causas de este rechazo son múltiples y van desde las maternidades impuestas hasta el agotamiento de la maternidad. Así lo asegura la psiquiatra y activista *bone Olza: “Cuando una mujer atraviesa el límite del agotamiento, es muy normal que sienta rechazo por el bebé”, reivindica. Pero también añade otro factor importante, la educación en la que creció la madre: una madre que creció en una familia sin cuidados puede experimentar la reactivación o la proyección de rechazo hacia su bebé. En todo caso y, sea cual sea el motivo del sentimiento de rechazo, Olza una vez más reivindica visibilizar la complejidad de la experiencia maternal, “desde el no juicio y el reconocimiento de la función social de las madres”.
9. La carencia de deseo sexual en el posparto
El deseo sexual que se suele dar durante el embarazo, a causa de las altas cifras de hormonas como la progesterona y los estrógenos, desaparece con la bajada de la líbido provocada por la prolactina que segrega el cuerpo una vez nace la criatura. Esto va acompañado de malestar físico, de falta de horas de sueño y de la alteración emocional de la madre. El deseo sexual de la mujer tarda en volver. De hecho, según un estudio australiano, el 89% de las mujeres que han parido tiene problemas de deseo sexual en el primer año posparto. El 51% continúa teniendo estos problemas pasado el primer año de vida de la criatura. En la misma línea se muestra otro estudio realizado en el Reino Unido, que apunta que el 83% de las mujeres experimenta problemas sexuales a lo largo de los primeros tres meses posparto y el 64% los continúa teniendo a partir de los seis meses.
Un estudio australiano constataba que el 89% de las mujeres no tenían deseo sexual en el primer año de posparto
La invisibilización de dos cuestiones capitales como la maternidad y la sexualidad femenina son, según la sexóloga Crespi, los factores que alimentan este tabú. Por eso, recuerda, hay que romperlo: “Vivimos en una sociedad patriarcal y coitocentrista, en la que no se habla de la sexualidad de las mujeres y, menos todavía, de la realidad de las mujeres que viven un posparto”.
10. La falsa corresponsabilidad
El reparto equitativo de los cuidados en las parejas heterosexuales sigue siendo desigual y la conciliación entre el trabajo y la familia sigue siendo uno de los retos pendientes de nuestra sociedad. Los datos de la última Encuesta de la juventud de Cataluña corroboran que el nacimiento de los hijos afecta de manera muy desigual a los hombres y a las mujeres: el 67,7% de los padres de menos de 35 años trabaja entre 40 y 49 horas la semana, mientras que el 36,5% de mujeres con hijos lo hace. Y no solo eso: según este mismo estudio, mientras que el porcentaje de mujeres con hijos que reduce su jornada laboral con la maternidad es de un 22,1%, los hombres incrementan las horas de trabajo, un 4,9% aquellos que trabajan entre 40 y 49 horas y un 1,6% los que trabajan 50 horas o más. Los problemas de conciliación también se hacen evidentes en los motivos de abandono del mundo laboral: mientras que los hombres en ningún caso no esgrimen las responsabilidades familiares como motivo para la salida laboral, el 38,4% de las mujeres deja el trabajo por problemas de conciliación.
Ante la falta de reparto de los cuidados familares, muchas mujeres a menudo se ven ante la disyuntiva de tener que escoger entre el trabajo y la maternidad. Vivas sostiene en esta entrevista en la ‘Directa’ que, detrás de estas desigualdades, hay un mercado de trabajo “hostil a todo lo que significa la crianza y la vida”. Y pone sobre la mesa el debate sobre los “escasos” permisos de maternidad y que, cuando esta cuestión se aborda en el ámbito político, solo se hace desde el punto de vista de la ampliación de los permisos de los padres: desde el 1 de enero pasado ya es de 12 semanas y, por lo tanto, en poco más de cuatro años ha aumentado un 500%, “mientras el de las madres no se ha movido de 16 semanas en 30 años”, apunta. Estos datos explican, seguramente, que cada vez más mujeres decidan renunciar a la maternidad y que, en consecuencia, la natalidad haya caído un 30% en la última década en Cataluña.