05/07/2023 | 06:00
Hay que sentar las bases de un nuevo diálogo entre las sociedades andaluza y catalana que vaya más allá de las lógicas habituales que están absolutamente agotadas desde hace ya varias décadas, pero sobre todo en los últimos años, tras la década del procés y el 1 de Octubre. Necesitamos un nuevo diálogo. Para ello, hay que explicar por qué para el andalucismo político, cultural y sociológico la apropiación cultural, el etnicismo, las migraciones andaluzas en Cataluña, la andaluzofobia y la inferiorización cultural a través del señalamiento de la religiosidad popular son parte de un patrón de colonialismo interno que el Estado español ejerce contra Andalucía, y que también involucra a las élites locales catalanas, colaboracionistas del capitalismo español y del régimen del 78.
En los últimos meses, se han producido algunas polémicas en torno a la cuestión andaluza en Cataluña. Veamos cuáles son:
El Corpus de la cuina catalana ha incorporado el gazpacho como plato propio de la cocina catalana. En Twitter señalé que la incorporación del gazpacho en dicho corpus era un gesto de apropiación cultural. Las cocinas metropolitanas incorporan la gastronomía de sus colonias o comunidades migrantes de forma habitual: la cocina portuguesa incorpora la feijoada o la cocina británica, los platos de comida india. En el caso catalán, la incorporación del gazpacho es el reflejo de una relación estructural entre Cataluña y Andalucía definida no por una colonización administrativa, pero sí por una relación de colonia interior.
También sucedió otra polémica cultural en el programa de TV3, la televisión catalana, Està passant. Una parodia humorística mostraba a una actriz vestida de Virgen del Rocío, con una clara intención de ridiculización de lo andaluz a través de marcadores como el acento o la religiosidad popular. Diferentes sectores de la sociedad andaluza, como Teresa Rodríguez, portavoz de Adelante Andalucía, Juanma Moreno, presidente de la Junta de Andalucía, Curro Morales, artista, músico y fundador de Califato¾, la Federación de Entidades Andaluzas en Cataluña, o Lluís Cabrera, fundador del Taller de Músics, mostraron su rechazo a la parodia por la ridiculización y el señalamiento de la cultura y los rasgos de identidad andaluza. A raíz de la polémica, Isidoro Moreno ha publicado un artículo de opinión, bajo el título La Virgen del Rocío en TV3: Libertad de expresión, supremacismo y andalufobia, donde asegura que el sentimiento de rechazo “se ha producido no solo en Andalucía sino también en la propia Cataluña, donde viven cientos de miles de ciudadanos que, además de catalanes, continúan sintiéndose culturalmente andaluces y que han rechazado el tratamiento que se hace de nuestro pueblo desde un supremacismo inaceptable”. Según Isidoro Moreno, muchos andaluces en Cataluña, o catalanes de origen andaluz, “están hartos de ser tratados, a veces, como charnegos cuando han contribuido como pocos al progreso del país catalán”.
El andalucismo político y Cataluña
El andalucismo político es una cultura política que ha defendido firmemente el derecho de autodeterminación el pueblo catalán, tanto desde el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) como desde el partido político Adelante Andalucía. Esto lo demostramos con la celebración de un acto político andalucista en Cataluña, hermanando el andalucismo político y la esquerra independentista con un acto organizado entre la CUP y Adelante. Teresa Rodríguez afirmaba que “no nos resignamos a ser una colonia interna de nadie”. Muchos hemos defendido, en los últimos años, que Andalucía ocupa una posición de colonia interna en el Estado español. Esto es por la conformación histórica de la mal llamada reconquista, la formación de la monarquía hispánica y del Estado español a partir del siglo XIX, pero también por el desarrollo del capitalismo español durante el siglo XX.
Andalucía es un caso claro de colonialismo interno: dependencia política, subalternidad económica y inferiorización cultural
Los intelectuales de la segunda ola andalucista (que se generó en la transición y los años ochenta) han desarrollado un pensamiento crítico andalucista en términos de opresión nacional y colonial. Gente como José Acosta, José Aumente o José María de los Santos. También más recientemente, Isidoro Moreno o Carlos Arenas Posadas y otros intelectuales andaluces han desarrollado una crítica a la posición de Andalucía respecto a España en términos de relaciones coloniales. Yo mismo, y otra generación de jóvenes académicos e investigadores, hemos explorado la teoría descolonial y el pensamiento poscolonial para interpretar diferentes dimensiones de la realidad andaluza, como Ígor Rodríguez Iglesias, Pastora Filigrana, Virginia Piña o María José Lera. Todas las definiciones coinciden en caracterizar el modelo de colonialismo interno que sufre Andalucía como un modelo que sitúa a Andalucía en un papel de dependencia política, subalternidad económica e inferiorización cultural.
Para el caso del Estado español, es evidente que esta condición de colonia interna se produce también en Galicia y Canarias, territorios que no participan de la alianza de las élites del capitalismo español. El papel de Andalucía dentro del Estado español es un caso más que evidente de colonialismo interno definido por el desarrollo del capitalismo español y la dependencia económica de Andalucía respecto a la división regional de los procesos productivos e industriales. Se conforma entre el siglo XIII y el siglo XVI, se desarrolla con la Monarquía hispánica, se acentúa tras la perdida de las colonias americanas, se concreta tras la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas… El golpe de estado de 1936 plasma la política colonial de los militares africanistas del Protectorado en un nuevo régimen peninsular.
La dictadura franquista y la migración andaluza
El modelo de colonialismo interno que sufre Andalucía respecto al Estado español está atravesado por la política migratoria interna que se establece como política de estado tras 1939. Son la expresión de una nueva reorganización de los procesos productivos, donde ya era más barato movilizar cuerpos que movilizar mercancías, y que conecta con varias necesidades del régimen franquista. Pese a la oposición de la dictadura a las migraciones durante una primera década, finalmente se asumió la necesidad de desarticular la retaguardia rural en Andalucía y vaciar los pueblos andaluces de miembros del bando republicano que habían sobrevivido. Esto conectó con la tendencia desarrollista producida a partir de los años cincuenta, y la salida económica a la autarquía. Con ello, el régimen encuentra, además, una manera de construir apoyos locales entre una emergente burguesía catalana adepta al régimen.
Las migraciones andaluzas en Cataluña, como ha investigado el antropólogo sevillano Ángel del Río, conectan la guerra civil y la experiencia del bando republicano con un gran ciclo de represión, exilios y deportaciones que los combatientes andaluces sufren tras haberse replegado al frente de Barcelona y haber cruzado la frontera en 1939. La mayoría de los andaluces que combatieron en el frente de Cataluña, pasaron a Francia, donde acabaron en campos de concentración y de refugiados, no volvieron a Andalucía. Permanecieron en Cataluña y, en algunos casos, solo volvieron a por sus familias para establecerse definitivamente en Cataluña. Una parte de la represión franquista en Andalucía tuvo que ver con permitir la huida de personas adeptas a la República desde Andalucía a Cataluña y a otros países de Europa. Sindicalistas, maestros, socialistas, milicianos, anarquistas y todo tipo de combatientes que habían sobrevivido a la guerra y a la represión de los primeros años, comienzan a exiliarse de Andalucía. Esto conecta una primera ola migratoria, de exilio ideológico, que se produce desde finales de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta, con una segunda ola migratoria de carácter económico y laboral producida a mediados de los cincuenta. Estas migraciones masivas de carácter económico se producen ante el final de la autarquía, cuando el desarrollismo, la entrada en la ONU, el turismo, la construcción y la nueva industrialización comienzan a generar polos industriales allí donde la reconstrucción de la guerra lo iba permitiendo.
A lo largo de los sesenta, las migraciones andaluzas a Catalunya se convierten en una política de Estado
El Plan de Estabilización, liderado por el catalán Laureano López Rodó, líder del sector tecnócrata del Opus Dei, beneficiaba la industria catalana y vasca, en una búsqueda por parte del régimen de alianzas con las élites locales catalanas y vascas. Por otro lado, el Plan de Estabilización implementaría en Huelva el llamado polo químico y en el Campo de Gibraltar, otra parte de la industria química y las refinerías de petróleo y gas natural. Eran esas las industrias más contaminantes y destructoras de toda Europa occidental, con consecuencias ambientales gravísimas, que aún se notan en el índice de casos de cáncer en estas comarcas. A lo largo de la década de los sesenta, las migraciones andaluzas a Cataluña se convierten en una política de Estado. Era una salida política que el régimen encontró para desarticular la sociedad rural andaluza, que había concentrado el mayor nivel de agitación agraria y sindical en los últimos cien años.
Al mismo tiempo, y también hay que dejarlo claro, el régimen franquista encontró en ese proceso migratorio una manera de desnacionalizar la sociedad catalana. El régimen construyó así un pacto con las burguesías locales, que se enriquecían explotando a las masas andaluzas, extremeña o murcianas que llegaban a Cataluña y que constituían una reserva de mano de obra de la burguesía en Cataluña. A partir de ahí, se produce la formación de guetos de infravivienda en Cataluña y la concentración de poblaciones en las periferias barcelonesas: es una historia de sobra conocida, sobre todo para los que lo vivieron. En Cataluña, una parte de los catalanes de hoy ha nacido en casas autoconstruidas, en chabolas y en barracas. Luchando contra la burguesía y las élites políticas franquistas, lograron convertir en barrios lo que hoy conocemos como la periferia metropolitana de Barcelona, que rodea la propia ciudad de norte a sur. Tuvieron que batallar por todos los servicios públicos: escuelas, asfaltado, bibliotecas, parques, alumbrado, fue una movilización contra la propia ciudad.
Inferiorización cultural a través de la folklorización
Pero, además, la cuestión de la inferiorización de la cultura andaluza es fundamental para entender el patrón de colonialismo interno. Entre las formas de inferiorización cultural, fundamentalmente existen dos estrategias. La negación, el aislamiento y de erradicación de una determinada expresión cultural, musical, artística o lingüística, como es el caso de la estrategia del Estado español con las lenguas minorizadas como el catalán, el euskera y el galego. La otra estrategia de inferiorización cultural es la folklorización de las expresiones culturales de los pueblos y las sociedades dominadas. Suele ser la estrategia utilizada por centros de poder en contextos en los que los pueblos dominados no son sociedades minorizadas, sino democráticamente mucho mayores, como pasa en los contextos coloniales como América Latina, África o las comunidades migrantes de gran escala en el interior de las metrópolis.
La folklorización se basa en la construcción desde el poder de una serie de marcadores culturales que se reproducen a través de dispositivos gestionados por el poder y que controlan y determinan cuál es la cultura del oprimido y sus representaciones posibles. A su vez, el oprimido cae en un juego en el que negar estas expresiones es negarse a sí mismo, pero reproducirlas de forma acrítica es reproducir el patrón de dominación. Por lo tanto, la estrategia de todos los pueblos ha sido ocupar esos espacios de representación cultural folklorizada y disputar nuevas resignificaciones, representaciones y transformaciones desde su propia cultura en relación con los marcadores impuestos. Un ejemplo de ello sería cómo el apego a lo andaluz está expresado, en ocasiones, en el acompañamiento y arraigo de tradiciones religiosas como las cofradías, la Semana Santa o las hermandades rocieras.
Para la mayoría de familias de clases populares y trabajadoras, Cataluña representa un hecho traumático
Lo cierto es que el procés independentista, como todo conflicto, configuró dos bloques identitarios ficticios. Un bloque era el catalán progresista, que agrupaba desde anarquistas de la CNT y CGT o la izquierda de partidos como la CUP o ERC hasta la derecha de la antigua CiU o el nuevo Junts. El otro bloque era el bloque considerado españolista, conservador y reaccionario que agrupaba desde el PSC y una parte de los Comunes hasta el PP, Ciudadanos y Vox. Este conflicto y esta división de identidades habría dejado fuera a un millón de personas. Este millón de personas, que correspondería a una parte de los emigrantes andaluces en Cataluña y sus descendientes, se ha debatido estos años entre una catalanidad que les obliga a borrar todo rastro de su pasado, y una españolidad reaccionaria, monárquica, vinculada al franquismo. El resultado ha sido la desafección a la política catalana durante la última década, que a su vez ha creado, de nuevo, una cuestión andaluza en Cataluña. La gran diferencia entre el procés, y el 1 de Octubre fue, desde mi punto de vista, la masiva participación de las clases populares en un acto que implicaba una impugnación republicana y democrática al régimen. Cinco años después del 1 de Octubre, la mayoría independentista se han fragmentado. Su ampliación solo tiene un camino, que es el de incorporar a las bases populares metropolitanas de Barcelona.
Bueno, ¿y por qué ahora? Lo cierto es que esta reflexión quizás sea una mirada a contratiempo. Quizás ya es tarde para ser “charnego”. Sin embargo, el andalucismo político tiene, aun así, una deuda pendiente con la cuestión andaluza en Cataluña. Para la mayoría de familias de clases populares y trabajadoras Cataluña representa un hecho traumático: desarraigo, pérdidas de seres queridos, separaciones familiares, inferiorización, carne de cañón en un conflicto étnico entre España y Cataluña. Ese trauma fue utilizado por la izquierda estatal para fomentar el anticatalanismo y por la derecha españolista para fomentar la catalanofobia. Pero el independentismo catalán y el andalucismo político aún tienen una conversación pendiente. El andalucismo, a través de las experiencias migrantes y de diásporas, puede volver a pensar el papel de Andalucía en el conjunto del Estado, y articular de nuevo las alianzas necesarias para las transformaciones que se requieren. El andalucismo tiene que servir a la causa de su país, defender los intereses de los andaluces, de sus comunidades migrantes, y reclamar otra historia de las diásporas andaluzas. Entender las formas que ha adoptado la dominación de Andalucía por parte del Estado español también implica pensar desde los andaluces en la diáspora. El andalucismo pertenece a los de abajo, a los del sur, a los últimos. No lo olvidemos. Quizás, pensado de otro modo, nunca es tarde para ser charnego.