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Entrevistes

Anna Pacheco i Javier Pérez Andújar: classe obrera, classe mitjana i literatura d’extraradi

Els escriptors Anna Pacheco (Barcelona, 1991) i Javier Pérez Andújar (Sant Adrià de Besòs, 1965) han publicat aquest darrere any Listasguapaslimpias (Caballo de Troya) i La noche fenomenal (Anagrama), respectivament. Si bé pertanyen a dues generacions diferents, Pacheco y Pérez Andújar tenen en comú una mirada realista i sincera de les perifèries urbanes. Fa pocs dies es van asseure a l’Espai La Figa, de l’Hospitalet de Llobregat, per reflexionar al voltant d’una pregunta: “La classe obrera necessita literatura?”. La conversa, que encetava el cicle “Narratives perifèriques”, del col·lectiu Akelharre, va ser moderada per la periodista Montse Santolino i va servir per parlar sobre què és la ‘literatura obrera’, si existeix la classe mitjana o des d’on i per a qui s’escriu. CRÍTIC reprodueix alguns dels millors moments de la trobada.

18/12/2019 | 23:00

Inicialment, el cicle en el qual s’emmarca aquesta xerrada s’havia de dir “Literatura de la working class“; però, quan ho vam comentar a en Pérez Andújar, va preguntar per què s’havia de dir working class si podíem utilitzar l’expressió ‘literatura obrera’, així que ho vam deixar en “literatures perifèriques”.

Javier Pérez Andújar (JPA): Working class es postureo.

Esteu d’acord amb aquesta definició que fa Kiko Amat de la literatura d’extraradi?: “La literatura obrera es una narrativa escrita sobre, para y por la gente de la clase obrera que ha nacido en un entorno humilde, que ha usado un lenguaje sin pretensiones, sin buscar la aceptación de la alta cultura, ha centrado su temática en el medio que la envuelve y aspira a ser leída y comprendida por su propia clase”.

JPA: La definición por sí misma tiene sentido, pero no la comparto. Lo que sí me pregunto es: ¿qué relación hay entre la clase obrera y la literatura? Veo tres maneras de abordarlo. En primer lugar, como consumidor: la clase obrera, ¿qué tipo de libros lee? Antiguamente leía folletines, novela de quiosco, Blasco Ibáñez. La gran novela es un producto de burgueses. En segundo lugar, miro a la clase obrera como creadora. ¿Cuántos escritores de clase obrera hay? Sí que los ha habido: en los años veinte y treinta sí lo había y existía una literatura proletaria, por ejemplo, Gonzalo Santonja. En aquella época había muchísimas colecciones de novelas de quiosco, más que en los años cincuenta o sesenta cuando hubo el boom de Bruguera. En tercer lugar, hay que mirar a la clase obrera como objeto de la literatura. Sobre la clase obrera han escrito sobre todo los pijos, porque son los que escriben. Pero, volviendo a la definición, yo lo único que puedo hacer es pensar qué hago yo. Escribo porque me gusta, para salvarme de la vida. Escribo para y por la literatura y me importa un pito si es obrera o no. Mi familia es obrera, escribo de mí mismo, que es de lo único que sé. Vengo de la clase obrera, pero no soy uno de ellos, a pesar de la complicidad que tengo con ellos. No tengo el desparpajo de considerarme uno de ellos porque no he pegado palo al agua en la vida. Precisamente estudié para no hacer lo mismo que hacían los que me rodeaban. Estudié para no levantarme a las cinco de la mañana como mi padre. Esa es mi manera de ser leal a la explotación que han sufrido los míos, pero no quiero usarlo como moneda de cambio. Escribo por amor a la frase, al adjetivo, por encontrar una manera de comprender el mundo. No puedo compartir estas definiciones. Novecento es una película emblemática de la clase obrera y la hizo Bertolucci, un pijazo de la burguesía cultural italiana.

Anna Pacheco (AP): Yo acabo de empezar y también me he hecho algunas de estas preguntas. La literatura de clase obrera… ¿Tiene que ver con la extracción de la gente que escribe esa literatura o lo que cuentan los personajes? ¿Si aporta algo relevante para la clase trabajadora? No se puede obviar que hay gente fuera de la clase trabajadora, pija, que ha escrito sobre la clase trabajadora desde una mirada muy interesante. Cuando empecé a escribir, nunca me planteé desde dónde miraba, me salió natural. Y, como Javier, también hablo de lo que conozco. No acotaría la definición como lo hace Kiko Amat. Queda limitada cuando se dice que sólo escribe literatura de clase trabajadora quien es clase trabajadora. Escribir desde donde escribo es una forma de estar tranquila, como dice Prunetti: “Escribir sobre la clase trabajadora es una manera de no ser un traidor a mi clase”. Esa me parece una definición bonita. Asumir que sólo se puede hablar de lo que se conoce limita la literatura.

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Pacheco: “Es importante que la clase trabajadora llegue a ciertos espacios para que podamos contarnos, narrarnos”

¿La clase obrera debería escribir más? ¿Qué estudia la clase obrera? En el libro de Anna sale el tema de las carreras aspiracionales.

JPA: Mi padre quería que estudiase Derecho para ser abogado laboralista, pero estudié Filología, una carrera que nadie de mi familia sabía pronunciar. Nunca fue negociable: estudiaba, me la pagaba, y siempre hice lo que quería. Mis padres tenían confianza ciega. Cada uno se cuidaba. Esa libertad que da la confianza en los demás hizo que no me plantease las cuestiones trascendentales. Creo que las cuestiones trascendentales son de ricos.

AP: Es importante que la clase trabajadora llegue a ciertos espacios para que podamos contarnos, narrarnos. Lo de las carreras es cierto y lo he visto en mi entorno. Las carreras aspiracionales: cómo se conduce a alguien para que estudie una carrera más estética o que suene mejor. La niña estudia Medicina, la niña estudia Derecho. Son carreras con empaque las artes, las humanidades… Es complicado mantenerte o vivir en ello. Respecto a lo de la literatura de la clase obrera, creo que la clase obrera debería escribir más, aunque no siempre es fácil.

Pérez Andújar: “Escribir es un acto y un desafío ético. Ver qué dices, cómo lo dices y por qué lo dices”

Estem d’acord que parlem d’allò que coneixem. En la vostra literatura hi ha temes en comú: la presència de les cultures populars, la pandilla, l’amistat, el socialisme, el tema de la memòria històrica o el barraquisme.

JPA: Los dos estamos en el mismo sitio y vemos el mismo. Añadiría que nuestras literaturas comparten la lealtad, el aferrarse a las cosas para no traicionarlas. Eso es muy de extrarradio: comerte tu propia mierda para no dejar al otro tirado. Eso sí que es working class. No consiste en despegar y salir solo, sino conducir y llevar a la peña al lado. Escribir es un acto y un desafío ético. Ver qué dices, cómo lo dices y por qué lo dices. ¿Vas a llegar hasta el final diciéndolo? En eso te juegas tu propia estabilidad psicológica, pero esa es la única manera de dar algo de calidad personal, ser decente.

AP: Escribir da mucho miedo. Ha sido algo divertido que no quiero volver a hacer nunca más, aunque es probable que lo haga. Hay elementos comunes porque en casa hemos traficado con Paseos con mi madre. Siempre sentí una conexión natural y accidental, porque me reconocía en algunas cosas. Me volvió a pasar con Vivian Gornick. Ella observa, pasea, con su madre, y además incorpora la perspectiva de una mujer. Es algo que nunca había leído antes.

JPA: La clase es una manera de estar en la vida y en la sociedad. Hay un pasaje en el libro de Anna que me gusta mucho, que es cuando la familia, después de un entierro, se va a comer a El Rey de la Gamba. Eso explica cómo vivimos instalados en lo absurdo. Es en esos detalles donde se nota la clase.

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Pérez Andújar: “La clase media no ha existido prácticamente nunca y, cuando ha existido, ha sido muy cafre”

En vuestros libros encontramos el tema del conflicto de clases. Más allá de cómo nos narramos a nosotros mismos, está el cómo nos narramos en relación con otra clase. Habláis de los pisos del Eixample o las porterías de los bloques de la clase alta.

JPA: Yo flipaba cuando veía los sofás de piel en las porterías. Pensaba: ¿tan cansada llega, esta gente?

Anna habla en su libro mucho de la contradicción con la clase media.

AP: Me sorprende que más del 60% de la población se considere clase media. Los llaman del CIS y dicen que lo son, pero estoy convencida de que no.

¿Hay un problema con la clase media?

JPA: No. La clase media está bien… Donde exista. En Francia, de hecho, fue la pequeña burguesía la que hizo la revolución. Luego lo intentaron más tarde los currantes de la Comuna y no les dejaron. Hay cosas que se les consienten a unos y a otros no. Dicho esto, se puede decir que la clase media no ha existido prácticamente nunca y, cuando ha existido, ha sido muy cafre, ha tenido miedo y se ha portado mal, porque tiene miedo de los de arriba y de los de abajo. Quizás sean cafres porque lo han pasado mal.

AP: El conflicto entre los que se consideran clase media y clase trabajadora sigue ahí. Hay gente por ahí que se considera clase media y que yo juraría que no lo es. Pero imagino que es una forma de pensar que siempre hay otros que están peor que tú y de considerar privilegios cosas que no lo son. Hay gente que ha convertido lo básico en un privilegio. Esto habría que reconsiderarlo. Mucha gente que se considera clase media no llega a final de mes. Entonces, algo falla: no puedes ser clase media y no tener la intranquilidad de no llegar a final de mes. Será que no eres clase media o que tenemos un concepto totalmente pervertido de lo que es

Pacheco: “Somos clase trabajadora, incluso en las nuevas profesiones, incluso si vas a una oficina que tiene una mesa de ping-pong”

¿Vosotros sois clase media o clase trabajadora?

JPA: Yo soy un desclasado, no tengo clase, pero tengo estilo. Si tener Netflix te hace sentir clase media, pues de puta madre. Quizás ser un obrero de ahora no es lo mismo que ser obrero hace cincuenta años, quizás estamos usando registros antiguos. Tener Netflix y no saber si vas a tener casa el mes que viene porque te pueden embargar… Parece claro que hemos pervertido los conceptos. Antes la clase media estaba compuesta por gente que trabajaba en profesiones liberales, gente que no tenía que ir a trabajar a un tinglado. Ahora te hacen sentir como si fueras clase media, pero no lo eres.

AP: Hay muchas hijas e hijos de trabajadores manuales que estamos desarrollando profesiones liberales propias de una clase media. Entonces, por eso no nos pensamos como nuestros padres y madres. Sin embargo, continuamos siendo clase trabajadora, incluso en las nuevas profesiones, incluso si vas a una oficina que tiene una sala con una mesa de ping-pong. Básicamente, somos clase trabajadora porque necesitamos trabajar para vivir.

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Pacheco:”¿Qué es la voz de una generación? ¿Chicas blancas de clase media hablando de sus problemas concretos?”

¿Per a qui escrivim? ¿Escribís para que os lea la clase obrera? ¿Sois los traductores de la clase obrera para la clase media?

JPA: Yo escribo por el dinero. En mi vida he escrito un artículo gratis. Y, cuando escribo un libro, ya sé qué le voy a pedir a la editorial; no tengo agente, pero me manejo yo. Sé que, gracias a mi esfuerzo, hay gente que saca mucha más pasta que yo, no es que sea un avaro. A mí me explotan como a otro cualquiera; lo tengo clarísimo.

¿Pero queremos que nos lea la gente de extracción popular?

JPA: ¡Me da lo mismo quién me lea! Quiero llevarme bien con ellos: yo escribo y cobro y, si les gusta, genial. No tengo derecho a pedir que lo que escribo le guste a nadie.

AP: Entiendo a Javier. Con el libro, mucha gente de extracción obrera me ha escrito sintiéndose identificada, y eso reconforta; pero en ningún caso fue algo buscado. Nunca pensé desde dónde iba a escribir.

JPA: A mí me han llegado a decir que he dado voz. Pues bien, yo no soy una radio, yo no doy voz a nadie, porque creo que cada uno tiene su voz. Cuando la gente de los barrios se cabrea, se hace oír. Y se les oye. Yo puedo poner un espejo y reflejarlo, pero lo que no puedo pretender es intentar usurpar la voz de los demás. Es cierto que la complicidad con el lector puede ser visceral, de piel; pero no tenemos derecho a pensar que lo estás representando.

AP: En esto entran en juego los medios de comunicación y los periodistas que clasifican y ordenan, con un sentido comercial. En esa clasificación y ordenación se pierden matices por el camino. Como Javier, yo no soy la voz de nadie ni represento a nadie. Al fin y al cabo, ¿qué es la voz de una generación? ¿Chicas blancas de clase media hablando de sus problemas concretos? El ‘nosotros’ suele ser más reducido de lo que pensamos: cabe en una habitación.

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Pérez Andújar: “Me tuve que ir del barrio para poder ser yo, pero a la vez me fui del barrio porque estaba en el barrio”

El barrio como ese lugar literario. ¿Somos desclasadas orgullosas o con sentimiento de culpa? ¿Salimos del barrio, pero el barrio nunca sale de nosotros? En la novela de Anna se menciona el “volver al barrio para estar a salvo” y en la de Javier hay la idea de la melancolía que aparece de no poder pertenecer a lo que se ama.

AP: Yo lo llevo con cierto sentimiento de culpa. Hay un punto en el que te cuestionas ciertas cosas. Yo a veces tengo ansias de volver a mis amigos del barrio, porque me dan una sensación de refugio absoluto. Caen las imposturas y ellos están ahí. Un día pienso una cosa y otro pienso otra, pero lo llevo con un poco de culpa.

JPA: Yo lo llevo con complicidad, porque vuelvo siempre. Vuelvo dos o tres veces por semana, con mis amigos, con mi madre. Siempre me dicen: ¡tú sí que te lo has montado bien! Y les mola y están contentos. Me tuve que ir del barrio para poder ser yo, pero a la vez me fui del barrio porque estaba en el barrio. Es un círculo. Todo lo que yo necesitaba estaba fuera del barrio: en el barrio no había cines ni librerías; tenía pocos interlocutores… Mis amigos no leían a Cioran. Estoy siendo injusto, porque a mí, Cioran, me lo descubrió el churrero de Sant Adrià, que era estudiante de Filosofía. Hablaba de Sócrates, de Nietzsche, de Cioran… Yo iba a comprar churros para hablar con él. Pero él también se fue.

AP: Yo lo vivo con culpa porque me siento una impostora. En algún momento me fui a vivir a Gràcia: no hay barrio más aspiracional que Gràcia. A mis amigas y a mí nos encantaba Gràcia, escribimos una carta de motivación en la que mencionábamos que queríamos vivir en Gràcia para poder ir a los Verdi para ver cine en versión original. Ahora me tiraría de los pelos. Eso fue mi emancipación. Respecto a la vuelta… siempre tengo voluntad real de volver, porque continúo necesitando aquello de antes, pero ahora tengo más seguridad y sé cuáles son las herramientas que tengo que usar para sentirme bien conmigo misma. Ahora siento que sé salir y volver. Antes tenía que irme a unas cuantas paradas de metro. Este cambio me lo ha dado la universidad, el verme, reflexionar sobre la composición de mis amigas más íntimas. En la universidad entendí que nada era gratuito, sufrí las incomodidades en determinados entornos y la frustración, el no tener nada que aportar… Ahora lo he entendido, y ha sido gracias al conocimiento de la clase. Vivía en la inopia y me di cuenta insultantemente tarde. Me di cuenta de que tenía complejo de clase. Me iba triste a casa porque no entendía qué pasaba en las tertulias de la gente de la universidad.

Pérez Andújar: “No hay que dejarse intimidar por el poder cultural. Nos someten a un chantaje para continuar manteniendo el poder”

Anna cita a Marina Garcés: “Lo clave son los retornos. Lo fácil es huir y volver sin claudicar”

JPA: Anna, eso de irse a Gràcia fue una insensatez. Gràcia está llena de progres. Para mí, volver al barrio es estar con mis amigos y ya está. ¿Qué hago? Voy al Bar Sánchez, que ahora lo llevan unos chinos. Era donde iban mis padres. A veces estoy ahí un par de horas con mi amigo Miguel y ya. No hace falta hablar demasiado. La vida está allí.

AP: El barrio es punto de partida y de retorno. Con los amigos del barrio hay otras preocupaciones; ahí me di cuenta de que ocupamos parcelas muy pequeñas.

JPA: Hablabas de ver películas en versión original. No hay que dejarse intimidar por el poder cultural. No es nuestra guerra. Nos someten a un chantaje para continuar manteniendo el poder. Yo soy el interesante y tú no. La única manera de combatir eso es encontrar discursos diferentes, no asemejarse a la gente que controla el discurso, porque, si no, siempre se controlará de la misma manera.

[La conversa entre Pacheco, Pérez Andújar i Santolino s’acaba i s’obre el torn a les preguntes del públic. Hi ha diverses mans aixecades…]

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Pérez Andújar: “Se crearon estructuras de poder a partir del idioma, pero eso no es culpa de la gente que lo hablaba, sino del poder que lo utilizó para aprovecharse”

Us heu trobat que els mitjans de comunicació tradicionals us han donat més espais perquè no formeu part dels escriptors mainstream?

AP: En mi caso se han sumado varias cosas: soy millennial, mujer, y, en este contexto, se ha sumado el tema de la periferia. La crítica me pone como narrativa generacional, pero yo no llamaría generacional a mi libro. Yo ejerzo como periodista y también he caído en las etiquetas; son dinámicas periodísticas que te llevan a hacerlo. Es difícil escapar. Ahora que lo he vivido como víctima, incomoda: yo no soy la voz de nada, no soy la periferia; periferias hay muchas, pero entiendo las dinámicas que llevan a los periodistas a hacer eso.

JPA: Nos han dado más cancha porque nos salíamos de lo mainstream. ¡Mira un pobre que ha escrito un libro! Me he dado cuenta de que el periodismo cultural puede ser periodismo, pero no es cultural. Los periodistas obedecen a prejuicios, esquemas, apriorismos, intereses editoriales, pero no creen en la cultura de verdad, ni siquiera creen en la literatura. No saben cómo actuar con las cosas puras, necesitan una coartada extraliteraria para colocarlo.

¿En Cataluña, al tema de las clases se le suma el tema del idioma?

JPA: Yo me crié en Sant Adrià, entre las clases populares, y la mitad de mis vecinos eran catalanoparlantes. El idioma no define. Puede haber pobres catalanoparlantes y castellanoparlantes. Eso es prejuicioso, también. Es cierto que con el pujolismo se exaltó una idea de idioma y de nación; pero, como cualquier otra idea, es falsa. La lengua es una cuestión de mecánica, no de clase. La lengua no se puede juzgar.

AP: Estoy de acuerdo con el análisis que hace Javier y me considero una víctima de esa idea prejuiciosa que en su momento pude tener. En mi entorno no se hablaba catalán, y el catalán que se hablaba no era el que pedían en la universidad. Teníamos acento de barrio. En mi caso había distancia con el catalán porque se asociaba a lo institucional.

JPA: Yo sabía el catalán no normativo, el de las clases populares. Vi hacerse la norma en tiempo real, y me di cuenta de que la gente no hablaba así, de que se estaba instrumentalizando la lengua desde el poder para imponer una uniformidad. Eso es lo que Anna detectó al llegar a la facultad. El idioma no lo puede secuestrar nadie, pero sí que se puede usar de manera secuestrada. Sí que se crearon estructuras de poder a partir del idioma, pero eso no es culpa del idioma ni de la gente que lo hablaba, sino del poder que lo utilizó para aprovecharse, del pujolismo, en este caso.

¿Qué es la clase obrera?

JPA: Yo pertenezco al mundo de la literatura, no al de la clase obrera. La clase obrera, en la definición clásica, es la que tiene que vender su fuerza de trabajo, que puede ser intelectual o física. Pero al tema: si tú te ves en la necesidad de vender tu fuerza de trabajo, eres clase obrera. Y la intelectual también entraría: un corrector que trabaja en una editorial a 20 céntimos el folio, y corrige 10 horas diarias y se deja las dioptrías, también es clase obrera, porque está vendiendo su fuerza de trabajo, aunque sea intelectual.

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