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Hidrógeno verde: ¿es realmente sostenible el combustible del futuro?

Ecologistas y algunos científicos críticos denuncian que el hidrógeno no puede ser una alternativa al petróleo porque tiene un alto coste de producción y de distribución

06/05/2021 | 06:00

Los combustibles fósiles tienen los días contados. El agotamiento inminente de las reservas de petróleo es la crónica de una muerte anunciada. El 2014 empezó la desinversión, después de un baile de precios del barril de crudo, que lo llevó del máximo histórico a mínimos nunca vistos desde 1975. Centenares de empresas decidieron retirar sus acciones de los proyectos petroleros. “Invertir en crudo es ilógico. Las reservas se agotarán en dos años”, dijo el presidente de Repsol, Antoni Bufrau, en 2018. El pronóstico fue demasiado pesimista, pero no desencaminado: se espera que los coches de combustión sean historia en 2050, año que la Unión Europea marcó como fecha tope para que el 80% de la energía provenga de fuentes renovables.

“Europa tiene perfectamente identificado el problema. Sabe que se acerca una bajada importante en la producción de petróleo en los próximos cuatro años y tiene que encontrar desesperadamente una alternativa”, asegura el doctor en física e investigador del CSIC Antonio Turiel. El nombre de esta alternativa es el hidrógeno y se ha convertido en la preferida de Europa. Sus gobiernos y las grandes empresas quieren invertir millones, a través del fondo Next Generation EU, en la “descarbonización” de la economía. Así, compañías líderes de uno de los sectores más contaminantes del mundo quieren hacer su “transición verde” y apuestan por la creación de plantas de hidrógeno.  Pero ¿es esta propuesta realmente sostenible y viable?

El hidrógeno, el elemento más abundante del planeta

El hidrógeno es, desde hace unos años, un elemento muy valorado especialmente por sectores que necesitan mucha energía para funcionar, como el de la movilidad y el transporte de mercancías, que ven en la producción de hidrógeno una solución para sus mercados. Una pila de hidrógeno, por ejemplo, tiene unas 100 veces más potencia que una eléctrica, motivo por el cual se plantea como el futuro para camiones, barcos o aviones, que deben hacer grandes trayectos sin posibilidad de repostar.

Hoy en día, el 99% del hidrógeno todavía se extrae del gas (hidrógeno azul) o del petróleo (hidrógeno gris)

Pero, a pesar de ser la sustancia química más abundante del planeta, el hidrógeno no se encuentra solo en la naturaleza, siempre se encuentra mezclado con otros elementos conformando recursos como agua, gas o petróleo y, por lo tanto, para separarlo y usarlo, hay que aplicar diferentes procesos. Por sí mismo, pues, no es una fuente de energía: “Hay que usar otras fuentes de energía para obtenerlo y, cada vez que se hace esta transformación, una parte de la potencia se pierde en forma de calor”, explica Turiel, haciendo referencia a la segunda ley de la termodinámica. Hoy en día, el 99% del hidrógeno todavía se extrae del gas (hidrógeno azul) o del petróleo (hidrógeno gris), según datos de la consultora energética Wood Mackenzie, y ambos sueltan emisiones de CO₂.

La alternativa sería el llamado hidrógeno verde, que se obtiene exclusivamente de energías renovables. Si esta puede ser una opción, ¿por qué no se fabrica más? “Si no hay más hidrógeno verde, es porque es más caro“, dice Marcos Rupérez, ingeniero industrial especializado en tecnologías de hidrógeno. “Ahora el New Green Deal de la Unión Europea invierte en él, para bajar el precio”, añade. De hecho, una de las maneras más habituales de obtener hidrógeno verde es a través del agua, un recurso muy preciado que precisamente empezó a cotizar en Bolsa el pasado diciembre.

La gran presa del río Inga en el Congo / Foto: Χρίστος Ιμμανοελ

Colonialismo energético

Las presas hidráulicas y el uso del agua para finalidades que van más allá del consumo y el regadío han generado carencias y sequías a territorios rodeados de ríos y lagos. El expolio de los recursos es una de las consecuencias de las producciones globales a gran escala y, a pesar de que la producción de hidrógeno no requiere grandes cantidades de agua, “sí que añadirá estrés hídrico en aquellas regiones que ya lo sufren”, reconoce Turiel. Así, para producir las ingentes cantidades de hidrógeno verde que requerirá Europa, se necesitan presas enormes, imposibles de situar en los ríos o lagos europeos. “Se parte de la asunción falsa de que tenemos energía renovable ilimitada, pero no es verdad”, dice el físico, que afirma que, actualmente, las renovables solo pueden cubrir cerca del 40% de la demanda energética mundial.

Antonio Turiel: “Hay dos opciones: o el decrecimiento o lo que parece que hará la UE sin reconocerlo, el colonialismo energético”

El experto, que recientemente asistió a la Comisión de Transición Ecológica del Senado para alertar sobre esta situación, asegura que “no podremos producir tanto como consumiremos” y ante esto se abre una dicotomía: “El decrecimiento o lo que parece que hará la Unión Europea sin reconocerlo, recurrir al colonialismo energético”. Es por ello que el futuro apunta hacia regiones como el Congo, que acogerá la que será la presa más grande del mundo en el río Inga, impulsada por el gobierno alemán. De esta necesidad de deslocalizar la producción nace uno de los principales inconvenientes económicos y ecológicos del hidrógeno: el transporte.

El coste del transporte de hidrógeno

Transportar hidrógeno es técnicamente bastante más complicado que hacerlo con cualquier otro hidrocarburo. Si se hace en modo líquido es poco eficiente, puesto que hay que lograr temperaturas muy bajas, que requieren una gran cantidad de energía. La otra modalidad que se está popularizando es transportarlo en estado gaseoso. Pero hacerlo no es tan fácil: los gasoductos actuales están hechos en su mayoría de acero, un material al que el hidrógeno se pega. Para evitar que esto pase, habría que revestirlos de polímero, pero este compuesto se agrieta con temperaturas extremas. Y gran parte del entramado de gasoductos pasa por desiertos de África o por en medio de Rusia.

“Los gasoductos solo tienen sentido si generamos una cantidad de hidrógeno bestial, pero ahora esto no es posible”, afirma Marcos Rupérez. Así, la fórmula que se ha encontrado hoy para solucionar este problema es mezclar el hidrógeno con el gas natural y transportarlo a través de los gasoductos. De este modo se entiende mejor la gran inversión que han hecho empresas como Naturgy y Enagás, que participarán en un megaproyecto de producción y distribución de hidrógeno para poder conservar la red de gasoductos que, de otra manera, estaría condenada al olvido. También Repsol ha querido un trozo del pastel y liderará un consorcio europeo, financiado por el Pacto verde europeo.

Rupérez considera que transportar el hidrógeno a través de gasoductos no es buena idea. “Los electrodomésticos que funcionan con gas solo pueden soportar un tanto por ciento muy pequeño de hidrógeno, por lo tanto, la gran mayoría de energía que recibiremos será de parte del gas”, asegura. Por su parte, Antonio Turiel también explica que, cuando el hidrógeno salga por la llave, lo hará con una presión bastante más baja que el gas con el que estará mezclado. “Esto quiere decir que nos roban una cantidad significativa de energía. Tendremos que consumir más para hacer lo mismo y nos cobrarán más caro”, asegura.

Marcos Rupérez: “Los electrodomésticos que funcionan con gas solo pueden soportar un tanto por ciento muy pequeño de hidrógeno”

Esta afirmación también es compartida por la organización danesa Foresight Climate & Energy, que ha realizado un estudio que afirma que en 2050 las bombas de calor tradicionales todavía serán más eficientes y económicas para calentar un hogar que no los hervidores de hidrógeno. “Estamos usando suelo cultivable para hacer parques eólicos y agua que podría ser para cultivos sin tener claro que esta tecnología pueda sostener las necesidades reales de la población”, se lamenta Mònica Guiteras, investigadora de los impactos de los modelos energéticos para Enginyeria Sense Fronteres (ESF). Pero, de momento, la generación y el transporte del hidrógeno son el gran negocio que la Unión Europea y los diversos países que la conforman quieren favorecer con los fondos del Next Generation UE.

El vicepresidente del Govern, Pere Aragonès, con la rectora de la URV y otros miembros de la plataforma Hidrogen Verd Catalunya Sud / ROGER SEGURA

Un nuevo vector, los actores de siempre

El Gobierno español anunció a finales de 2020 su intención de invertir más de 1.500 millones de euros para impulsar la tecnología del hidrógeno verde. Gracias a los fondos Next Generation EU, se espera llegar a una inversión de 8.900 millones antes de 2030. En Cataluña, también aprovechándose de los fondos europeos, la Generalitat ha hecho del hidrógeno uno de sus 27 proyectos emblemáticos y pretende crear “una plataforma aglutinadora de diferentes iniciativas alrededor del hidrógeno verde”, según se explica en el plan Next Generation Catalonia. Este proyecto, que lleva el nombre de Valle del hidrógeno Catalunya, se financiará con 6.500 millones de euros y participarán en él empresas como Naturgy, Celsa o ICL y se coordinará desde la Universitat Rovira i Virgili. Según explica su web, en él están implicadas hasta cien organizaciones públicas y privadas.

Cataluña prevé crear el ‘Valle del hidrógeno’ con la inversión de 6.500 millones de euros procedentes del Next Generation Catalonia

“Son los actores de siempre, que se han puesto una máscara verde, pero tienen los mismos objetivos y perpetúan un modelo que ya se ha demostrado que no funciona”, asegura Josep Nualart, investigador de energía y clima en el Observatori del Deute en la Globalització (ODG). Según Nualart, la voluntad de convertir a España en el hub de hidrógeno de Europa responde a una lógica del pasado: “Queremos alojar cadenas de suministro, olvidando que es exactamente lo que pretendimos con el gas y no funcionó. No aprendemos de nuestros propios errores”, se lamenta. Según datos del Hydrogen Council, las empresas españolas son las que más apuestan por esta tecnología. Solo Endesa, Iberdrola y Naturgy suman más de 53.000 millones de euros en proyectos que, a su vez, también están vinculados a la llegada de los fondos Next Generation EU.

“Nos quieren hacer creer que será un cambio a positivo, hacia una Europa más verde, pero necesitamos un cambio radical si queremos sostenibilidad y soberanía real”, asegura Mònica Guiteras. Rupérez considera que, para ser coherentes con el discurso de la transición verde, “lo único que tiene sentido es producir hidrógeno de proximidad, allá donde lo necesites y sin tener que transportarlo”, pero parece que los megaproyectos globales estarán al orden del día. “Habrá que ver como evoluciona la demanda y el modelo de consumo, pero lo que está claro es que el cuello de botella no pasará por falta de hidrógeno, sino por la capacidad de producir energía renovable”, añade Rupérez.

No es la energía: es el modelo

“No es que, desde ciertos colectivos, nos oponemos a todos los proyectos que nos proponen; es que el conocimiento es muy elitista y no nos llega toda la información”, dice Mònica Guiteras, que también se pregunta si la energía derivada del hidrógeno “llegará realmente a las familias o solo servirá por grandes proyectos”. Desde organizaciones como ODG o ESF consideran que “la verdadera transición energética tendría que darse por motivos ecológicos, no para continuar haciendo negocio. Es por eso que el hidrógeno no tendría que ser el actor protagonista de la transformación”, apunta Nualart. Así lo piensa también Antonio Turiel, quien considera que el hidrógeno será un factor importante pero no el principal. “Se trata de un vector energético muy limitado, que sale adelante porque es la única opción que tenemos, pero lo que se plantea es de locos y quiere camuflar un intento desesperado de mantener un sistema que no se aguanta”, asegura el investigador del CSIC.

El consumo de energía primaria en Cataluña ha aumentado casi un 50% en los últimos 20 años y la tendencia continuará al alza

El consumo de energía primaria en Cataluña ha aumentado un 48,8% en los últimos 20 años y la tendencia continuará al alza. “No se trata de cambiar una energía por otra, sino de cambiar el modelo de consumo. Debemos aprender a usar mejor las energías, a consumir lo que podamos producir, sin explotar personas y territorios”, expone Josep Nualart. Cambiar el coche por la bici, consumir producto local o dejar de lado los plásticos son algunos gestos pequeños que poco pueden hacer en un juego en que las grandes empresas ya han decidido las reglas y quieren continuar ganando. “Renovables sí, pero no así” es el lema que han adoptado recientemente los movimientos ecologistas y por la soberanía energética. Cómo afirma Nualart: “no basta con pintar de verde la misma receta de siempre”.

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