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Entrevistes

Carles Francino “En España a menudo no se entiende a Cataluña”

Quería ser profesor, y, en cambio, fue en el mundo de la comunicación donde Carles Francino (Barcelona, 1958) demostró su maestría. Redactor de deportes en los inicios y miembro del equipo fundacional de Canal +, fue una de las caras más apreciadas y conocidas del Telenotícies de TV3 de 1994 a 2005. Hasta que decidió el reto nada fácil de volver a la radio para sustituir a Iñaki Gabilondo en Hoy por hoy. Ahora, Carles Francino es una de las voces clásicas de la Cadena SER, donde presenta cada tarde La ventana, un programa “para mirar la vida con honestidad y sin solemnidad”, me dice. De hecho, honestidad, proximidad y sencillez son las cualidades que Francino propone, no solo para cautivar a sus oyentes, sino para enfocar los temas que tratamos durante la entrevista. Quizás por esa naturalidad que desprende, hablamos casi de todo.

31/03/2021 | 06:00

Dices que tu atracción por la radio empieza con las prácticas en Radio Popular de Reus…

Sí, con diecisiete años. Subía a Bellaterra por los estudios de Periodismo, y la radio ya me empezaba a gustar mucho. Compaginé durante tres cursos los estudios y las prácticas, y, al cabo de un tiempo, me contrataron. Entonces, dejé la carrera; de hecho, todavía me falta el último año y algunas asignaturas, seguí trabajando y hasta el día de hoy.

Estudiabas en Bellaterra, pero vivías en Tarragona, a pesar de haber nacido en el barrio de Gràcia.

Sí, yo nací en la calle de la Riera de Sant Miquel, pero a los nueve años nos fuimos a vivir a Tarragona por el trabajo de mi padre, que tenía una oficina de seguros de la AGF Unión-Fenix, la actual Allianz. En este sentido, soy un poco apátrida, porque nací en Barcelona, pero me fui a vivir a Tarragona y Altafulla. Incluso, de manera inesperada, he vuelto a Madrid, cosa que no preveía.

En Madrid y casado con una madrileña.

Sí, y con dos hijos mixtos. Es el mestizaje, la vida normal.

Has comentado que tu padre trabajaba en el mundo de los seguros, pero tu madre… ¿qué hacía?

Era ama de casa y trabajaba muchísimo, porque éramos ocho hijos, de los cuales seis ayudaban más bien poco. Te diré más: no recuerdo que mi padre retirara nunca un plato de la mesa. Era un hombre fantástico, un referente para mí de dignidad y de otras muchas cosas; de hecho, lo echo de menos muchísimo, pero nunca retiró un plato de la mesa, y menos aún hacer la cama.

Ocho hijos, ¡casi nada! Un hartón de trabajar. ¿Qué lugar ocupas entre los hermanos?

El quinto. Carlos V, como me decía mi padre. [Ríe.]

Por cierto, los apellidos Francino-Murgades, ¿de dónde provienen?

Francino, me parece que es de origen italiano, pero Murgades proviene de un obispo de Andorra, creo. La abuela paterna era de Lekeitio, del País Vasco. Tengo una mezcla de Italia, Cataluña, País Vasco…

Has comentado que en Radio Popular de Reus aprendiste las tres o cuatro cosas básicas del oficio. ¿Cuáles son?

Saber para qué sirve el periodismo y qué es este oficio. Somos narradores de las historias que conectan las personas con el mundo donde viven. ¿Cómo lo podemos hacer? Con honestidad, porque la objetividad no existe. Ser objetivo es imposible, pero sí que se puede ser honesto cuando explicas historias.

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“TV3, desde que empezó el ‘procés’, tiene un sesgo independentista”

¿Y cómo lo podemos ser?

Dando voz e incluyendo todas las miradas posibles, de un tema. Si tienes claro que ser periodista es explicar a las personas las historias que forman parte de la realidad, con contexto, para informar y situar al ciudadano en su mundo, para que lo entienda mejor, entonces el periodismo es una profesión fantástica. Pero cuando creemos que somos un poder con capacidad de sacar y poner presidentes, ser ricos y famosos, y cosas de este tipo, entonces el periodismo es un error terrible. Ser periodista no es eso. A mí me lo enseñaron de joven en Radio Popular de Reus, como también que cada medio tiene unos códigos y un lenguaje diferente. Yo lo he ido practicando con los años, y he comprendido que la comunicación es esto que estamos haciendo ahora, una conversación natural, sin artificios. En este sentido, la radio ayuda mucho, porque es natural, tal como sale. Es el medio más auténtico, porque no admite muchas trampas. En la radio, una voz presuntuosa no suena.

¿Dirías que TV3 es honesta? Tú la conoces bastante bien, porque después de estar en Madrid cuatro años en Canal +, en 1994 fichaste por TV3 para presentar el Telenotícies hasta el año 2005. Estuviste en TV3 11 años. Si lo miras con perspectiva, ¿crees que TV3 ha cambiado mucho?

Lo primero que me pasa con TV3 es que la veo menos de lo que la veía antes. Pero sé, más o menos, lo que pasa allá dentro.

¿Y qué pasa?

Pues que se presenta una realidad no enfocada desde todos los puntos de vista. Yo creo que TV3, desde que empezó el procés, tiene claramente un sesgo. Se inclina hacia un lado, se priorizan unos personajes y unos líderes políticos en detrimento de otros, que tienen menos presencia. Si yo ahora hubiera estado en TV3, no lo habría pasado bien. TV3 la pagan todos los catalanes, quienes votan independencia y quienes no, los de la vía unilateral y quienes no, pero la pagan todos. De acuerdo que no hace falta que la pantalla sea un reflejo milimétrico de la realidad, pero sí que hace falta cierto contrapeso, que creo que se ha perdido.

Tú tuviste una polémica en TV3, cuando te negaste a firmar un informativo por discrepancias con la dirección. Tenía relación con la salida de Josep Maria Flotats del Teatre Nacional de Catalunya.

Sí, esto salió a la luz y se supo; pero, en el día a día, antes ya había habido cosas, porque es un medio público y por desgracia, y esta es una asignatura pendiente en este país, todavía hay quien se piensa que TV3 se puede controlar.

¿Antes ya había problemas con el Gobierno de turno?

Sí, porque quien está en el Gobierno intenta meter mano en el medio público. Nuestro trabajo, sin ser la verdad absoluta, debe tener unos mecanismos de defensa profesionales que permitan trabajar dentro de unos límites. Todos lo sabemos como periodistas; pero, a lo largo de los años trabajados, todos nos hemos comido algún marrón. Yo, en TV3, me he comido más de uno, porque a veces habría hecho las cosas de otro modo. Ahora bien, cada cual tiene que poner unos límites, y no traspasarlos. Yo no tengo conciencia de haber cruzado nunca ninguno, a pesar de que, algunas cosas que he hecho, quizás las habría hecho de otro modo. Pero ahora, en TV3, por lo que veo y lo que me dicen, yo no me sentiría cómodo. Sin pedir héroes, porque hay mucha precariedad, debe de haber unos márgenes, y tú sabes enseguida cuando baja una mierda porque la identificas.

¿Hablas con compañeros de TV3?

Sí, sí, por supuesto. Dejé muchos buenos amigos allá.

¿Y qué te dicen? Me imagino, por ejemplo, “ostras, Carles, tío, que..”

Sí, sí, eso mismo me dicen, “ostras, Carles, tío, ostras”.

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El modelo de sociedad se está agrietando. Viene una gran oleada de desigualdad, precariedad y miseria”

¿Crees que tu polémica con la noticia de la salida de Flotats tiene que ver con el conocido intervencionismo de los medios por parte de Jordi Pujol?

A ver, en mi caso, yo no creo que Pujol interviniera directamente, porque no le hacía falta, no tenía ninguna necesidad. Si tú valoras las noticias del día y piensas como jerarquizas el informativo, y no priorizas el cese del director del TNC ni la rueda de prensa explosiva que hace Flotats cargando contra el conseller, porque te dicen que tiene que ser una noticia breve en el TN por la noche, es porque te está bajando una mierda de las que te decía antes. Yo dije, “esta no me la como”, y me negué a firmar aquel TN. De hecho, pensaba que era mi final en TV3, puesto que, si tú te niegas, como en cualquier trabajo, a hacer una cosa, es lógico que te pongan de patitas en la calle. Pero no pasó, y seguí un tiempo más en la televisión.

Joan Tapia [exdirector de La Vanguardia y de BTV] comentó en CRÍTIC que el periodismo y el poder se atraen y se repelen mutuamente, que es como el juego del siete y medio. Tienes que buscar el equilibrio.

Exacto. Si viviésemos en un mundo ideal, estaríamos todos de acuerdo: los partidos políticos se quedarían fuera y aceptarían la confianza profesional y la pluralidad editorial que abrazara las diferentes sensibilidades de una sociedad. Ahora bien, en esta relación perversa con el poder, nosotros, los medios, tenemos parte de culpa, porque, sin generalizar, buena parte del periodismo de hoy es de trinchera, periodismo de chaqueta.

Y si le sumas las redes y la necesidad de ratificar las ideas propias…

Todo se amplifica. Yo estoy muy preocupado por el periodismo de la crispación política. Es imposible debatir con un poco de serenidad, escuchando argumentos. Además, cada cual lee el digital de turno, aquel que le dice aquello que le gusta y le permite retroalimentarse. En Cataluña ha pasado y está pasando, y también en el conjunto de España. Ya no hablo solo de la política, sino del diseño general, que está en crisis. Tenemos un modelo de sociedad que se está agrietando.

¿Tú crees que nos hemos colapsado?

No todavía, pero estamos a punto, porque nos viene una oleada de desigualdad, de precariedad y de miseria que no sé si podremos gestionar. Por eso, mucha gente no entiende como, con lo que está pasando, la política da este lamentable espectáculo. Hay un montón de gente que se está quedando en la calle, pero literalmente en la calle. Y más que se quedarán. Esta es la primera prioridad; pero, en cambio, nos peleamos. Yo soy optimista de fábrica; pero, con esto, soy poco optimista, de verdad.

Cuando llegué a la SER en Madrid… sufrí el prejuicio por ser catalán”

Cuando dejas TV3, en 2005, vuelves a Madrid para sustituir a Iñaki Gabilondo en Hoy por hoy. Era todo un reto, porque estabas en TV3 con un crédito y una posición estable, y, de repente, te proponen sustituirlo. ¿Cómo lo viviste?

Hasta dos veces dije que no.

¿Y qué te hizo decidir a la tercera?

Admitir que estaba muerto de miedo, porque lo estaba. Y lo estuve mucho tiempo.

No debía ser fácil, porque, además, cuando llegas a Madrid, se te considera el periodista del Tripartito que lleva bajo el brazo el Estatut.

Sí, eso decían, a pesar de que a mí no me llegó. Sí que sentí el prejuicio por ser catalán.

Debe de ser cansado llevar este prejuicio, ¿no?

Sí, pero te acostumbras. Convives con ello, porque junto a las personas que tienen este prejuicio, y que lo manifiestan, hay otras muchas que no lo tienen y que son normales. Has de intentar hacer la balanza. Pero sí, en general, sí que hay un prejuicio hacia la cosa catalana bastante evidente. Lo había cuando llegué a Madrid, y, por razones obvias, se ha incrementado.

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“En los primeros años en la SER me encontré muy solo”

¿Dirías que es un prejuicio de una derecha española?

Es transversal, un sesgo sobre la cosa catalana como concepto. No hablo solo de política. Ahora bien, lo difícil para mí, al principio, no era que yo fuera catalán, sino que, aquí en la SER, se iba un símbolo como Iñaki Gabilondo, y quedaba un vacío enorme. Y, claro, según la ley de la física, cuando se crea un espacio, alguien lo tiene que ocupar.

Y, para ocuparlo, aterrizas en Madrid como un desconocido para muchos oyentes de la capital.

Yo me encontré muy solo. Lo he explicado muchas veces, y no me importa decirlo, porque no es ninguna crítica a nadie: más bien es una descripción del paisaje; pero, en aquel momento, había mucho miedo. Siempre he dicho que yo ocupaba el lugar de Iñaki, pero que no venía para sustituirlo. Desde el principio, dije que yo no aspiraba a ser un gurú de la información, porque no es mi vocación, sino ser un líder de información, incluso de entretenimiento. Y pienso que lo conseguimos. Nos mantuvimos. Pero lo difícil no fue que yo fuera catalán, sino sentirme muy solo al principio. Era una sensación jodida.

¿Dirías que se comprendió tu salida de TV3?

Sí, yo me fui muy bien de TV3. Todo el mundo entendió que venir a la SER era un proyecto muy atractivo y arriesgado. De hecho, si algún día pudiera volver a TV3, volvería.

Has dicho que durante tu etapa como presentador del Hoy por hoy disfrutaste mucho de la radio. Personalmente, sin embargo, también fue una etapa muy rica: nacieron tus dos hijos.

Sí, fue una etapa muy intensa, durísima. Pero, ¿sabes una cosa?, quizás disfruto más ahora, y creo que se me nota en antena.

“Hemos regalado muchos minutos a la política de estilo ‘Sálvame’ haciendo tanta información de partidos”

Tu programa de tarde, La ventana, tiene otro perfil. Más tranquilo, un poco alejado del primer café. La mañana es más intensa, ¿no?

Por la mañana, los vínculos con la información política son muy potentes. Pero, lo decía antes y lo digo ahora, creo que hemos regalado muchos minutos a la política de estilo Sálvame.

¿Qué quieres decir?

Me explico. La política lo es todo: es educación, sanidad, cultura, etcétera. La política lo es todo, sin lugar a dudas. Pero la información de partidos es otra cosa. Nosotros, los medios de comunicación, hemos regalado demasiados minutos a este tipo de información y, entonces, entramos en un bucle, damos vueltas a lo mismo y nos perdemos un montón de historias con peso que deberían ser explicadas. En cualquier caso, sí que es cierto que por la tarde tienes más libertad para hacer el programa que tú quieres.

Sí, pero hay noticias que traspasan el día. Por ejemplo, ¿cómo viviste el 1 de octubre de 2017 y la DUI del 27 del mismo mes?

Muy mal, con mucha tristeza. Un momento muy duro fueron los golpes del 1-O. Antes de aquellos días de octubre, en Madrid, ya había tenido muchas discusiones con compañeros y amigos. De hecho, tengo la sensación, y no hablo del procés, de que no se entiende la realidad de Cataluña. Y quienes somos catalanes y estamos en Madrid intentamos explicarla. El 1-O, yo estaba en casa, y, cuando vi aquellos golpes, me cayó el alma a los pies. Entonces, pensé que aquello era un punto de no retorno, que se rompía algo que ya se había ido agrietando. Yo tenía claro que, aquel día, se rompía algo en Cataluña y en España.

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No soy independentista, pero creo que algún día nos tendrán que preguntar si lo queremos ser”

¿Y crees que el nuevo gobierno de ERC y Junts puede reconstruir puentes dentro y fuera de Cataluña?

Ahora mismo, creo que Cataluña tiene muy mal pronóstico, porque no se están definiendo bien las prioridades. Lo hemos visto con los últimos gobiernos. De hecho, cuando una sociedad está dividida en dos mitades, y no tiene claro su modelo de país, la única solución es la transversalidad, te pongas como te pongas. Algún día se nos tendrá que preguntar si queremos ser independientes o no, pero hoy en día y de este modo, no. Yo en Madrid me he peleado con más de uno. ¿Hay algún problema en que se puedan cambiar fronteras? No. Ahora bien, hagámoslo sin el estropicio que hemos provocado, tanto por la intransigencia del independentismo más hiperventilado como por la inacción y la represión del Estado. A mí lo que más me incordia de todo es que te obligan a comprar toda la carne por un lado o por el otro. Y yo, en cada capítulo de esta obra, quiero tener opinión propia.

¿Tú eres independentista?

No, yo no lo soy, no soy independentista, pero creo que algún día nos tendrán que preguntar si lo queremos ser. Y, si sale que sí, pues, adelante.

¿Dirías que son presos políticos o políticos presos?

Son políticos presos. Y la comparación con el exilio me da vergüenza. Son políticos presos que más temprano que tarde tienen que salir vía indulto, que es un mecanismo político del Gobierno que destensaría mucho la situación.

Se podría avanzar en buscar soluciones, sí.

No se puede avanzar ni un paso con gente en la prisión, condenados, además, por delitos que están avalados por los tribunales, pero con dudas razonables de que los hayan cometido. Una cosa no quita la otra. El paso del indulto se debe dar, es una herramienta política, y el Gobierno no debe tener miedo. Lo tiene que hacer. Está claro que habrá un terremoto cuando el Gobierno dé el paso de los indultos; pero, si te metes en política, lo haces para tomar decisiones que puedan cambiar el paisaje, ¿no? Pero, más allá de esto, hoy en día, Cataluña tiene mal pronóstico, y España, también.

Parece que no hay ningún proyecto.

¿Alguien me puede explicar un proyecto para España en los próximos 10 años? El independentismo, para mí, presentó un proyecto falso, tramposo e irreal, pero era una lucecita, una idea. Pero repito: falso e irreal. Pero, ¿cuál es el proyecto para España? ¿Alguien te lo ha explicado? Por ejemplo, ¿queremos un Estado confederal? ¿Con un I+D verde y sostenible? A ver qué hacemos con la lluvia de dinero de Europa.

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Con Díaz Ayuso, ya tenemos el ‘trumpismo’ dentro de casa”

¿Cómo ves el nuevo Gobierno ERC-JuntsxCat? ¿Entenderán las prioridades?

No lo tengo nada claro. No hace buena pinta, porque es evidente que son rivales ideológicos. Su pelea constante resulta poco edificante, y me parece un error de país ignorar al PSC. Además, el protagonismo de la CUP ¡ya es el colmo! Por eso, te decía que tenemos mal pronóstico. El día que borremos la palabra traidor del diccionario, seremos todos más felices.

¿Y el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos?

Pensaba que teníamos legislatura garantizada, pero la bronca de Murcia y Madrid puede alterarlo todo. La salida de Iglesias del Gobierno español, que me parece un gesto valiente, le permitirá marcar perfil propio desde fuera, pero me parece evidente que el enfrentamiento ideológico con el PSOE es una estrategia querida, no casual. Hay ideas de Podemos que suerte que están, pero el espectáculo de algunos de sus dirigentes no lo entiendo. Además, si miras el panorama de la derecha….

Sí, parece muy dividida.

Sí, dividida del todo, pero el factor Díaz Ayuso resulta imprevisible. Nadie sabe dónde está su techo. Ahora bien, lo que sí que tengo clarísimo es que con ella, ya tenemos el trumpismo dentro de casa, y esta es una mala noticia.

Has dicho que Cataluña y España tienen mal pronóstico. Pero, Barcelona, ¿cómo la ves?

Hace tiempo que Barcelona está ensimismada, mirándose mucho el ombligo. Discute de cosas menores. Echo de menos un liderazgo y una visión a largo plazo, como en muchos ámbitos de la vida cultural. Hablo desde la distancia, porque no estoy en el día a día de la ciudad, pero es cierto que Barcelona ha perdido peso. Está huérfana de un proyecto potente a largo plazo.

¿Y Madrid?

En Madrid hay gente que tiene un proyecto. Y, de hecho, ya lo ha ejecutado: quieren convertir la ciudad en una centrifugadora de todo, una máquina de captar inversiones, de toda España, de Europa y del mundo. Quieren hacer de Madrid una megalópolis. A ver, ya lo es, porque siempre ha sido el centro de poder político, económico, mediático, judicial, institucional, etc. Madrid, hoy, está mucho más reforzado, porque además tiene pocos contrapesos, y muchos actores quieren reforzar todo esto. Y, en los últimos años, lo han conseguido. También, en parte, por errores de otros equipos, en este caso, de Barcelona y de Cataluña. Madrid es el gran hecho diferencial de España.

¿Dirías que la SER ayuda a comprender lo que está pasando desde una perspectiva progresista y de izquierdas?

La SER es lo que más se parece a España, porque dentro hay de todo. Además, tiene un perfil editorial claramente identificado con el progresismo, la izquierda, los derechos… No sé qué palabra utilizar; pero, si hablas de libertades, de solidaridad, de igualdad, la SER está allà.

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Los sentimientos no son negociables; por eso tenemos la política”

Te entiendo. Pero ya sabes que al Grupo PRISA, en Cataluña, se le relaciona con cierto establishment.

Sí, nos han dicho de todo, incluso fascistas. Ahora se saca la pistola muy rápido y al primero que le llevas la contraria, ya te dice fascista. Pero es que el proceso ha embadurnado mucho el ambiente. De hecho, es un tema muy complejo que ha pasado por muchas etapas. Entre las posiciones ya conocidas de “la unidad de España” y la del “referéndum sí o sí y pase lo que pase”, está el territorio de los matices. Y la SER ha ido surfeando como ha podido. Hemos defendido cosas muy claras en antena.

¿Como cuáles?

Por ejemplo, que no puedes construir ningún proyecto a partir de saltarte la ley por la cara, ignorando a la mitad de la población. Tampoco es presentable que un Gobierno que tiene capacidad política para encarar el problema político lo delegue a los tribunales. A alguien le pueden parecer contradictorias, pero a mí no me lo parecen. Está claro que hemos cometido errores; pero, si perdemos el liderazgo en Cataluña, es porque hacemos un discurso determinado, con matices.

Te llamarán equidistante.

Lo sé, ya me lo han dicho. Pero ser equidistante no es ser neutral, ¿eh?

Lo sé, lo sé. Como dijo Jordi Amat a CRÍTIC, “un equidistante combate en la política de bloques”…

Es que hay un territorio entre este conflicto. Javier Cercas lo dice en su último libro: “El catalán que no quiere la independencia no tiene corazón. Y el que la quiere no tiene cabeza”. De aquí a dos años, quizás Cataluña sea independiente. Yo lo veo difícil. ¿Por qué no? Ahora bien, así, a la brava, de ningún modo. Y una cosa importante: los sentimientos no son negociables. Por eso tenemos la política.

Falta política de verdad, sí. Las dos partes se deben reconocer.

Pero es que no hay ni dos partes. Cataluña todavía es más complicada, más compleja, y la complejidad no quiere nunca soluciones fáciles. Antes que nada, debemos limpiar la mierda que nos hemos puesto encima.

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