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Foto: IVAN GIMÉNEZ
Entrevistes

Brigitte Vasallo “Soy una charnega y una marimacho”

Vuelve Brigitte Vasallo, y lo hace con Tríptico del Silencio, parte de una investigación en curso sobre diásporas y “txarnegor”. Vasallo (Barcelona, 1973), que vive entre el Berguedà y el pueblo de origen de sus padres en Galicia, Chandrexa de Queixa, nos interpela sobre cosas que remueven todavía a la sociedad: migraciones, desposesión, lengua. ¿Quién somos? ¿De dónde somos? El Tríptico del Silencio, publicado simultáneamente en tres versiones diferentes en sus tres lenguas maternas, para tres comunidades lingüísticas con imaginarios no necesariamente idénticos, se inscribe en una investigación metodológica y conceptual de cómo hacer memoria de las diásporas. Activa la idea de “literatura para no lectoras”, que incluye teatro, performance y un libro ilustrado por Tonina Matamalas, para expresarse no solo desde la palabra escrita. Partiendo de la memoria olvidada, de su vida y sus dolores, y a través de entrevistas, busca entender un nuevo nosotros en construcción.

30/01/2024 | 06:00

¿De dónde sale la Vasallo?

Yo ahora lo explico diferente a cómo lo explicaba antes.

¿Ha cambiado la explicación sobre tus orígenes?

Sí, sí, según qué peso le des a qué parte de tu biografía, la explicación de quién eres va cambiando un poco. Yo ahora mismo digo que soy hija de una familia campesina, expulsada del campo gallego. Mis padres, primero, emigraron a Francia… y después llegaron a Cataluña pensando que ya volvían hacia el lugar donde pertenecían. Pero se equivocaron, no sabían que Cataluña era otra cosa. Cuando llegaron, se dieron cuenta de que continuaban siendo migrantes y creo que esto es una herida que en casa, a pesar de que no se ha denominado así, ha estado muy presente. La desposesión que yo arrastro, toda esta pena, en realidad, fue culpa de un malentendido.

Entonces, ¿tú naces en Barcelona?

Yo nazco en Barcelona ya, sí.

¿Y vives siempre en Barcelona?

Siempre, menos los diez años que viví en Marruecos. Yo crezco en Barcelona, siendo yo catalana; mi hermana, francesa; mis padres, gallegos. No tenemos ninguna lengua en común en casa. De hecho, mis padres, que hablaban gallego, aprendieron bien el castellano en Cataluña. Todo este lío es mi familia.

Tus padres, ¿a qué se dedicaban?

Mi padre fue taxista cuando llegó a Cataluña. Antes, había hecho de todo. Mi madre había hecho de interna cuando emigró a Francia, y aquí limpió casas. De hecho, limpiar casas es un trabajo que yo heredé y que hice durante muchos años, también.

Foto: IVAN GIMÉNEZ

No solo debes hablar catalán y compartir tradiciones y códigos, sino que no se debe notar que no lo hablas en casa”

El pueblo de tus padres, Chandrexa de Queixa, en Ourense, ¿dónde queda en tu relato? ¿Un lugar de vacaciones? ¿Un lugar muy presente o muy olvidado?

Nosotros vivíamos en un consulado de Chandrexa de Queixa en Barcelona. Era como si viviéramos allá, pero deslocalizados. Todo nuestro mundo referencial, emocional, lingüístico tenía que ver con Chandrexa de Queixa. Era donde estaba nuestro corazón, nuestra memoria, nuestro anhelo, nuestro todo. Y estábamos aquí por circunstancias del capital. Estábamos aquí sin querer estar aquí. Yo sobrevivía once meses aquí para vivir un mes en verano allá. En la adolescencia, cuando empezó la violencia en casa, la violencia en la escuela, la violencia que venía de arriba… el pueblo se convirtió en un refugio, incluso, mental.

¿Por dónde o cuándo o cómo te llega a tu vida la catalanidad, el catalán, la idea de formar parte de Cataluña…?

Nos llega muy tarde. Una cosa que compartimos mucha gente que venimos de procesos migratorios es cuando, en la escuela, alguien te dice o te hace ver que no serás nunca como nosotros, y que no hablarás nunca el catalán como nosotros. Hay una cosa que no sé muy bien qué es, pero que yo ya no formo parte de esto.

Formar parte del grupo es, para todos, importante.

De hecho, había en el aire la idea de que, para progresar, tú debes ser esta cosa que no eres. Y te debes refinar. No solo debes hablar esta lengua y compartir estos códigos y tradiciones, sino que no se te debe notar, sobre todo, que no se note que no hablas el catalán en casa. Esto, además, conlleva una renuncia también a las lenguas maternas, que no es tan fácil emocionalmente. Yo sabía que no pertenecía a esto, y a la vez, pensaba que debía llegar a ser esto.

Una especie de propósito aspiracional, ¿no?

Sí, sí. La migración tiene que ver con esto: te vas de tu lugar para mejorar las condiciones de tu vida y las de tu gente. Pero esto a menudo conlleva un refinamiento de clase. Pero yo, en un momento dado, digo no, no, no…

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Yo he escogido no pertenecer. Porque pertenecer tiene muchas servidumbres y violencias”

Pertenecer es un tema clave en la vida. Tú, o Ariadna en el libro Tríptico del silencio, dice: “¿Qué tengo que hacer para ser de las vuestras? ¿Qué tengo que hacer para ser alguien? Para poder volver a casa”

Hay una cosa del pertenecer, del querer pertenecer sin tener la pertenencia garantizada, que es que entras y sales. Una vez que te han dicho “tú, no”, es muy difícil después creerte el sí. Echarte de un significado es un exilio permanente, cuando te han dicho “tú no eres esto”. Qué complicado vivir en este exilio, ¿no? Hay un impulso, que también es muy humano, de decir, “muy bien, ¿cuáles son las condiciones para pertenecer?”, y callar, y dejar de hacer lo que venía haciendo, y cumplir con lo que se pide. ¿Qué tengo que hacer para volver a ser vuestra? Porque si no vuelvo al grupo, sufriré una soledad incluso conceptual. Aun así, en el libro, hago una apuesta por no cumplir. Por no cumplir, por ser, por existir.

Pero ¿por qué es tan importante, entonces, la idea de pertenecer? Pertenecer, como tú dices, ¿es “casa”?

Claro, es que pertenecer es volver a este significado que tú considerabas que eras tú. Yo soy tal, yo soy cual. Pero, de repente, te dicen, no, tú no eres esto. Tú no puedes ejercer esto porque tú no eres esto. Entonces volver a casa es volver a este significado.

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He intentado callar, he intentado refinarme, he intentado ser una mujercita como es debido… ¡Pero no puedo!”

Y bajando a lo concreto, en cuanto a tu identidad cultural, de género, de clase…, ¿qué esfuerzos has tenido que hacer para pertenecer?

Yo he escogido no pertenecer. Quizás en algún momento de adolescencia, claro: seguramente quería ser una chica catalaneta, perfecta, educada, refinada… Intentaba ser quien te dicen que debes ser. Pero poco a poco le empiezas a ver los problemas, le empiezas a ver las servidumbres del pertenecer, le empiezas a ver las violencias cuando tú no puedes o no quieres pertenecer, y yo escojo no pertenecer.

¿Por qué? Esta opción de no querer pertenecer al grupo es mucho más dura…

Pues, porque no puedo, Sergi, es que no puedo. No puedo, no puedo. Te lo digo seriamente: no puedo. He intentado callar, he intentado refinarme, he intentado ser una mujercita como es debido, lo he intentado… Pero no puedo, no puedo, no puedo, no puedo, no puedo. Entonces, ante este malestar profundo de mentir y de mentirme, de hacer que soy cosas que no soy, yo he escogido un silencio que quizás me lleva más problemas colectivos, pero que me da un silencio en mí misma, paradójicamente el silencio interno que se consigue hablando. Por eso siempre me he denominado a mí misma charnega y marimacho.

Ostras, Brigitte…

Cuando tú dices charnega o cuando dices marimacho, la otra persona se pregunta qué significa esto. Charnega o marimacho expresan un desacuerdo, pero no acaban de fijar qué quieren decir. Significan poco. Cojo estos conceptos porque el significado está bastante abierto como para permitirme respirar… y, a la vez, reconozco que también los utilizo porque son insultos y a mí la genealogía del insulto ya me gusta. Yo siempre me había denominado así, no es una cosa de ahora.

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Tenía ganas de resignificar la ‘xarnegor’. No me gustaban las definiciones, ni desde la ‘catalanor’ ni desde la españolidad”

Pero sí que has intentado ahora resignificar el concepto de charneguidad hablando de “cultura txarnega”, pero con tx, no con x [en catalán] o con ch [en castellano]. Esto te ha comportado insultos, críticas, ataques.

Después de años repensando mi género, mis orígenes y todo esto… llega un momento en que le pongo la tx a la palabra para crear un nuevo concepto, ya que la xarnegor se había definido desde dos lugares estancos que no me representaban, desde la catalanor y desde la españolidad. Tenía ganas de resignificar esto y de decir, hablemos de esto que nos ha pasado, pero hablemos nosotros. Desde este espacio que todavía no se ha definido, que no sabemos muy bien qué es, que quizás no tiene ni recorrido, que quizás no hay nada a mirar aquí, pero vamos a probar a ver qué… Yo estoy abriendo un significado porque a mí no me interesa dar respuestas. Las respuestas tienen que ser colectivas. Cuando lo pongo con tx, txarnega es una marca gráfica para abrir las ideas preconcebidas que se han construido sobre la txarnegor desde discursos que no se han hecho en primera persona.

¿Por qué dices que no se han hecho este proceso en primera persona? Tenemos a Paco Candel y a otros muchos, ¿no?

Sí, sí, pero la mayoría de nuestra gente hasta ahora estaba ocupada sobreviviendo. Estaba muy ocupada trabajando en las fábricas, con las luchas obreras, procurándonos las condiciones para que nosotros pudiéramos llegar a hacer todos estos discursos más abstractos y en el espacio público. A mí me interesa el pasado en cuanto presente: yo estoy preguntando ahora a las hijas y nietas de aquella gente que fue expulsada del campo, qué consecuencias tiene que seamos hijas y nietas de aquella gente. Porque no es una cosa separada. ¿Qué consecuencia tiene en nosotros que nuestros padres o abuelos fueran expulsados de su tierra? ¿Qué peso tiene en nosotros de esta historia de diásporas, precariedades, exilio? ¿O no tiene ninguno? Si no tiene ninguno, también sería significativo.

Ha cambiado el significado de ‘txarnego’: hablo de la diáspora, de los hijos y de los nietos de los que emigraron”

A menudo, cuando hablo de esto del charneguismo con alguien, me dice: “Esto ya no se dice. Esto es el pasado. La mayoría de catalanes somos charnegos y esto no nos afecta ya”.

Si esto tiene o no tiene un interés social, lo dirá el conjunto de la sociedad. Si, para alguien, es un tema pasado y cerrado, pues, muy bien, que no le dé bola y ya está. Pero para mí no está pasado, para mí es presente, es el presente de mi vida.

A ver, pues, ¿por qué, para tú, esto de ser charnegos se conjuga en presente?

Yo trabajo sobre un concepto que es la diáspora, que me interesa mucho, y que no es la migración. Desde que lo hago así, me ha cambiado mucho el significado de esto que yo denomino txarnego. Porque, efectivamente, la migración de nuestros padres y abuelos ya fue, pero la diáspora abre ahora otras preguntas que son importantes. En este sentido, ¿qué consecuencia tiene ser hijas y nietas de nuestras madres y abuelas? ¿Qué pasa con la lengua materna cuando nuestras madres no necesariamente nos han criado en su lengua? ¿Y si nos han criado en su idioma, pero no en su habla? O ¿cómo nos afecta que la lengua materna es la que recibes de tu madre y no la que tú transmites a tus criaturas? Todas estas preguntas son preguntas que no están pasadas, que están en lo que estamos viviendo cotidianamente.

Y otra crítica que te hacen, es que tu trabajo sobre charneguismo pone el foco en una división lingüística y no en lo importante, que sería la desigualdad de clase.

Yo no estoy investigando ni reclamando ninguna división etnolingüística, ¡no he hablado nunca de esto! Los que desacreditan lo que yo hago a partir de unos argumentos que ni siquiera tienen que ver conmigo, tendrían que revisarse ellos mismos, saber de qué tienen miedo y qué es lo que les remueve tanto del trabajo que estoy haciendo. Yo no les haré el trabajo de revisarse. No quiero que todo este ruido me desvíe de hacer lo que tengo que hacer, que es una cosa que le debo a mi gente y que me debo a mí misma, sin más.

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Somos mutantes: hemos pasado del mundo campesino precapitalista al mundo urbano industrial en una o dos generaciones”

El libro Tríptico del silencio forma parte de la Trilogía de Naxos, que explora la cuestión de la identidad en la diáspora en tres fases. La primera estaría centrada en esto: “La memoria de los y las mutantes que no son solo aquellas que emigraron, sino sus descendientes, los deslugarizados, de cómo tratas de pasar desapercibida o de ser aceptada con tus diferencias estridentes, de cómo reniegas, renuncias, te rindes”. Explícalo, por favor.

Debo empezar para explicar la palabra mutante. Una diáspora no se estudia desde el lugar de llegada, sino desde el lugar de origen. Una diáspora quiere decir “dispersión desde”. Este lugar de salida, este lugar originario, ¿cuál es? Nuestro lugar de salida no es geográfico, es ontológico. Nosotros no venimos de un lugar, sino de un mundo. Y este mundo es el mundo campesino precapitalista que, en un momento determinado de la historia, es extirpado, es devaluado y es absorbido por el mundo urbano, que sería el mundo del progreso industrial. Esto pasa desde el siglo XVI hasta la Europa actual. Pero yo cojo el momento en el que el capitalismo liberal se alía con el franquismo, y se producen las grandes migraciones en España. Entonces, ¿qué es la mutación? La mutación es este proceso que no es un cambio geográfico, no es ir de Galicia a Cataluña, sino pasar de vivir como campesinos, personas del campo, en una economía básicamente de subsistencia, a trabajadores del sistema capitalista industrial, que es lo que la mayoría somos en la actualidad. Todo este proceso de cambio histórico nos ha pasado tan solo en una generación o, como máximo, en dos generaciones. Somos los primeros universitarios en dos mil años. Yo, en concreto, soy la primera generación de mi familia que sabe leer y escribir. Entonces, cuando hablo de la mutación me refiero a esto.

Y dices más, Brigitte, dices: “Somos mutante deslugarizados”.

Deslugarizados es un concepto que me descubrió Chico César, el músico brasileño. Me presentó a un amigo suyo así: “Te presento a Brigitte, una persona deslugarizada”. Está la cosa esta del binarismo, que también tiene que ver con aquello de la marimacho: siempre se te pide que tú pertenezcas a un lugar concreto que te viene dado. La gente quiere saber: ¿tú de dónde eres? Y a mí no me sirve. ¿Yo soy gallega o soy catalana? Entender lo que soy en términos de pertenencia a la colectividad no va tanto de geografía, va de una cosa que tiene que ver con la vida colectiva, con las relaciones, con la política social, con el estar, con la voz pública. Yo necesito tensar este marco porque las respuestas que se me dan no me sirven. Yo me puedo adaptar. Yo puedo mentir. ¿Yo puedo decir, por ejemplo, que soy un hombre o una mujer? De hecho, digo que soy una mujer porque me adapto a esto y porque me relaciona con una genealogía que quiero honorar, pero ¿tú crees que cuando llego a casa me creo muy seriamente que yo soy esto? Yo no he escogido el género. Y, por todo esto que explico con el género, necesito tensar un poco la situación para hacer esto que yo hago, que es pensamiento crítico y que es literatura. Y que necesita volar un poco.

Mi gente en Cataluña es también la gente que migró del campo a la ciudad, aunque no compartamos apellidos”

Segunda fase de la Trilogía de Naxos: “La memoria de los lugares a los que llegamos, de los pobres y desarraigados. Porque la memoria de los ricos siempre viene dada: lo aprendemos en las escuelas, museos y teatros; incluso la historia de los pobres, cuando nos llega, lo hace filtrada por la mirada de los ricos”.

Fíjate que no hablo de la memoria de la gente que llegó. No. Sino de los lugares a los que llegamos. El análisis de la condición charnega me ha llevado a entrevistar a gente que salió de aquel campo destrozado por el franquismo y que tuvieron que esparcirse por todo el mundo, y hoy en día son argentinas, mexicanas, suizas, francesas, catalanas… El lugar de llegada, por lo tanto, se ha abierto, y esto vuelve a generar otro “nosotros”. Cuando estudiamos el lugar de llegada vemos que hay nuevas capas de desigualdad. Entonces, en mi caso, en que la familia migró de Galicia a Cataluña, yo estoy buscando cuál es mi genealogía en Cataluña. No la de Guifré el Pilós, claro. Estoy pensando quién es mi gente, quién es la gente que pasó el mismo proceso que nosotros, pero dentro de Cataluña. En Cataluña, este proceso de pasar del campo precapitalista al mundo urbano industrial empezó a suceder antes, a partir del siglo XIX. Por eso, en concreto, me interesa explorar lo que pasó a lo largo del río Llobregat. Desde el nacimiento y la fábrica Asland, hasta que llega al aeropuerto del Prat, el río Llobregat permite investigar como se desmanteló el campo campesino preagricultor, de aquello que había antes de la agricultura, en Cataluña, y qué pasó con aquella gente. Lo que pasa en las colonias textiles tiene que ver con la violencia, tanto de clase como con el disciplinamiento de género, tiene que ver con el catolicismo ligado con el capitalismo. Hay de todo en el Llobregat: las minas, las grandes empresas, las grandes migraciones del campo al mundo industrial, los anarquistas, el movimiento obrero… Esta es mi genealogía en Cataluña. Esta es mi gente, aunque no compartamos ni sangre ni apellidos ni lengua materna. He cogido el Llobregat porque me pasa delante de casa, ahora que vivo en el Berguedà, pero me pasaría lo mismo en las Terres de l’Ebre o en Lleida o en otros muchos lugares.

La tercera parte de la investigación de la Trilogía de Naxos es sobre nuestras ausencias. Escribes esto: “La memoria de nuestra ausencia en los lugares que quedaron atrás, los lugares de los que ya no seremos”.

Nosotros somos la última generación de un lugar y la primera generación de otros lugares… y esto es trascendente, es una fractura que tenemos dentro, con nuestra gente.

En el libro hablas de venganza de clase. He entendido que el libro quiere ser una especie de venganza. ¿Contra quién?

Venganza poética. Yo no quiero reparación ni que me pidan perdón, yo quiero desde lo poético, venganza. No quiero continuar el hilo de la violencia, sino vengarme poéticamente. Me interesa mucho el trabajo del antropólogo Ignasi Terrades, que habla de cómo la venganza reconoce la irreparabilidad del daño. Yo quiero la venganza, porque esto que nos ha pasado a nosotros es irreparable. ¿Por qué no hay reparación posible? Porque hemos mutado. Lo que me ha pasado a mí en mi casa, ¿cómo se repara ahora? ¿Cómo se repara que mi madre no me pudiera criar con su lengua? ¿Quién repara la vergüenza de mi madre para tener que migrar? ¿Y quién repara mi vergüenza de adolescente? ¿Quién repara todo esto? Entonces, mi venganza es hablar, a pesar de que todo el mundo me ha dicho que calle.

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