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Entrevistes

Xavier Casals “Si definimos Vox como neofranquismo, nos equivocaremos”

Xavier Casals (Barcelona, 1963) es doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Barcelona y profesor de Blanquerna-URL. Ha analizado y pensado sobre la nueva extrema derecha y, últimamente, le ha tocado reflexionar sobre el fenómeno de Vox. Es autor de varios artículos y libros sobre la evolución de la ultraderecha, entre los cuales, su tesis, donde estudió los neonazis en España. Pero también acaba de reeditar ‘Franco y los Borbones’ (Ariel) y publicó un clásico sobre la historia política contemporánea de Cataluña ‘El oasis catalán’ (Edhasa). Hablamos con él para analizar el fenómeno de Vox y el panorama que nos espera en las próximas elecciones españolas.

17/04/2019 | 18:45

¿Los medios hablamos demasiado de Vox?

Depende. En octubre pasado, cuando la encuesta del barómetro del CIS indicó que Vox obtendría un 1,2%, sí se habló demasiado de ellos. En la misma encuesta salió que el PACMA tendría un 1,4%; pero, sin embargo, todos los medios hablaron de Vox. Hay una inercia informativa que beneficia Vox y el entorno de extrema derecha. Un ejemplo claro es el bus de Hazte Oír, que consiguió mucha presencia mediática. Pero, sí que tiene más lógica hablar de Vox desde las elecciones andaluzas y sabiendo que Vox está marcando el espacio político de la derecha. Si no se tiene en cuenta Vox como actor político, es difícil entender algunas maniobras del resto de los partidos de derechas.

Quizás la pregunta debería ser: ¿cómo debemos informar sobre Vox?

Debemos reflexionar sobre si hay una “sobreinformación”, si aporta algo al lector todo lo que los medios dicen sobre Vox o si simplemente están reproduciendo un titular estridente y llamativo para tener más clics. Por ejemplo, ¿creeis que un acto de las juventudes de Vox en el que Santiago Abascal hizo de DJ en una discoteca se merecía aquella amplia cobertura? Sin embargo, debe entenderse que todo lo que sale de la norma tiene interés para los medios, y a la extrema derecha siempre se le ha asociado como el enemigo de la democracia.

El fenómeno de Vox en los medios de comunicación confirmaría tu tesis de la “presencia ausente” de la extrema derecha en España.

Mi idea era que, si en la mayor parte de Europa hay partidos de extrema derecha importantes, en España debe haber una extrema derecha que está escondida y que emergería en cualquier momento. Desde 1982 ha habido una reflexión constante en los medios cada vez que ha habido algún éxito de la extrema derecha en Europa y aquí no. Aunque en España la extrema derecha sea insignificante, si alguien la mira en el tiempo, es un fenómeno que ha logrado un alto nivel informativo, salvo en el caso de la Plataforma por Cataluña. Para mí, la presencia ausente representa este interés recurrente por una realidad que era patente en Europa y aquí no, y que, en cierto modo, con la eclosión de Vox se “resolvió el enigma” y se puso fin a esta excepcionalidad. Por lo tanto, cuando ha emergido la posibilidad de que la extrema derecha volviera a tener representación parlamentaria, se le ha dedicado un gran interés mediático.

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El pasado franquista de España ha ayudado a que durante muchos años no haya habido ningún partido de extrema derecha”

España, Portugal y Grecia, tres países con dictaduras fascistas hasta los años setenta, tardaron mucho en tener partidos de extrema derecha con diputados en sus parlamentos. Portugal todavía ni tiene. Este pasado franquista de España, ¿ha ayudado o ha perjudicado a la extrema derecha?

Es una paradoja, pero creo que precisamente el pasado franquista de España ha ayudado a que durante muchos años no haya habido ningún partido de extrema derecha. Los tres países que tuvieron dictaduras anticomunistas durante la Guerra Fría no tenían extrema derecha clásica con diputados hasta hace poco. Portugal no los tiene; España los ha tenido en diciembre de 2018 (salvo el paréntesis de la Plataforma por Cataluña de 2003 a 2015 en el ámbito local y de una presencia muy pequeña de la ultraderecha de Blas Piñar hasta 1982), y, en Grecia, la extrema derecha emerge en 2009 en las elecciones al Parlamento Europeo con la Concentración Popular Ortodoxa, y, cuando ésta quiebra, surge Amanecer Dorado. Haciendo una simplificación, pienso esto: las dictaduras arcaizaron el discurso de la extrema derecha y lo hicieron poco competitivo. Si nos fijamos en España, la extrema derecha que surge a finales de los setenta está fragmentada y tiene un discurso neofranquista. Pero el franquismo es un régimen unipersonal, y, por tanto, no se puede restaurar, lo que lo convirtió en un proyecto político inviable. La extrema derecha de ese momento se caracteriza por ser nostálgica del pasado, es ultracatólica y se muestra favorable a una involución. Esto no es atractivo para la sociedad de la época, que lo que quiere es superar la Guerra Civil y el franquismo.

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Tampoco les ayuda que la primera Alianza Popular captara buena parte del voto del franquismo sociológico. En ese momento, la extrema derecha duda entre insertarse en el sistema, participar en las elecciones e influir políticamente —como hizo el movimiento italiano—, o apostar por una involución política con un golpe de Estado. Fuerza Nueva, el partido de extrema derecha del momento, no tenía ni programa ni táctica, y este cúmulo de elementos precipitó su final.

Informativamente, creo que la extrema derecha se debería tratar como un partido más

Volviendo al momento actual… ¿podríamos decir que Vox es neofranquismo?

Si definimos Vox como neofranquismo, nos equivocaremos. Vox es un partido homologable a la extrema derecha europea. Pero tiene elementos tradicionales de la extrema derecha española como el ultranacionalismo español —reivindicar Gibraltar—, el rechazo del ‘separatismo’ y la oposición a la ley de la memoria histórica o a la exhumación del cuerpo de Franco… Esto es cierto que atrae a una masa que no obligatoriamente es defensora de la dictadura, pero opina que la dictadura tuvo cosas buenas y malas. También puede movilizar a un electorado antisocialista, que cree que le imponen una determinada lectura de la Guerra Civil. Una divisa importante es “la España viva”, el Estado visto como un organismo vivo, que renacerá. Se habla de la ‘Reconquista’; por tanto, no es un lema “decorativo”: estamos hablando de la nación, de la identificación de España como un ente vivo, y eso implica una política de regeneración y de reconquista. Vox sintoniza con este ultranacionalismo español integrista, con la idea de una nación que renacerá por encima de sus enemigos, implícitamente llamados, y con esta voluntad de renacimiento de la nación, que sintoniza muy bien con discursos que hay en la extrema derecha occidental. No es casualidad que hayan cogido el lema de Donald Trump, “Hacer España grande otra vez”, porque es la idea de que la patria renacerá, más allá de sus élites traidoras.

Por lo tanto, tú dirías que no vienen del franquismo, pero sí que impulsan un nacionalismo español integrista.

Exacto. Si fuera neofranquista, estaríamos hablando de un cuerpo doctrinal aferrado a Franco, relacionado con el corporativismo, la democracia orgánica, el partido único… y todo ello no está. Se combinan los elementos tradicionales que hemos mencionado antes con ideas modernas de la extrema derecha, como el rechazo al “islam radical”, la voluntad de erigir un muro en Ceuta y en Melilla…

Defiendes que, en lugar de criticar a la extrema derecha, hay que ir a la raíz del problema para solucionarlo… ¿A qué te refieres?

Informativamente, creo que la extrema derecha se debería tratar como un partido más. Generalmente, en España se hacen aproximaciones críticas a los partidos, donde se muestran sus contradicciones. Con los partidos de derechas, en cambio, se tiende simplemente a anatematizar el discurso. Por ejemplo, se debería hacer una reflexión sobre hasta qué punto sería viable el programa de ayudas a la natalidad que justifica Vox. Una “normalización informativa” puede dar claves para entender por qué hay gente que se puede sentir atraída por este partido.

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“Los socialistas y los comunistas se dirigían a una clase social en desaparición: el obrero de las periferias industriales”

¿Sabemos si el votante potencial de Vox sería el de un votante de clase obrera, como una parte -no toda- de los votantes de Le Pen en Francia o provendría de clases medias y altas, como explican que pasó en Andalucía?

Hay que tener en cuenta que las elecciones andaluzas son un punto atípico para entender el fenómeno de Vox. Primero, porque en Andalucía había un gobierno socialista que había tenido el Gobierno durante décadas sin alternancia. Esto provoca un agotamiento. Si eres partidario de un cambio de gobierno, obviamente no vas a votar a los socialistas ni a Podemos ni a Ciudadanos —que habían apoyado al PSOE. Por lo tanto, se veía una apatía en el electorado, que se traduce en un 41% de abstención, más de un 3% de voto nulo o en blanco, y los cuatro partidos principales no llegan al 50% del censo. La situación de desalineamiento electoral es tan grande que genera un espacio propicio para que actores nuevos eclosionen. El resultado de Andalucía tiene unos sesgos que en el ámbito estatal no están.

De acuerdo, no se pueden sacar conclusiones a partir de los resultados de Andalucía, pero sí sabemos cómo es el votante de extrema derecha en Europa Occidental.

El problema de los partidos que hace tantos años que existen, como el Frente Nacional en Francia, es que llevan desde 1984 en el ámbito institucional y, por tanto, a lo largo de 35 años la extrema derecha allí se ha normalizado y ha tendido a perder peculiaridades que tenía antes. Haciendo una simplificación, las características de estos partidos se basaban en la sobrerrepresentación de los hombres sobre las mujeres (aproximadamente dos tercios de hombres y uno de mujeres), un electorado mayoritariamente urbano o ‘rururbano’ y una sobrerrepresentación de electorado juvenil con un nivel de estudios bajos. De estos elementos, algunos se mantienen, y otros, ya no.

La clase obrera que sí pueda votar la extrema derecha, ¿lo hace por los errores de la izquierda?

Aquí se mezclan diferentes cuestiones. La primera es que tanto el partido socialista como el comunista se dirigían a una clase social que está desapareciendo: el del obrero de las grandes periferias industriales, que no había sufrido las deslocalizaciones y tenía una carrera previsible, protegida por el sindicato. Esto está desapareciendo. En segundo lugar, hay un problema de comunicación: los líderes no se identifican con los votantes. Han quedado unas periferias urbanas, desindustrializadas, con sectores con bajos ingresos y elevadas frustraciones, y tienen un problema para identificarse con los nuevos líderes, de los partidos socialistas especialmente. Y, por último, hay otra cosa, menor quizá, que es que, si tu eres una persona con este perfil y te gustaría hacer política, es difícil que puedas progresar en un partido institucionalizado.

¿Cuales podríamos decir, en general, que son los factores que llevan a votar a partidos de extrema derecha?

El politólogo francés Pascal Perrineau en el libro ‘La France au front‘ explica que hay cinco fracturas que explican el voto de la clase obrera a la extrema derecha. Para empezar, la que más se ha utilizado es la fractura económica entre perdedores y ganadores de la globalización: lo que antes era una pequeña ciudad de la periferia ahora es un suburbio desindustrializado con un paro elevadísimo. En segundo lugar, la fractura entre las zonas integradas en la economía dinámica global y las zonas que no lo están: hay una corona de núcleos urbanos bien insertados en la economía global y, por otro lado, zonas urbanas y rurales, que han quedado fuera del circuito, y esto genera tensiones. Una tercera fractura es la que se establece entre los partidarios de sociedades cerradas y de sociedades abiertas: los que quieren multiculturalismo e influencias del exterior, y los que no, más partidarios del proteccionismo. La cuarta fractura es la que existe entre los valores liberales y los valores autoritarios. Y la última es la que tenemos entre culturas de gobierno y culturas de protesta. Dependiendo de los escenarios, algunas variables pesarán más que otras.

El caso más evidente es el de los ‘Chalecos Amarillos’. Es la explosión, de la manera más literal, de la Francia periférica. Después de un París metropolitano y una corona de ciudades bien insertadas en la economía global, nos encontramos “la Francia de los olvidados”, la Francia interior, que cada vez tiene menos oferta de servicios, las personas a quienes se les complica la colocación, que necesitan coche para desplazarse … Este fenómeno está bien descrito en un pequeño ensayo del sociólogo Christophe Guilluy que se llama ‘La Francia periférica‘. Creo que debemos dejar de analizar si hay voto obrero o no, y tenemos que pensar en grandes fracturas que están atravesando las grandes ciudades. Es muy importante no ir a dinámicas binarias, sino a dinámicas multifactoriales. Si nos quedamos sólo con un factor, tendremos un análisis limitado y será difícil de entender.

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“El resultado de Vox en Cataluña dependerá mucho de lo que ocurra en el espacio de la derecha con el PP, C’s y ellos”

Conociendo la realidad histórica, electoral e incluso sociológica de Cataluña, ¿se podría decir que aquí se da el caldo de cultivo para Vox triunfe?

Haré dos precisiones. Primero, que el único pronóstico que se puede hacer es que no se puede hacer ningún pronóstico. Y, segundo, para entender lo que ocurre sólo se me ocurre recurrir al discurso del replicante de ‘Blade Runner’ que dice aquello de “he vivido cosas que no creeríais”.

Más allá de un pronóstico, pregunto si hay un espacio sociológico y electoral para la extrema derecha en Cataluña.

Vox en Cataluña es una incógnita; no se pueden hacer suposiciones porque las encuestas aún no son fiables. Vox dependerá mucho de los resultados que haya en el espacio de la derecha, que ahora incluye a Ciudadanos, al PP y a Vox. Hay más de un 40% del voto de derechas indeciso. Aquí en Cataluña hay tres derivadas a considerar: primero, que el PP va camino de la marginalidad, y, por tanto, un elector del PP que ve que su partido está volviéndose testimonial puede decidir votar a otro partido para sentirse más bien representado con un discurso más contundente; segundo, que es posible que Ciudadanos en las elecciones catalanas hubiera alcanzado su máximo histórico y ahora algunos votantes suyos pueden decidir apoyar a Vox, porque creen que Ciudadanos no es lo suficientemente duro o puede pactar con el PSOE, y, tercero, que Vox defiende que no se necesitan las comunidades autónomas, y esto puede atraer a un votante en Cataluña. Si en las encuestas en Cataluña saliera que Vox tiene posibilidades de obtener uno o dos escaños, puede crear un efecto de “autoprofecía” y que el elector indeciso piense que votándoles no perderá el voto. Pero, ahora mismo, un mes es una eternidad. Puede pasar cualquier cosa. Por lo tanto, Vox es un misterio que no sabremos hasta la noche de las elecciones.

“Es lógico que hubiera una reacción del nacionalismo español contra el auge independentista”

El auge independentista en Cataluña parecía que había ayudado a frenar el ascenso de la extrema derecha porqué centraba el discurso en el eje nacional y no en la inmigración. Pero, ahora, parece que Vox ha acabado utilizando más el anticatalanismo que la xenofobia para crecer.

El nacionalismo de Vox es un reflejo del temor de la amputación de España. Vuelve el peligro de que haya una “segunda Cuba”. Después de ver como un movimiento separatista movilizaba el 48% del electorado catalán, es lógico que hubiera una reacción del nacionalismo español. El agotamiento del régimen político que codificó la Constitución también es otro elemento importante. El independentismo, Podemos y en cierta medida Vox, son una crítica al régimen del 78.

¿Por qué no ha tenido nunca fuerza parlamentaria una extrema derecha independentista o nacionalista catalana como ocurre en casi todos los países europeos?

La configuración política del independentismo hasta ahora ha tenido grupúsculos de extrema derecha, pero no ha habido un gran movimiento, debido en parte a cómo se ha configurado el independentismo en Cataluña: contra el ultraespañolismo, el fascismo, el franquismo… con lo que ha limitado el campo de juego para una eventual extrema derecha independentista. Esto no quiere decir que no pueda existir en el futuro, porque estamos en un momento en que se están rasgando todos los consensos políticos tradicionales que habíamos visto, en que el sistema muda rápidamente y se hace difícil hacer previsiones.

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“‘Plataforma per Catalunya’ sigue siendo el intento de hacer una extrema derecha autonomista”

¿Por qué terminó fracasando el proyecto de ‘Plataforma per Catalunya’?

‘Plataforma per Catalunya’ sigue siendo el intento de hacer una extrema derecha autonomista. Son un partido dispuesto a asimilar un electorado que podría ser independentista, catalanista o ultraespañolista, porque hace un discurso que crea un eje que ya no es derecha-izquierda ni Cataluña-España, sino autóctonos-foráneos. Y esto tiene una gran capacidad de integración. Ahora tenemos una extrema derecha que quiere poner fin a las autonomías, quiere revisar la Constitución y que es ultranacionalista española. La realidad política que planteaba ‘Plataforma per Catalunya’ era una, y lo que plantea Vox es otra muy diferente.

La quiebra de ‘Plataforma per Catalunya’ se explica por tres puntos: el primero, la problemática de liderazgo, que la debilita mucho; el segundo, el peso del ‘procés’ en la agenda política, que es abrumador, y, el tercero, que Cataluña lleva viviendo una dinámica electoral plebiscitaria desde el 2015: cada elección se considera un plebiscito para la independencia, y esta cuestión se convierte en la cuestión central. Esta dinámica hace que no puedan existir discursos excluyentes, porque se necesita que todos vayan a votar. La dinámica en Cataluña es la opuesta a la de Andalucía, donde hubo mucha abstención: aquí hay una hipermobilización electoral permanente.

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