22/02/2022 | 06:00
Tu madre era de Santander y tu padre de Valladolid. Ambos se conocieron en Madrid, donde naciste y creciste junto a tus ocho hermanos. ¿Cómo recuerdas tu infancia?
La razón por la que mis padres llegaron a Madrid fue la guerra. Con esto no quiero decir que ellos fueran ideológicamente transformados por la guerra, no. Ellos, como muchísima gente, fueron arrojados fuera de sus lugares de origen por la crisis económica. Por eso, siempre he pensado que soy hijo de emigrantes. Crecí en Estrecho, un barrio obrero de Madrid y de alguna manera, de pequeño, tenía la sensación que salía con cierta desventaja. No fue hasta que cumplí veinte años, cuando me di cuenta de que mis orígenes me habían enseñado a tratar de conseguir las cosas de una manera esforzada y también a elegir lo que quería y lo que no.
Estudiaste en un colegio religioso, en los Salesianos. ¿Cómo te marcó?
Mis padres, cuando yo nací, tenían más recursos económicos que con mis hermanos y pensaban que, por el hecho de ser un colegio religioso de pago, era mejor. Cuando yo les cuestionaba esa decisión, a mi padre le resultaba incomprensible. Rápidamente entré en un conflicto, también con la religiosidad. De hecho, perdí la fe preparando mi primera comunión, que ya es irónico. Recuerdo perfectamente estar haciendo la catequesis y sufrir una epifanía a la inversa; fui a tomar la comunión sabiendo que había perdido la fe y ahora lo cuento como una broma, pero en su momento fue traumático, sentía una sensación de culpa… Tuve muchas fricciones hasta que conseguí salir del colegio e ir a un instituto y, por supuesto, hasta que dejé de discutir de política con mi padre.
Por lo que cuentas, las sobremesas debían de ser intensas en vuestra casa…
Sólo te diré que mi madre rogaba que, por favor, en las comidas no habláramos de política, para que mis hermanos no se discutieran con mi padre. Mi padre era muy conservador y mis hermanos habían sido todos muy críticos con el franquismo, por supuesto, y en la transición fueron más radicales de lo que mi padre quería. Recuerdo que la primera vez que hubo elecciones libres, en 1977, mi padre le obligó a cambiar el voto a mi madre, como pasó en muchas familias. Ella había elegido votar a Suárez porque percibía que era el que podía moderar a unos y otros. A mi padre eso le parecía indecente, porque Suárez era la persona más odiada por la derecha española, cosa que es muy difícil explicárselo ahora a los jóvenes, porque la derecha se lo ha apropiado después de haberlo destruido. Ahora, puede pasar que Vox reivindique a Lorca y la gente se quede tan tranquila, o que Azaña sea citado constantemente por Aznar… El caso es que cuando nosotros nos enteramos de que mi padre había obligado a cambiar el voto de mi madre, empezamos a escoltarla hasta el colegio electoral, para asegurarnos de que no se repitiera.
“Hoy en día hay cosas que se hacen llamar periodismo y que nada tienen que ver con ello”
Estudiaste periodismo en la Complutense. ¿Qué supuso para ti la universidad?
La universidad entonces significaba lo que llamamos el ascensor social; es decir, poder aspirar a algo mejor de lo que pudieron aspirar tus padres. Mi madre me confesó que rezaba cada noche para pedirle a Dios que le dejara vivir hasta que su hijo menor, que era yo, entrara en la universidad. Es una cosa que me emocionaba mucho cuando me lo contaba, porque, desde su ignorancia y su incultura, me parecía increíble que ese fuera su deseo. De alguna manera, con cosas como esta descubrí a mis padres y perdí un factor crítico que tenía de adolescente hacia ellos. Mis hermanos fueron muy importantes, inmediatamente después. Mi hermano mayor resultó ser una persona muy inteligente, preparada y precoz que con veintipocos años era médico y marcó, para el resto de los hermanos y para mis padres, la línea como hermano mayor.
¿Cuándo y cómo nace tu interés por el periodismo?
Fue una vocación muy temprana. Mi madre me escolarizó muy tarde porque, al ser el pequeño, creo que le daba mucho respeto quedarse sola en casa. Fuimos a entrar en párvulos y como me eché a llorar, dio media vuelta y me llevó a casa durante tres años más. Con ella iba al mercado, le ayudaba a hacer las tareas del hogar y, mientras tanto, me convertí en una especie de informador para mis hermanos. Evidentemente, no había redes sociales y la tele no empezaba hasta el mediodía, así que, mientras comíamos, les contaba todo lo que había ocurrido en el mercado. Eso es periodismo. Porque hoy en día hay cosas que se hacen llamar periodismo y que nada tienen que ver con ello; a veces veo telediarios que no son periodismo. Cuando yo era pequeño crecía viendo programas como ‘Informe semanal’ o reportajes largos en la prensa que eran claramente periodismo científico informativo. He visto como esto iba desapareciendo.
¿Cuál es, desde tu punto de vista, la salud del oficio hoy en día?
Creo que ha mejorado por las críticas. Cuando Donald Trump llega al poder diciendo que el periodista es el enemigo de la sociedad, el oficio recibe por primera vez una descarga de electroshock suficiente como para empezar a ser crítico con la deriva a la que habían llevado al periodismo los empresarios de televisión y prensa. Y cuando Trump empieza a hablar de las fake news, periódicos como The New York Times o The Washington Post comienzan a hacer un elemento de comprobación de todo lo que se publica, mucho más riguroso que el que hacían previamente. Y se dan cuenta, además, de que eran percibidos por una parte de la población como “de parte”. Todo eso ha obligado a ejercer la crítica. El gran problema del periodismo ahora es la precarización; hay una cola de gente dispuesta a hacer gratis el trabajo profesional de un periodista. Por lo tanto, es muy difícil que se pueda generar un prestigio profesional. De todas formas, creo que están surgiendo medios y formas de hacer periodismo, incluso dentro de medios tradicionales, que están mejorando mucho lo que había hace una década.
“El 70% de los españoles se informan por el móvil, y este es el grado de manipulación más grande que puede existir”
Defiendes el periodismo lento. En cambio, cada vez más prevalece la cultura del tuit y de la información rápida. ¿Va esto en detrimento de la rigurosidad?
Absolutamente y los periodistas lo debemos decir claramente. El periodismo no puede ser un titular, porque este solo es una síntesis: en muchos casos, una síntesis que no tiene todo el contenido… Y esto me preocupa mucho. De hecho, lo abordé en mi última novela, Queridos niños. En ella empiezo hablando del clima político en el que vivimos, que es así porque la gente ha decidido informarse de esta manera. El 70% de los españoles se informan por el móvil, y este es el grado de manipulación más grande que puede existir, en la línea que sea. Informarse por el móvil no es informarse.
Ahora entiendo por qué no te he encontrado en las redes sociales…
[Ríe.] Tuve Twitter porque me pareció periodísticamente muy interesante cuando se lanzó, pero rápidamente me di cuenta de que era un lugar en el que la gente quería hacerse autopropaganda. A mí me educaron en no hablar bien de mí mismo; mi madre me decía que eso era una falta de educación. Es decir, si yo soy apreciado por alguien, es esa otra persona la que debería reconocérmelo y no yo mismo. Lo que me molesta de las redes sociales es el escaparate propio, es como si las personas hubiéramos pasado a ser un comercio dónde tenemos que tener el escaparate de lo que somos. No, yo no lo quiero. Porque sé que dentro de mí hay cosas que son buenas y cosas que son malas, y en el escaparate solo pondría las buenas. Como eso me parece contradictorio, no quiero estar ahí. Yo no quiero trabajar para Mark Zuckerberg, prefiero tener otro jefe.
Mientras estudiabas periodismo debutaste como guionista en televisión, en cortos y en cine.
Sí, y con el dinero del primer largometraje me fui a estudiar cine durante un año a Estados Unidos. Fue muy enriquecedor porque era una escuela que tenía un acercamiento al cine de Hollywood. Yo venía del cine de autor más europeo, y me interesó mucho como industria de entretenimiento. Entonces empecé a trabajar desde allá para algún medio en España. De hecho, fue el periodo de mi vida en el que más he practicado el periodismo, que va más allá de una columna de opinión o entrevista más larga. Me encantó. Si hubiera tenido menos éxitos en mis otras profesiones seguramente ahora estaría haciendo eso, muy feliz.
“Las grandes empresas audiovisuales españolas son muy-muy conservadoras y no están nunca interesadas en nada que tenga filo”
Recientemente has trabajado en una miniserie documental sobre la familia Pujol Ferrusola. ¿Con qué objetivo nace?
La serie me la proponen desde Discovery+, es un trabajo de equipo. Es una serie de testimonios, que va uniendo las declaraciones de unos y otros, intentando que sea lo más plural e interesante posible, para contar el recorrido vital y político de Jordi Pujol. Yo tenía una gran frustración porque las grandes empresas audiovisuales españolas son muy-muy conservadoras y no están nunca interesadas en nada que tenga filo. Tuvo que venir una empresa norteamericana, a proponernos esto. Yo siempre intento ponerme una chaqueta británica para hacer estos trabajos, porque creo que el periodismo anglosajón es menos iracundo que el español, que es muy “de parte” y vitriólico. Antes hablábamos del periodismo del titular, pues Pujol es una persona cuya trayectoria política tampoco se puede definir en un solo titular. Tiene que entenderse quién es, de dónde viene, qué poder alcanzó y, sobre todo, qué poder le otorgó Catalunya para hacer según qué cosas o tener ciertos comportamientos que hoy serían intolerables en la política actual. Los ciudadanos se han hecho la percepción de una paternidad y continuidad histórica que les ha otorgado un magno en plaza excesivo. Este es un problema que tienen los partidos nacionalistas en general, los catalanes, los españoles y los vascos: que la gente interprete que esos partidos sean los defensores de la patria. No, la patria la defienden todos, los que son críticos con esos partidos también.
¿Cuándo verá la luz?
Está pendiente de emitirse. Depende de la creación de su propia plataforma en España. Los ejecutivos españoles que nos encargaron el trabajo pensaban estrenarlo en junio de 2021, probablemente sea en junio de 2022. Pero tampoco importa mucho el retraso.
A una parte del independentismo catalán todavía le está costando digerir el caso de Jordi Pujol. ¿Crees que esta serie levantará ampollas?
Creo que molestará en todos lados, porque siempre que haces una cosa que intentas que tenga un cierto equilibrio, molestas a todas las partes. También a los que querían destruir el pujolismo, que les vino muy bien cuando estaba el independentismo en su mayor hervor, pero que luego se ha visto claramente que no tienen ningún interés en llegar hasta el final. Nunca lo he contado, pero hice una entrevista pocos meses antes del referéndum del 1 de octubre en una revista independentista en Barcelona y cuando me preguntaron qué pensaba del referéndum, yo contesté que no se debía convocar sin un acuerdo de legitimidad nacional. Porque lo único que iba a provocar era violencia. Lo primero que recibí fueron insultos por parte de algunos sectores independentistas: algunos amigos me llamaban para decirme que me estaban insultando porque yo vivía de las subvenciones del gobierno español. Curiosamente, ese era el mismo insulto que recibía yo por parte de la derecha y, en cambio, venía de un actor independentista que incluso había trabajado conmigo.
Te molestó, entiendo.
Me produjo una enorme tristeza, porque pensé que ningún movimiento puede reafirmarse si no tiene la crítica dentro. Yo que fui insumiso al servicio militar, entendí que cuando los independentistas se comparaban con la insumisión contra el servicio militar cometían una atrofia de su propio pensamiento, que era que los que, habiendo sido insumisos, aceptábamos la legitimidad del ejército y de las autoridades españolas. En ningún momento la negábamos, lo que decíamos era que si una obligatoriedad era injusta, nuestro propio posicionamiento en contra iba a transformar la sociedad, que iba a aceptar como una evidencia que eso era una injusticia. Y, ¿qué ocurrió? Que, cuando intentaron desacreditar a cien mil muchachos, que tenían familias de todos los extractos sociales y que sabían que sus hijos no eran delincuentes, y que, pesé a ello, tenían que pasar por unos juicios, la sociedad dijo: “basta”. Y se acabó la mili.
“El 1-O es el mayor fracaso del Estado español en años”
¿Cómo has vivido tú el conflicto Catalunya-España?
Me he sentido incomprendido en ambos lugares, sobre todo, cuando se desarrollaban las injusticias; se insultaba y enmascaraba a una persona por tomar una posición u otra, según dónde estuviera. Lo que traté, en la medida de lo posible, fue que no afectara a mis relaciones personales. Es decir, que la gente pudiera seguir diciéndome lo que sentía y extraer, de eso que me decían, lo que había de verdad. Entiendo el movimiento independentista perfectamente, me parece absolutamente noble, pero también entiendo lo que es España. Y el problema es que si para ser uno, tienes que eliminar el otro, estamos en una situación que no es la favorable. Quizás el independentismo no entendió que tenía que encontrar la manera de llegar a una Catalunya independiente, si podía ser, sin destruir España. Quizás sería mejor entender España como un lugar plural donde esas aportaciones pudieran ser más enriquecedoras de lo que han sido a lo largo del tiempo. Mira, yo he vivido en la industria del cine y ahí tampoco eres libre. Tienes que hacer pactos todo el tiempo, con los financieros, con las distribuidoras… cuando te sales de todo eso, no hay espacio. Yo mismo he hecho películas fuera de la industria y no he conseguido ni ponerla en el cine ni, por supuesto, tampoco en las plataformas o en una tele. Y he llegado a la conclusión de que tengo que infiltrarme y formar parte de eso, que a lo mejor no me gusta, para contribuir a cambiarlo y a hacerlo más rico y más plural desde dentro.
Y ¿cómo viviste el 1-O?
Desde la restauración de la democracia, el 1 de octubre ha sido uno de los momentos más bajos de España como país, quizás junto al 23-F; no por el desafío independentista sino por la respuesta del Gobierno español. Con un gobierno que había fracasado en su promesa de impedir que se produjera la votación, mandar a la policía a pegar a la gente me pareció absurdo. Y en Europa nos colocó en la posición más incómoda que hemos tenido nunca. El 1-O es el mayor fracaso del Estado español en años. Y vuelvo a lo mismo, ese fracaso está provocado por el deseo de una parte a destruir a la otra. Y posteriormente, a partir del 1 de octubre, comienza otro periodo que ya tiene más que ver con el deseo del independentismo de dejarse engañar.
¿A qué te refieres?
Hacer una declaración de independencia de 7 segundos, una mezcla de exilio y martirologio, pero que ni siquiera entre ellos está decidido por qué opción tomar… De nuevo volvemos a la falta absoluta del rigor en el proceso que estaban llevando. A veces soy duro en esto, pero no me importa serlo en un medio como el vuestro que se llama CRÍTIC y que, además, sé que lo lee mucha gente que va a estar en desacuerdo con lo que yo digo. Pero en el Abc hablaría más del problema de España, y cuando me entrevistan en Catalunya me gusta que quede claro que la caricatura que hacen de España en algunos medios catalanes, caricatura en la cual estamos todos metidos, es falsa. Es falsa como es falsa la caricatura que se hace, desde algunos lugares de España, sobre el independentismo catalán.
“Me critican por ir a una radio en Barcelona y hablar en catalán. Pero a mí me apetece y me divierte hacerlo”
¿Sientes que desde algunos sectores del independentismo se sigue perpetuando la caricatura del madrileño españolista?
Claro. A muchos independentistas les ha molestado que la intelectualidad española no se posicionara en su favor. Pero si no lo hacían, era porque no estaban de acuerdo. Y lo que debían haber agradecido es el silencio con el que la intelectualidad española observaba los movimientos independentistas. Ahí también se equivocaron. Evidentemente, incluso en el Madrid de Ayuso, que no es más que una prolongación del Madrid de Esperanza Aguirre, hay una serie de madrileños que no tienen significación pública, pero que están ahí y que son mucho más cercanos al espíritu que mueve al independentismo, en la parte de intentar sacudir una corrupción endémica, generar instituciones más limpias, etc. Eso también existe en España y se ha llamado la izquierda española, que ha tenido siempre una menor representación política. Una izquierda que es crítica con el Tribunal Supremo porque es fruto del acuerdo entre dos partidos que no tienen en cuenta ni a la sociedad. Esa España existe, y no solo en Madrid. Se puede vivir con gobiernos eternos que representan lo contrario de lo que tú defenderías: la laminación de los servicios públicos, la segregación de los alumnos… Los madrileños los votan porque aspiran a ser ricos. De hecho, las comunidades ricas tienen un sesgo de voto muy claro y no hay que olvidar que esa misma privatización y segregación la estaba fomentando el Gobierno catalán siendo nacionalista. Es más, el discurso de ahora de Ayuso es el de “España nos roba”…
El debate sobre la inmersión lingüística ha vuelto a la agenda política y mediática. Tú hablas catalán y rompes el estigma del español que odia la lengua catalana.
Vamos a ver, a mí no me parece razonable que las niñas y los niños españoles acaben la Primaria sin tener ningún acercamiento a las lenguas oficiales del Estado. Desde mi punto de vista, deberían aprender unos conceptos básicos de euskera, catalán y gallego siempre. No digo que las aprendan completamente, pero sí que estén familiarizados y que no las perciban como lenguas que se utilizan para que ellos no lo entiendan, como piensan muchos españoles. Y otra cosa que pienso es que no se debe ceder la lengua a unos partidos políticos, la lengua pertenece a todos.
¿Cómo surge tu vínculo con Catalunya?
Nace de la curiosidad. Cuando era joven empecé a tener curiosidad por las cosas que no conocía. Empecé a leer y a escuchar música en catalán, hubiera hecho lo mismo con el euskera si hubiera tenido más relación con vascoparlantes, como lo tenía con catalanoparlantes… Y luego, cuando nacieron mis hijos, con su madre decidimos que queríamos que fueran bilingües, aunque viviéramos en Madrid; teníamos claro que la riqueza era que hablaran los dos idiomas. Desde Madrid, me critican por ser condescendiente con Catalunya. Me critican por ir a una radio en Barcelona y hablar en catalán… Pero a mí me apetece y me divierte hacerlo. Sobre todo, si a alguien le cabrea que hable catalán, a mí me divierte más. Cuando voy a la RAI hablo italiano, en la televisión francesa hablo en francés y en la norteamericana, en inglés. No tengo problema, cuando chapurreo algún idioma, con hacer el ridículo.
“El fútbol es una maquinaria compleja porque usa las pasiones humanas”
Catalunya también te dio, entre otras cosas, una gran amistad con Pep Guardiola…
Sí, pesé a todos los intentos que se han hecho para que no sea así, conservo una gran amistad con Pep.
¿A qué te refieres con “intentos para que no sea así”?
A que, supuestamente, tú no puedes ser amigo de alguien que no piense como tú. Cuando para mí es al revés; yo soy amigo de quien no piensa como yo, porque eso también me enriquece.
¿Cuándo conociste a Pep?
Nos conocimos cuando él jugaba en el Barça. Él tenía un gran interés por cosas que no eran el futbol. De hecho, yo de futbol poco le podía hablar. Se interesaba por las películas, el teatro, los libros, las novelas… Y a mí eso me sorprendió. Un par de años después de conocernos, tuvo una lesión muy larga que duró más de un año y un futbolista lesionado es como un tigre enjaulado… Yo le acompañaba a los partidos y le dije que él no era futbolista, su cabeza ya era la de un entrenador.
A través de Pep también te acercaste al futbol. Los clubs se han convertido en multinacionales que mueven el dinero de la mano de compañías y empresas corruptas y que defraudan a la justicia. ¿Te genera contradicciones?
Claro. La de Gil y Gil me generó muchísimas contradicciones, evidentemente; que tus colores estuvieran al servicio de la corrupción me molestaba muchísimo. Pero yo soy del Atlético de Madrid por Luis Aragonés y por la historia de este equipo en mi emocionalidad cuando era joven, y eso a mí no me lo quita ni un presidente ni unas camisetas diferentes. El Atlético se utilizaba para robar, como se han usado otros equipos. Como el Rayo Vallecano, que ha sido utilizado para que los Ruiz-Mateos tuvieran apoyo popular, y es un equipo entrañable de un barrio maravilloso y que, por suerte, una gran parte de sus aficionados se pusieron en contra. El futbol es una maquinaria compleja porque usa las pasiones humanas, a mí me ha interesado mucho siempre como explosión de la cultura popular.
“Quisimos entrevistar a Quim Monzó en TVE y nos prohibieron emitirlo dos horas antes“
Vamos acabando. En breve también verá la luz una serie documental sobre la Casa Real. ¿Por qué cuesta tanto señalar a la monarquía?
Es evidente que existe un deseo de afianzar la democracia española pasando por tolerárselo todo a la institución de la Jefatura del Estado. Eso antes era inviable. Yo perdí un trabajo en el año 1994 por algo parecido a eso en televisión y te quedabas con una cara de idiota pensando que la democracia ya entonces estaba consolidadísima.
Te refieres a El peor programa de la semana, que dirigías junto con El Gran Wyoming en TVE, ¿verdad?
Sí, íbamos a entrevistar a Quim Monzó y nos prohibieron hacer el programa dos horas antes de empezar el directo por presiones de la Casa Real, porque decían que nuestra intención era criticarla. Obviamente los directivos de TVE nunca nos dijeron si cumplían órdenes o se adelantaban a ellas, pero perdimos el trabajo: despido total y directo.
¿Qué opinas de la fuga del rey emérito?
Creo que lo que ha hecho Juan Carlos I es el peor favor a la institución de la corona, peor incluso que el del peor de sus críticos y están las encuestas para demostrarlo. Desde fuera, lo que debemos es ser críticos con lo que es la monarquía y con lo que representa; si los españoles encuentran que tiene alguna utilidad, adelante, que la sigan sosteniendo, pero si no le encuentran sentido, no lo lograrán por la impunidad, el silencio o por tener comprada a la prensa. La legitimidad se la tienen que ganar. Y, ojo, la corrupción del rey emérito no es individual, sino grupal; se produce en el entorno de un núcleo de grandes empresas, del cual él es una pieza necesaria para que funcione ese engranaje. Que nadie sea tan tonto de pensar que hablamos de un corrupto autónomo. Y ahí es donde no se quiere llegar y, aunque el periodismo crítico ha mejorado, sigue habiendo mucho miedo a llegar al origen del problema.