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¿Cuándo acabará la guerra? 10 claves de Rafael Poch sobre lo que está pasando realmente en Ucrania

El periodista y excorresponsal internacional explica en qué punto se encuentra el conflicto, quién puede salir ganador y qué escenarios de futuro se dibujan en el horizonte

12/12/2022 | 06:00

Estos días hace nueve meses del inicio de la guerra de Ucrania. Las cifras hablan por sí mismas: más de 100.000 muertos de los dos bandos, 6,5 millones de desplazados internos, 7,8 millones de refugiados, centenares de ciudades destrozadas y todavía no se entrevé el final de esta guerra. ¿En qué punto estamos? ¿Qué papel tienen los diferentes países implicados? ¿Alguno de ellos ganará este conflicto? ¿La seguridad internacional estará herida de muerte? ¿Qué mundo quedará después? Estas son algunas de las cuestiones que respondió el excorresponsal internacional en Moscú, Pekín y Berlín y también colaborador de CRÍTIC, Rafael Poch (Barcelona, 1956), en la charla “Nuevos escenarios para la seguridad después de la guerra de Ucrania“, en el marco de la jornada Otra seguridad es posible y urgente, organizada por el Centre Delàs. En CRÍTIC os resumimos sus reflexiones en 10 preguntas con respuesta.

Foto: IVAN GIMÉNEZ

¿Quién ganará la guerra: Rusia o Ucrania?

Para responder a esta pregunta, hay que saber de qué guerra estamos hablando, porque no hay solo una sino, al menos, tres guerras. La primera es la guerra reaccionaria de Rusia contra Ucrania. Es una guerra de manual, de David contra Goliat, una nación de 140 millones de personas contra una más pequeña y, en principio, más débil. Con una retórica justificativa dudosa. Una guerra con la cual el régimen autocrático ruso busca su consolidación y también hacerse “respetar” por los socios y adversarios occidentales.

¿Hay ‘guerra civil’ entre regiones ucranianas?

También hay una guerra civil ucraniana previa. La revuelta de Maidán el 2014 y el cambio de régimen rompieron un equilibrio interno entre regiones, especialmente entre la oriental y la occidental. Simplificando, son dos regiones con diferentes identidades, diferentes historias, con diversidad religiosa, lingüística, etc. Esto no quiere decir que estuvieran condenadas a la pelea porque, de hecho, hasta entonces estaban conviviendo de forma democrática. Pero todo esto se rompió y lo hizo con la ayuda de fuerzas externas occidentales y también rusas, pero las occidentales son las que promocionaron el golpe de estado en Kiev. En esta ciudad hubo una revuelta popular de cambio de régimen esponsorizada por Occidente que quedó en un cambio de oligarquías. En Lugansk y en Donetsk hubo una también genuina revuelta popular armada anti-Maidán. Fueron sobre todo mineros y trabajadores los que levantaron las armas y algunos oligarcas locales que veían claramente que con la integración en la Unión Europea serían borrados del mapa. Rusia vio la coyuntura ucraniana y se interpuso y se anexionó Crimea, con el consentimiento de la mayoría de la población.

Los americanos han aportado unos 90.000 millones de dólares a la guerra, un 33% más que todo el presupuesto militar ruso del año 2022”

Y aún otra guerra: ¿Rusia ‘versus’ la OTAN?

…o de la OTAN contra Rusia. Cuando el 2008 la OTAN invitó a Ucrania a integrarse en la alianza, el embajador norteamericano era William Burns, actual director de la CIA. Él ya advirtió al Departamento de Estado con un mensaje divulgado por Wikileaks que decía textualmente: “La cuestión del ingreso de Ucrania en la OTAN puede dividir el país en dos y llevarla a la violencia y, incluso, a la guerra civil. Rusia se siente ahora más capaz de responder enérgicamente a lo que percibe como intervenciones contra su interés nacional”. Como esta, hay decenas de citaciones de altos mandos occidentales que advertían que el ingreso en la OTAN de Ucrania era una línea roja y una provocación. La invitación a entrar en la OTAN se hizo en un momento en que la población ucraniana no estaba a favor de ella. Las encuestas decían que solo un 30% la quería, mientras que otro 30% estaba a favor de las alianzas con Rusia y un 30 y pico por ciento prefería un estatus de neutralidad. Por lo tanto, su entrada no tenía que ver con el “legítimo derecho de”, sino con otras cosas.

Todo ello se resolvió en 2014 cuando se tomó el poder en Ucrania. El país no entró en la OTAN, pero la OTAN sí que lo hizo en Ucrania, donde instaló bases e instalaciones oficiales y no oficiales en todo el territorio. Desde 2014 hasta 2020, según la prensa de los Estados Unidos, se han formado 80.000 soldados ucranianos en campos de entrenamiento. Todo ello, ¡previamente a la invasión! Por la misma prensa, sabemos que la OTAN ha puesto los ojos y las orejas al ejército ucraniano que, en 2014 estaba poco preparado y tenía pocos medios, pero ahora han conseguido que no lo sea tanto. ¿Qué quiere decir esto? Pues que, si hay algún mando sobre el territorio que tiene una reunión concreta con el ejército ruso, los Estados Unidos lo saben. Esto explica, según The New York Times, que los rusos perdieran 13 generales en los primeros dos meses de la campaña. Los Estados Unidos tenían mucha información e indicaban al ejército ucraniano donde tenía que echar las bombas y como moverse. Los americanos han aportado unos 90.000 millones de dólares a la guerra, que es un 33% más que todo el presupuesto militar ruso del año 2022.

Foto: IVAN GIMÉNEZ
Foto: IVAN GIMÉNEZ
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“La Unión Europea es totalmente vasalla de los Estados Unidos en política exterior”

¿Qué papel tiene la Unión Europea en este conflicto?

Es totalmente vasalla de los Estados Unidos en política exterior y vuelve a estar militarizada. Todo esto, con el apoyo de los países bálticos y polacos, que antes eran insignificantes y ahora han adquirido un papel principal. De hecho, han conseguido que el Parlamento Europeo apruebe barbaridades como decir que la Segunda Guerra Mundial tuvo una responsabilidad compartida entre Hitler y Stalin o que Rusia es un espónsor del terrorismo, cosa que no tiene nada que ver con la realidad.

Pero… ¿alguien está ganando esta guerra?

Nos dicen que la está ganando Ucrania. Pero la realidad es que Rusia controla 100.000 kilómetros cuadrados de los 600.000 que tiene el país. Kiev ha recuperado algunas zonas, y tiene mérito, pero la realidad es la que es. Yo no creo que Ucrania esté ganando la guerra. Y, cuando el presidente Zelenski llama a la tercera guerra mundial de manera reiterada, pide una zona de exclusión aérea, reclama golpes preventivos contra Moscú, exige armas nucleares para Ucrania, dice que los dos misiles que cayeron en Polonia eran rusos cuando los americanos dicen claramente que eran ucranianos, y últimamente parece que bombardea la central nuclear de Zaporiyia… Son muchas pruebas que la guerra no la está ganando Ucrania.

¿Y los Estados Unidos? Este país tiene una inestabilidad interna muy grande. Hay autores que publican libros sobre una posible nueva guerra civil. Hace un año hubo un intento de golpe de Estado con aquella marcha vikinga al Congreso, donde el presidente Trump no reconocía su derrota. ¡Y todavía aspira a presentarse de nuevo a las elecciones! Y si no es él, será alguien como él. ¿Qué pasa si los Estados Unidos se retiran de esta aventura de ayudar en Ucrania? ¿Qué hará la Unión Europea, que está sacrificando su economía para alinearse con los americanos?

¿Será Rusia la vencedora? Tampoco lo creo. Su dominio territorial es más aparente que real. Incluso si ahora hubiera una ofensiva en invierno y consiguieran llegar hasta Odesa y cortar toda la salida al mar a Ucrania. Incluso si estas regiones han cambiado la composición etnopolítica con la guerra y quienes se han quedado son los más prorrusos (¡y los más pobres, hay que decirlo!). El dominio de Rusia aquí será complicado e inestable. Con administraciones policiales y fuertemente represivas. Habrá resistencia, aunque la minoría pro-Kiev sea poca, tendrá el apoyo del Gobierno ucraniano y, por lo tanto, la querrán controlar. Puede haber atentados, torturas, antiterrorismo. Esto no será estable para Rusia.

En esta guerra no habrá vencedores y, cuanto más dure, más vencidos habrá: la cantidad de muertos y de refugiados es enorme”

Entonces, ¿qué podemos esperar?

No habrá vencedores. Cuanto más dure la guerra, más vencidos habrá. La cantidad de muertes y de refugiados que está costando este conflicto es enorme. De refugiados, no solo hay en la República Checa (un millón), en Polonia (un millón y medio), en Alemania (otro millón): hay también en Rusia (2,8 millones), según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

¿Cómo podemos parar esta guerra?

Obviamente, la primera condición no es alimentarla con armas. Hay que entender su complejidad, su génesis que ya viene de hace muchos años, comprender las responsabilidades que, lo más moderado que podemos decir, es que son responsabilidades compartidas. Y, si esto es así, el movimiento pacifista y el movimiento anti-guerra tienen más sentido que nunca. Es necesaria una presión social para la negociación. Ha habido ya manifestaciones pacifistas en Italia, en Alemania, en Chequia. Este es el único horizonte decente que nos podemos plantear como sociedad civil.

Foto: IVAN GIMÉNEZ

Occidente debe entender que no puede rodear a una superpotencia como Rusia con infraestructuras militares adversas”

¿Volveremos a un escenario de guerra fría?

Creo que no estamos en un mundo de la guerra fría. En aquella época, había un conjunto de alianzas disciplinadas e ideológicas que han pasado a la historia. Lo que tenemos ahora es un mercado libre de relaciones internacionales. Más que alianzas institucionalizadas, hay regateo y juegos constantes y no disciplinas estrictas. Por ejemplo: Turquía es miembro de la OTAN, pero tiene un juego con Rusia extraordinario en algunos aspectos. Y, al mismo tiempo, se pelea con Moscú en Siria y en Libia. Israel, un aliado incondicional de Occidente, tampoco se moja con Ucrania. Lo que Arabia Saudí está haciendo con el petróleo es histórico: se ha opuesto al aumento de la producción para bajar los precios. Está haciendo el juego a Rusia, dicen. No, hace su propio juego. Kazajistán o Tayikistán. Este país que dice a sus ciudadanos que trabajan en Rusia que no se enrolen en el ejército ruso a pesar de las promesas del Gobierno ruso de darles la ciudadanía. Esto no parece una guerra fría.

¿En Europa solo habrá seguridad con Rusia?

Europa debe tener en cuenta que Rusia es una potencia nuclear de 145 millones de personas, que ha sido invadida cinco veces en los últimos tres siglos por fuerzas occidentales (suecos, polacos, alemanes, angloamericanos…), que tiene una extensión geográfica extraordinaria, que no tiene montañas y que, por lo tanto, su defensa siempre ha sido la expansión para marcar distancia. De hecho, la distancia era una cosa fundamental, y esto es lo que se acordó al final de la Guerra Fría. Desde Occidente debe entenderse que no se puede rodear una potencia nuclear con infraestructuras de un bloque militar adverso. Esto es lo que hacen los Estados Unidos no solo con Rusia sino también con China. Han puesto muchas bases militares (algunas de las cuales, a través de la OTAN) alrededor de estos países. En el año 1962 todo el mundo entendió que, cuando Rusia puso misiles en Cuba, Kennedy se enfadara y amenazara con la Tercera Guerra Mundial. Yo creo que Zelenski juega cada vez más el papel de Fidel Castro. Castro se cabreó mucho con Jruschov cuando supo que él y Kennedy negociaban la vuelta atrás. Castro y Zelenski no tienen nada a ver, eh. Uno es un gran hombre de estado del siglo XX y el otro es un enano político de un régimen político que no tiene más objetivos ni proyecto que combatir el invasor (ey, ¡y es legítimo, eh!). Pero, más allá de esto, es un vasallo de Occidente al 100%, como Polonia, pero, además, militarizada totalmente.

¿Se ha ninguneado demasiado a Rusia?

La élite rusa ya sabe que no están en la URSS, que no están en el mundo bipolar de antes. Ya saben que son menos de lo que eran, pero no tan poco como sugiere el trato que han recibido estos últimos 30 años. Respecto a la guerra de Chechenia, donde 3.000 guerrilleros chechenos batían al ejército ruso en Grozni, se han recompuesto y piden respeto. Que si ellos dicen que las repúblicas bálticas son una línea roja y que no entren en la OTAN o que sean países neutrales o que no se pongan infraestructuras militares en Polonia y en Rumanía, pues que se tenga en cuenta. Que Occidente no tenga la desvergüenza de decir que las baterías antimisiles de Polonia y de Rumanía son contra los misiles iraníes, cuando todo el mundo sabe que los iraníes no tienen misiles estratégicos capaces de llegar a Europa. Este pitorreo ha mosqueado a la élite rusa. Y también lo ha mosqueado que no se tengan en cuenta sus intereses legítimos en el mercado mundial. “Nosotros somos capitalistas como vosotros, evadimos el dinero, hacemos el mismo robo que vosotros y no nos consideráis unos iguales; ¡solo nos consideráis unos subalternos! Nosotros somos Rusia, 1.000 años de grandeza, de historia imperial; no nos podéis tratar como a una república bananera!”, piensan. Yo, cuando Rusia intervino en Siria, pensé que, tan débil como era, aquello era muy peligroso para Moscú. Pero ahora pienso que en 2015 el Kremlin ya estaba convencido de que habría un enfrentamiento con Occidente y que, por lo tanto, necesitaban un campo de pruebas militares. Siria era un terreno fantástico.

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